Pamplona
No la recordaba tan fría. Sin embargo, hizo buen sol y bajo sol, en clima seco, se está muy bien.
También se está a gusto andando caminos ya conocidos, aún recordando no haber contado más con volver a hacerlo. Incluso, como dijo Alberto, cuando todo parecía un comentario sencillo, sin mayor certeza. Lo que era, claro está.
Y sucedió, después de seis años.
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No necesité ser explícita. No necesité discutir. Las sonrisas, los preciosos ojos de Nerea, sin cuestionar, sólo observando, escuchando. Personas diferentes, pero hermano y hermana, ambos.
Podría decirse que perder el rastro tanto tiempo enfría las relaciones. Depende. Las parejas tienden a romper, ese tipo de amor es frágil cuando es falso (y pocas veces es real), pero el amor de amigos es superior, casi divino. Pareciera que no, pero ahí está. Pareciera que no, pero hay cariño, y el paso del tiempo no se siente, ni la edad.
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De vez en cuando, leí recientemente, los seres humanos ansiamos relacionarnos con quienes nos entenderán y nos acogerán, aunque hablemos sólo en medias palabras. Ya pasó la etapa de querernos querer, ya nos queremos y, por ello, nos aceptamos.
A veces, sobre todo cuando te lo piensas, descubres que “ser nuevo en un lugar” fatiga mucho. Tal vez por eso, como propuesta inicial, rechacé dedicar tiempo a los intercambios exclusivamente personales, para dar preferencia a lo académico y, por qué no decirlo, al “contacto útil”.
Pero soy social por naturaleza, aunque no pertenezca en particular a ninguna especie.
Y ha sido bueno dedicar el sábado a quienes no sólo caigo bien, gusto y/o llamo la atención, sino a dos personas que me quieren desde hace mucho tiempo.
Entonces… Debo agradecer a Dios (y a estas fechas de mierda) esos abrazos interminables y fortísimos, que acaban sólo porque el bus se va. Son cosas que se echan de menos y así es mejor, porque luego adquieren mayor valor.
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