Cuestión de formas

"Toñito" es un niño de 40 años, que se niega a dejar los 14, cuando su abuela tenía que celebrar todas sus acciones inteligentes, para no crearle complejo de inferioridad. Complejo de gallina fue lo que resultó, nada hace sin cacarearlo a diestra y siniestra, y se ofende si no le prestan atención.
Con "Toñito" llevo trabajando ya más de un año. Lo he soportado en todos sus estados: niño mimado, niño trabajador de vida dura, adolescente preocupado por la paz mundial, adolescente berrinchudo, adolescente depre, maruja a tiempo completo, consejero existencial, padre de familia, indignado militante social, convenido político, enemigo, amigo y enemigo otra vez de su institución contratante, anciano con sabiduría ancestral, etc., etc., etc...
Lo cierto es que no llego a tenerle confianza, pese a que me cae incoherentemente bien. De hecho, me gusta que trabaje con nosotros, pues finalmente es un buen estratega... pero esa manía de cacarear con fuerza por toda pequeñez o grandeza que hace, y ofenderse si la adulación no llega... en fin.
A todos nos gusta que nos digan "¡Muy bien!", y nos joroba sobremanera que no consideren nuestro trabajo a la hora de llamarnos la atención porque nos sonamos la nariz con demasiada fuerza en la oficina, sin embargo... aún me sabe mal conocer a "Toñito" en su estado más irracional, colocándonos a todos un rótulo de "ineptos porque no hacen lo que yo quiero", hablando mal de su equipo de trabajo en cada esquina de su pequeño pueblo, y amenazando con irse y dejarnos "a la deriva", porque estábamos "destruyendo a su comunidad".
Sé que tuvo motivos comprensibles: aquella mujer a la que llama "mejor amiga", toda una admirable serpiente cascabel (pero buena gente), también compañera de trabajo, le envenenó la cabeza con chismes graves que él creyó desde el fondo de su corazón. Y bueno, ahora que sabe que las cosas no eran ciertas, y que el "Gran Jefe" le ha hecho creer que le tiene confianza (las cosas por su nombre), nos ama, nos adora y no puede vivir sin nosotros (mientras mi nombre esté en planillas, debo hablar en primera persona plural).
Pero no deja de ser "Toñito", y creo que yo, la mocosa que nunca está contenta con nada, es la única que lo ha notado. El otro día llamó la atención muy sutilmente a mi equipo de trabajo allá en su pueblo, porque nunca estábamos en la oficina (claro, con cada quien repartido en diversas tareas, y con nada interesante en la ofi, aparte de la computadora para guardar fotos, ¡anda ve!). Aceptamos la llamada de atención y aceptamos también aquello de pasar por ahí todos los días a las 8 de la mañana, para decir "hola", y luego salir a trabajar... Y acabo de enterarme que luego lo contó a todo el equipo, cual acto heróico, con aderezo incluido.
Quien me vino con el chisme me preguntó qué pensaba, y le respondí: ¿Qué quieres que te diga?... "Toñito" es "Toñito".
Y es que la gente nunca cambia en realidad... los años te perfeccionan en lo que sea que eres ahora: si bueno, mejor, si malo... mucho peor. ¿Pesimismo? Da igual, de todos modos, cuando sea vieja, seguramente seré experta en el conveniente arte del "alpinchismo", en el que hoy soy novata.
Luego, acá en la ofi. Hace un rato me llamaron la atención por escuchar música mientras diagramo en Corel y hacer ruido cuando edito audio (¿?)... Además, que los 4 chicos de mi equipo de trabajo congestionan la oficina (por obvias razones... pero el "Gran Jefe" ni siquiera se preocupó de preguntar dónde estaban ahora... y es que ya subieron a la sierra a sacarse la mugre durante dos semanas, pues sólo permanecen 4 días por acá).
Hay por aquí una española súper buena gente, de mi edad e igual de loca, que viene a hacer su proyecto para sacar la licenciatura. La orden superior es que despache a mi asistente, con todo y computadora, a una sala de reuniones, para que ella ocupe su escritorio. No recuerdo que nadie me haya dejado su oficina cuando estuve en España, sino que amablemente me condujeron a salones especiales para tesistas. Creo que es una mala inversión ponerme a pensar por qué no hacemos lo mismo aquí...
Definitivamente el jefe ha amanecido leyendo su agenda (preguntó por el desorden de unos mapas en la sala tal, que ya no están ahí... en la madrugada se los llevaron a colocar en sus respectivos sitios, jejejejeje... ¡Malasooooo!). Además, que no importa si todos los días nos quedamos trabajando y avanzando hasta las 2 de la mañana, que al día siguiente igual debemos estar aquí a las 8 en punto, "para que no se vea mal". Supongo que algún ente importante de este lugar le ha llamado para darle quejas... y claro, hay que cuidar las formas.
Entonces, al diablo conmigo y las consideraciones con mis practicantes, sabiendo cuánto trabajan y lo cansados que acaban. Voy entendiendo que la supuesta "intransigencia" del Dios de mis superiores no viene necesariamente de Dios...
Ya no me preocupo por comprender a esta gente, después de todo yo soy la peor en cualquier sentido imaginable. Aquí, por lo general, me tratan muy bien, sobre todo el jefe, ¿y cómo le pago? Quejándome de él en el blog... ¡Mira todo el tiempo que he perdido escribiendo esto, en horario de oficina! Ahora, además de no ir al Cielo, me despedirán del trabajo.

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