Un sábado 7
Hoy mi padre cumpliría 52 años. No fue el mejor hombre del mundo, pero me enseñó a luchar, a estar sola aquí y ahora. Lo amo, porque, junto a mi madre, me hicieron fuerte.
Casi olvido la fecha, me he pasado el día rumiando la amargura que provoca en mí la “dulce inconciencia” de algunas personas, que les hace herir, herir, herir y seguir hiriendo, en un incomprensible afán por quedar bien.
Cuando una fiera ha sido lastimada, no se deja tocar, ni para que la ayuden. Es lo que soy, es lo que espero que mis amigos y amigas entiendan.
De todos modos, no es tan malo todo esto. Las cosas siguen por un buen rumbo. Tengo miedo, pero tampoco me voy a morir. Lloro, sí, pero no tanto como para perderme la noche y las estrellas.
Papá, perdóname por pensar a veces que no tengo a quien dedicar mi alegría, que estoy sola. Perdóname por esos excesos que, afortunadamente, no puedes ver, ni sospechar. Pese a todo, sigo estando bien.
Comentarios
Cuidate mucho, eres mas fuerte y mas grande de lo que tu misma crees.
Me pasé por tu blog y me gustó mucho.
Un abrazo del Tío Bob Patiño.