Clásicos
Sin tomar conciencia de que estoy pensando mucho en animales alados que acaban chamuscados o derretidos por el fuego, estuve dándole toda la tarde a mi favorita de Iron Maiden, “Flight of Icarus”, cuyo corito he puesto repetidas veces en el subnick del msn y pocos seres humanos dignos de hablar conmigo lo han identificado.
Recordé a la Doncella de Acero al releer las aventuras de Marji en la genial “Persépolis”, obra maestra del cómic moderno, aunque su protagonista me sabe mucho a una especie de Mafalda versión iraní, bastante más tirada a izquierdas, claro (la anárquica hija de Quino tenía a Libertad para salvarla de caer en algún extremo político y podía dedicarse a criticar con maestría todo lo sucedido -¡y por suceder!- en su entorno mundial).
Me preguntaba… ¿Qué necesita una persona para hacerse famosa con sus dibujos o sus escritos, además de ser muy buena (a veces)?. Me refiero a cuestiones autobiográficas. El autor de American Splendor triunfó escribiendo un diario público ilustrado de su “triste y mediocre vida”, todo un icono de la contracultura underground estadounidense. Tal vez él no sospechaba (ahora ya lo ha de saber) la capacidad motivadora de su pasotismo que, a fin de cuentas, no es sino una manera desgarradoramente irónica de vivir contracorriente en (in)sano y pacífico individualismo. Gran tipo, el Harvey ese.
Mi vida no es contracultural y lo de contracorriente es más bien interno, por tanto abstracto, por tanto incomprensible. No va. Tampoco he crecido en un ambiente convulsionado por los conflictos sociales, sólo normalito para la época: mi padre, comunista convencido y activista de los buenos, con un mal carácter reprochable, discutible sentido del humor, federado bancario y luego, fotógrafo y comerciante independiente. Mi madre, profesora de aquellas muy cultas, que se iba a la huelga nacional habiendo adelantado clases y evaluaciones a sus alumnas, pues su conciencia no le permitía dejarlas en el aire (y porque tenía tiempo, seamos francos, que yo, por entonces hija única, no daba tanto trabajo como mis adorables hermanos).
Nada inusual respecto a los demás miembros de la familia. Mentira, sus intrincados historiales bien habrían podido recrearse en una extensión de Macondo, pero como nadie aquí tiene la genialidad de García Márquez, así lo dejamos nomás.
Tal vez algún día me anime a escribir sobre los jóvenes de mi pueblo, que apedreaban maricones, cojos y locos, en mancha*, bien valientes ellos; o acerca de los helicópteros del ejército que pasaban cerquita de nuestras infantiles cabezas, todos con mandíbulas y ojos diabólicos pintados, llevando tropas a la frontera ecuatoriana. Ah, esas épocas de conflicto, apagones, alarmas y cierres de colegios (¡lo bueno de la temporada!). ¡Quédense con su violencia terrorista histórica, compatriotas del nororiente, centro y sur! ¡Nosotros tuvimos guerra de soldados, con tanques y todo!
Es que acabo de recordar a una compañera del master, peruana también, quien siempre buscaba atribuir a su región el sufrimiento de los peores desmanes históricos ocurridos en nuestro bonito país, a cuenta no sé de qué.
Y bueno, Iron Maiden. Se les quiere más (a estos y bichos parecidos) cuando se sabe que las juventudes de otros países no sólo tenían que pasar por sobre sus abuelitas cucufatas y curas desinformados para amarlos con todo su corazón, sino exponerse a la opresión absoluta de un aparato estatal fundamentalista. Bien ahí, Marji.
Y la Doncella dice:
Fly on your way like an eagle, fly as high as the sun. On your wings like an eagle, fly and touch the sun…
Recordé a la Doncella de Acero al releer las aventuras de Marji en la genial “Persépolis”, obra maestra del cómic moderno, aunque su protagonista me sabe mucho a una especie de Mafalda versión iraní, bastante más tirada a izquierdas, claro (la anárquica hija de Quino tenía a Libertad para salvarla de caer en algún extremo político y podía dedicarse a criticar con maestría todo lo sucedido -¡y por suceder!- en su entorno mundial).
Me preguntaba… ¿Qué necesita una persona para hacerse famosa con sus dibujos o sus escritos, además de ser muy buena (a veces)?. Me refiero a cuestiones autobiográficas. El autor de American Splendor triunfó escribiendo un diario público ilustrado de su “triste y mediocre vida”, todo un icono de la contracultura underground estadounidense. Tal vez él no sospechaba (ahora ya lo ha de saber) la capacidad motivadora de su pasotismo que, a fin de cuentas, no es sino una manera desgarradoramente irónica de vivir contracorriente en (in)sano y pacífico individualismo. Gran tipo, el Harvey ese.
Mi vida no es contracultural y lo de contracorriente es más bien interno, por tanto abstracto, por tanto incomprensible. No va. Tampoco he crecido en un ambiente convulsionado por los conflictos sociales, sólo normalito para la época: mi padre, comunista convencido y activista de los buenos, con un mal carácter reprochable, discutible sentido del humor, federado bancario y luego, fotógrafo y comerciante independiente. Mi madre, profesora de aquellas muy cultas, que se iba a la huelga nacional habiendo adelantado clases y evaluaciones a sus alumnas, pues su conciencia no le permitía dejarlas en el aire (y porque tenía tiempo, seamos francos, que yo, por entonces hija única, no daba tanto trabajo como mis adorables hermanos).
Nada inusual respecto a los demás miembros de la familia. Mentira, sus intrincados historiales bien habrían podido recrearse en una extensión de Macondo, pero como nadie aquí tiene la genialidad de García Márquez, así lo dejamos nomás.
Tal vez algún día me anime a escribir sobre los jóvenes de mi pueblo, que apedreaban maricones, cojos y locos, en mancha*, bien valientes ellos; o acerca de los helicópteros del ejército que pasaban cerquita de nuestras infantiles cabezas, todos con mandíbulas y ojos diabólicos pintados, llevando tropas a la frontera ecuatoriana. Ah, esas épocas de conflicto, apagones, alarmas y cierres de colegios (¡lo bueno de la temporada!). ¡Quédense con su violencia terrorista histórica, compatriotas del nororiente, centro y sur! ¡Nosotros tuvimos guerra de soldados, con tanques y todo!
Es que acabo de recordar a una compañera del master, peruana también, quien siempre buscaba atribuir a su región el sufrimiento de los peores desmanes históricos ocurridos en nuestro bonito país, a cuenta no sé de qué.
Y bueno, Iron Maiden. Se les quiere más (a estos y bichos parecidos) cuando se sabe que las juventudes de otros países no sólo tenían que pasar por sobre sus abuelitas cucufatas y curas desinformados para amarlos con todo su corazón, sino exponerse a la opresión absoluta de un aparato estatal fundamentalista. Bien ahí, Marji.
Y la Doncella dice:
Fly on your way like an eagle, fly as high as the sun. On your wings like an eagle, fly and touch the sun…
.
Yeah!.
Yeah!.
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*mancha: grupo, pandilla.
Comentarios
Un respiro de aire fresco para "Desde mis ojos"... lo disfruté.
Besos desde Magdalena del Mar!
:p