¡Ay, alguna gente, alguna gente!
Anoche me dio tembladera otra vez, y más náuseas. Afortunadamente no había comido nada desde el almuerzo, o habría sido un espectáculo tan desagradable como el de la noche anterior.
Salí tarde del trabajo (suelo hacerlo, es la falta de vida social), muerta de sueño y con ganas de entrar en algún estado de "suspensión animada", o como se llame, hasta estar completamente descansada de todo y de todos.
Conversé 5 minutos con mi prima, luego fui a mi casa, a tratar de dormir. De pronto, todos los duendes salieron de mi cabeza, empezaron a dar vueltas en mi cama, y acabé atrapada voluntariamente, como ratón de lluvia, en un rincón, cubriéndome la cabeza con los brazos, llorando y repitiendo obsesivamente: "¡Tengo miendo, tengo miedo, tengo miedo... ya no quiero que me hagas daño, no quiero, no quiero, no quiero!".
De no haber hecho cosas peores en mi adolescencia, cuando pude ver la cara del Demonio rondando a mi alrededor, ahora estaría asustadísima de mí misma, pero creo que entiendo lo que me pasa. Ha ocurrido, y no hice caso a la advertencia, sino que seguí exponiendo el corazón, como si fuese un ovillo de lana para que juegue un gato: ahora lo tengo lleno de heridas y me da miedo.
Lo siento escondido en una caja resistente, lejos de mi pecho y de mí misma. Allí, protegido, no le pasará nada. Eso, claro está, significará que debo luchar con espada desenfundada contra todo aquél que pretenda acercarse. Lo veo tan pequeño, tan deforme y tan sangrante, que ni siquiera me atrevo a tocarlo yo. Duele.
La alucinación me hizo ver cruel a cualquiera, a él, a todos. Invoqué por un buen rato un nombre muerto, que se ha quedado grabado en mi lengua sólo por costumbre. No quiero saber más.
Sin embargo, se me hace tan fácil desear un tonteo, un agarre intrascendente, con cualquiera de mis "útiles amigos", que ni me quieren, ni les importa lo que sienta, sólo agarran y luego pretenden que no me fije en nadie más (imbéciles... ¡Más que imbéciles!). Eso siento que no me duele, que puedo hacerlo, es pasar el rato, una completa estupidez socialmente aceptable, una manera de no estar solo siendo egoista (soledad más grande aún), una relación "moderna", que no daña a nadie, que no compromete a nadie, que no fortalece a nadie y, finalmente, que no hace feliz ni infeliz a nadie. Perfecto "término medio". Total laxitud, tibieza, conveniencia. Creo que sólo a los seres humanos se nos podía acurrir algo así.
Lo otro no... lo otro duele.
Y llorando me quedé dormida, soñé con hospitales y médicos que atienden a sus pacientes con un cigarrillo en la mano, ropa faltante y algún rostro conocido. Nada interesante.
Hoy llegué tarde a la oficina. Pedí permiso, sentí que el estómago se me destrozaba por dentro, la cabeza me estallaba y no podía abrir los ojos de lo hinchados que estaban. Tengo un nudo en la garganta, y quizás el único modo de romper este embrujo sea enfrentándolo (a él) cara a cara (espero estar lista para esa lucha frontal).
Entrando a mi escritorio, encontré a uno de los exquisitos médicos que trabajan por aquí. Lo cierto es que nunca me he llevado bien con todos ellos, demasiado... no sé. Era el de la contratación más reciente. Ayer confirmé que tiene la mala costumbre de boicotear a sus subordinados, para quedar bien él ante sus jefes. Igual estoy exagerando y lo he juzgado mal. Seguramente es un pan de Dios que alimenta a los niños pobres de El Algarrobo. Por lo menos sé que manda medicinas para algunas personas de Chalaco, lo cual es una buena acción, pero que yo sepa, las saca del Centro, no las compra él.
En fin, que es un alma de Dios y yo soy un pequeño demonio. Pero me miró y me dijo, con toda su seguridad de médico: "¡Qué tal bomba te has pegado anoche, tía! ¡Mira esa cara de resaca!"...
Le respondí, groserísima yo: "El león cree que todos son de su condición". Y él, indignadísimo, que muéstrame cuándo he tomado yo, que yo no tomo, que sólo en Chalaco, pero tú mira las bombas que te tiras en Piura. Y yo: "Tú no sabes lo que pasa por la cabeza de las personas que ves a tu alrededor, y lo que es peor, ni siquiera te preocupa saberlo. Así que no tienes ningún derecho a juzgarme, ni a nadie, sólo por lo que crees que ves".
Un "no te alteres", y una retirada lenta de su parte, disimulando que le dije todo esto frente a tres personas más. Y pensar que quería pasar por el Centro Médico para que me revisaran el estómago y la tembladera involuntaria. Pero ni hablar, igual me salen con que tengo depresión por exceso de drogas o una estupidez de esas. ¡Ya que los entiendan sus madres!
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