Aharon

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Me viste llorar. La herida empezó a hacerse en el mismo lugar donde más tarde penetrarían palos, piedras y veneno, pero así pequeña, sabías tú, ya dolía. Por eso te quedaste conmigo, pese al frío, me obsequiaste la mitad de tu aislante y tu lado del saco, más caliente que el mío.

Cantaste en hebreo a las estrellas. Dulce. Miraste conmigo los relámpagos, debajo de la alfombra de nubes a nuestros pies, en algún lugar de mi sierra. Olvidamos a los demás y las cuentas y las vergüenzas y tú hombre, yo mujer. Me abrazaste con el calor de tus pasos, tus batallas, tus búsquedas. Y velaste mis sueños.

Cuidaste de mí como lo más importante que tenías en el mundo. Pocas personas me han amado de ese modo y en eternidad. Sólo tú has hecho por mí ese viaje que he viajado tantas veces, por otros.
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Debí aprender más de ti.

Me llevaste en tu diario… ¿Aún me tienes?

Sé que estás bien.

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