Princesa pirata

La fiesta era para princesas y piratas. Leí sobre esas convocatorias de gente disfrazada en una revista turística. El Fallen Angel es un restaurante muy afamado en Cusco, de dueño peruano y “propio”, a Dios gracias.

No podía ser de otro modo, yo fui pirata. “Piratana”, según Mónica, quien explicó su recién inventado término como la definición de una mezcla entre “pirata” y “gitana”.

Ese Viernes Santo estuve muy lejos de cualquier reflexión. El jueves me lo pasé llorando, si mal no recuerdo, por motivos ya explicados en este blog. Pero la experiencia repetitiva hace que los dolores, aunque intensos, duren cada vez menos tiempo. Podría decirse que estas cosas insensibilizan conforme se dan, una y otra vez.

De todos modos, no fue una careta la que mostré ese día. Fueron ganas limpias de estar con alguien que, sin mayor condición, me brindó su amistad sincera apenas conocerme, aquí, en un sitio nuevo. Y, salvo algún traspié controlado a último minuto, todo bien.
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Comentarios

edith dijo…
una fiesta de disfraces??? si todavia no estamos en halloween?? pero cualkier motivo es bueno o no??

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