Shit happens...

Hace un rato, mientras corregía una nota de prensa, se me ocurrió pensar en lo divertido que sería escribirle a uno de mis peores ex's (que tampoco tengo muchos, pero hay que hablar en plural para hacer justicia).
Me pregunté qué sería de aquél hombre de metro noventa y seis (mal proporcionado, por cierto), cara bonita, inmadurez crónica y asfixiante olor a suciedad y axilas. Me cuesta creer que alguna vez eché de menos su aroma agridulce, seguramente de tanto abrazo de esos, ya mi nariz se había quedado sin sensibilidad.
La verdad es que me estaba animando a mandarle un e-mail, a ver qué era de su vida, sin mayor implicación moral, pero luego recordé que... bueno, no es un buen muchacho, así que no merece tiempo invertido. Puf... fue tan hijoputa, que el título de este blogg surgió de una de nuestras conversaciones, luego del cataclismo, cuando yo trataba de intepretar qué había sido él en mi vida... "Shit..." (menos mal que él también había visto Forest Gum y entendía inglés, o encima iba a tener que explicarle cosas).
La gracia de esta rara sensación es que ya estoy curada de él, en absoluto (bueno, a más de un año de aquello, sería anormal que no). No había pensando en ese asunto en varios meses...
Más desvaríos: anoche soñé que vivía con unas monjas en un convento de piedra y barro, muy medieval, y me escapaba para mirar a un joven que estaba en un lugar igual de tétrico, cerca de ahí. Claro, no era fácil llegar de un lado al otro, con tormentas de arena (estaba en un desierto rojo, a lo película de Conan, el bárbaro). Recuerdo que sólo lo miraba, y tenía que volver, pues si me atrapaban, seguramente me matarían o algo así. Creo que habían aves negras. No sé.
Luego, que va en serio, estoy engordando, aunque la balanza diga lo contrario (la ropa nunca se equivoca). Debo limpiar mi minidepa, que está hecho un chiquero, acabar mil cosas en el trabajo, dormir bien por lo menos una noche, avanzar algo de mi desgraciadamente necesaria tesis de licenciatura (rayita negra en mi CV), y tal, en vez de perder el tiempo aquí.
Bueno, ya para terminar, que desde ayer he experimentado una tranquilidad casi sobrehumana acerca de mi futuro: el antipatiquísimo corredor de seguros de vida que ha estado fastidiando las dos últimas semanas con sus aburridas pólizas, consiguió convencerme de tomar una, ¿y saben con qué argumento? Pues resulta que, a mi muerte y con sólo 2 meses de inscripción, mi familia podría recibir 40 mil dólares... incluso si es por suicidio.
Quizás el corredor pensó que estoy loca, pero esa posibilidad fue la que me animó, en serio. Es que a veces, cuando he estado de malas y con ganas de mandar todo a la mierda, me detenía el hecho de saber que un funeral antes de tiempo significaría para mi madre un gasto, una vergüenza y una desconsideración mía muy grande. Esto no lo siente mi familia, lo siento yo: si me muero, se acaba mi parte del sueldo para el sustento de la casa materna. Sin embargo, ahora (se dibuja una amplia sonrisa en mi cara de desvelo) ya no tengo que preocuparme por eso. ¡Cuarenta mil dólares, vaya!...

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