Honor, amistad, lealtad

 

Coronel Roy Mustang, alquimista de fuego, uno de los personajes principales del manga Fullmetal Alchemist (2001 - 2010), creado por la mangaka Hiromu Arakawa (Japón, 1973).

Una de las series anime que vi en 2021, y uno de mis más importantes hallazgos, fue Fullmetal Alchemist: Brotherhood, basada en el anime Fullmetal Alchemist (2001 - 2010), de la genial mangaka Hiromu Arakawa, publicado en la revista japonesa Gekkan Shōnen Gangan, de tiraje mensual. 

Soy de las personas que viven profundamente lo que leen o lo que ven, por eso escojo con cuidado mis productos de consumo. Difícilmente sigo algo sólo por entretenimiento o para no pensar demasiado las cosas, básicamente porque pensar demasiado es parte de mi personalidad y forma de vida (aunque, a veces, dé la impresión de ser demasiado espontánea o inconsciente). 

 Fullmetal coincidió con una etapa un tanto desafortunada, de las múltiples vividas en el norte del país, durante el año pasado, y fue inevitable sentir especial filiación con sucesos similares, bastante desalentadores, o conductas y resoluciones deseadas en la vida cotidiana. 

La historia, bastante cruda pero muy bien narrada, está llena de hechos desafortunados pero, por sobre ellos, siempre se sitúan y reafirman un valor y una virtud que, desde mi punto de vista, son fundamentales en la amistad y las relaciones humanas: la confianza y la lealtad. 

Para la reflexión de este post, me fijé en una sola frase, de un episodio bastante fundamental para el desenlace: la general Armstrong envía al coronel Mustang, a través de una falsa florista, información vital para dar un golpe al jefe de estado, que es malvado y quiere dañar a todo el país. 

Antes de irse, el coronel pregunta a la florista: "¿Cómo sabe la general que no usaré esta información para ganarme el favor del Führer?" 

La anciana, con una sonrisa tierna, responde: "Ella me ha dicho que usted jamás haría algo así."

Armstrong y Mustang no son amigos, ni siquiera se llevan bien, pero se reconocen como personas honorables, íntegras y verdaderamente preocupadas por la seguridad de su país y de sus habitantes. 

El manga y el anime suelen construir coaliciones poderosas en torno a la confianza y la lealtad, al margen de algunos tratos rudos. Se valora la justicia, aunque la gente no hable "bonito" todo el tiempo, y se repudia totalmente la deslealtad, por eso los traidores arrepentidos deben esforzarse mucho si quieren redimirse y obtener perdón. 

Además, un líder equivocado, que se enfrenta al bando "bueno" pero se preocupa por la seguridad de sus subalternos, siempre será mostrado de forma considerada, pues esta lealtad a su propia gente lo hace respetable. 

Consciente de que la vida es muy distinta y que el arte popular está allí para realzar aquello que, en verdad, no es ni tan hermoso, ni tan constante, he debido aprender a comprender actitudes desleales o peligrosamente neutrales, sobre todo si hay un trasfondo de coacción o miedo. Miedo a perder un trabajo, como ejemplo más común y móvil garantizado de traiciones de diversa índole. 

El mundo real no sólo nos exige estar atentos, sino también observar los pormenores que ponen en marcha diversas respuestas. Así, una deslealtad, dolorosa en sí misma, puede resultar comprensible según las circunstancias en que haya ocurrido. Por supuesto, en casos como éste, la pérdida de confianza es esperable, legítima y ojalá no viniera acompañada, la mayoría de las veces, por el resentimiento. 

Pero somos humanos. Me he topado, sin embargo, con personas desleales a quienes no las mueve el miedo, ni la búsqueda del bien superior para sí mismas o sus seres queridos, ni siquiera rabia o alguna confrontación directa con el ser humano a quien buscan hacer daño. Lo único que desean es mantenerse alineadas con quien ostenta el poder (y hacerlo propio, eventualmente, con las mismas artimañas). 

Esas, para mí, son verdaderamente peligrosas. 

Creo que los sistemas sociales actuales, basados en la competición perpetua y la ley del más fuerte, no contribuyen a que las virtudes y los valores sean suficientemente atractivos para optar por ellos, tal vez porque no generan réditos en términos de dinero y poder, aunque sí garanticen una mejor coexistencia comunitaria. 

Es lógico, ante esto, buscar mecanismos de protección y formas de detectar intenciones cuestionables. Yo he desarrollado varios, más de los que se imaginan, y son bien diversos. 

De hecho, podría decirles cuáles aprendí en Bilbao, cuáles en Ciudad de Guatemala, cuáles en Lago Agrio y cuáles en diversos lugares del Perú. Cuando confías, muchas veces te llevas fiascos y aprendes lecciones que se graban en la memoria y en todos los sentidos. 

Sin embargo, también he tenido la inconmensurable fortuna de contar con personas tan dignas, tan nobles, tan leales y tan correctas, que hasta se me aprieta el pecho al pensarlas y siento que son demasiado, que no las merezco. 

Sólo por ellas y gracias a ellas, procuro ser confiable, pese a mis limitaciones, y sigo eligiendo confiar.

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