Inti Raymi

¡Napaykuykin, Qhapaq Inti!
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Ya has tonteado mucho, me dije. Ya te queda poco tiempo. Sí, sí, todo bien, la experiencia, los amigos, alguna aventurilla tierna. Dejaste las clases de quechua cuando empezaste a viajar, del monte a la selva y de la selva al monte. Y has tenido tiempo de caminar, conocer, leer, ver películas que los piratas de Piura ni siquiera consideran dignas de reproducir, siendo verdaderas joyas del cine internacional. ¿Que qué más se puede pedir?

Paz en el mundo, que nunca viene mal. Justicia. Sabiduría para los gobernantes y buena voluntad para los pueblos. Hum… Que pronto empiecen a remunerar el trabajo de mamá, que la adolescencia de los hermanos menores no sea tan dura, sobre todo para ellos… Que papá esté en el cielo y no se entere de mis burradas, que los buenos amigos y las buenas amigas no salgan nunca del corazón, más algunas peticiones personales-no-egoístas que siempre rondan en las cabezas humanas, quieras que no…

No noté que hiciera más frío que otras veces, ese 21 de junio, pero sí hubiera preferido no tener que caminar desde donde Elías y Karma, hasta mi casa, algunas calles más arriba, creo que con la presión baja (porque yo me lo busqué) y colada hasta los huesos. Saliendo del jardín tantas veces recorrido, noté en el techo una sombra humanoide, que me asustó por algunos segundos, no lo voy a negar.

Es un muñeco, me dice Elías. Los ponen allí para que espante a los espíritus malos, sobre todo en esta época de fiesta, donde los traviesos demonios salen a pasear entre los transeúntes, porque no quieren que se haga la oración al sol. Es 21 de junio, amiga mía, solsticio de invierno. Hoy la tierra está más lejos del sol, por eso el Inti Raymi se celebraba en esta época…

Para pedir al Inti su calor y su luz, que traen prosperidad a estas tierras.

Cusco es una de las ciudades con más feriados que he conocido, ¿sabes? Días libres, puentes, como lo entiendas mejor. En mayo es la bendición del Señor de los Temblores. La segunda semana de junio, el Corpus Christi, con los santos que llegan desde todos los distritos colindantes a la ciudad imperial, llevados en andas, entre danzas y ceremonias cristiano-paganas, que si los curas no se quejan, nosotros menos, pues. Esto, sin contar que el pueblo en su totalidad se vuelca a las calles y al estadio cada vez que hay partido del Cienciano.

Da gusto encontrarse a las comparsas en las avenidas (les encantan los bailes del Altiplano, por lo visto), pero no tanto si por ellas cierran el tránsito y acabas llegando a tarde a todos lados, peor que en Lima, ya te digo.

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Pero a partir del 18 de junio todo es peor, o mejor, o particular, sin dar una clasificación valorativa. Personalmente, me gustó. Me pasaba las mañanas, muy de mañanita, mirando con la boca abierta, cual provinciana recién subida, todas las danzas y desfiles. Colegios, instituciones varias, públicas y privadas, pasando todos coloridos y musicales, ante (léase con bombos, platillos y voz de animador de fiesta pegándoselas de solemne) “¡La contadora colegiada, Dra. Marina Sequeiros, alcaldesa de Cuscooo!”, experta en colocar botes de basura sólo en las zonas de mayor concentración turística y cambiar el sentido del tráfico en calles estrechas, de un día para otro (es de lo que los taxistas viven quejándose aquí).

Muy aparte de la parafernalia armada por los políticos y su séquito de organizaciones afines (introduzcamos en el paquete al Instituto Nacional de Cultura), estas fiestas son aprovechadas por el pueblo para dar rienda suelta a sus emociones espirituales más íntimas. A saber:

  • Las señoras beatas, esas que se ven por todas partes, aprovechan para hacer lo que mejor saben hacer públicamente: rezar y hablar mal de quienes no rezan como ellas.
  • Las familias de rancio abolengo, tradicionales, siguen las celebraciones vestidos de gala (terno, vestido y sombreros), sacando pecho y disfrutando de sus privilegios en primera fila.
  • Las familias adineradas, pero no arraigadas, aprovechan para irse a sus casas en el Valle Sagrado, o cualquier otro lugar, lejos del mar de gente, turistas e “indios” que llenan la plaza y alrededores.
  • Los de la clase media "culta", representada mayoritariamente por funcionarios públicos, maestros, catedráticos y estudiantes, disfrutan la festividad y participan en los desfiles y danzas. Además, se reúnen en los quiosquitos de las plazoletas adyacentes al centro de la ciudad, y disfrutan de una gran variedad de platos típicos: chicharrón, lechón, cuy y, específicamente en el Corpus Christi, “chiri uchu”, una orgía de carnes frías, tortilla, yuyo, cancha salada y queso, que tal vez no se lleve muy bien con hígados en proceso de adaptación a la altura, pero es, sencillamente, deliciosa.
  • Las personas pobres de la ciudad, que aprovechan la coyuntura para vender comida, artesanías y mendigar.
  • Los rateros, que se alistan para robar a la cantidad de turistas desubicados que encontrarán entre apretujones y música. Debemos señalar aquí que muchos de los ladrones de fiesta llegan de otros sitios y sólo para la ocasión.
  • Los campesinos, que son pobres y hacen algo de comercio, pero también aprovechan la coyuntura para rezar al Apu y al Apu Yaya (es decir, a mi cerro y a Jesuscristo, que es el papá del cerro, pero a los dos, sin distinción, con más cariño sentimental a uno, porque así me lo enseñaron en la parroquia, y con respeto ancestral al otro, como hacían mis abuelos). Sincretismo religioso, le llaman.
  • Los turistas... Cientos de turistas.
  • Los hippies y artesanos (incluyendo aquellos de Tumbes que sorprenden a las gringas de Máncora contándoles que son cusqueños).
  • Los visitantes coyunturales y demás bichos inclasificables, como esta servidora, y
  • Los que pasan totalmente del asunto.


¡Intillay! ¡Taytallay!

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El sol de Cusco muerde la piel. En Piura o Sullana, mueres deshidratado doquiera que vayas. En Cusco no, bajo sombra, la temperatura baja considerablemente, pero busca que te dé en el rostro y los hombros, puedes sentirlo presionándote fuerte, aunque esté lejos en esos días de cambios climáticos y movimientos planetarios.

La vida nocturna en el centro del mundo es atractiva las dos, tal vez tres primeras semanas. Luego, la oferta se acaba. Si quieres conocer gente realmente interesante, mejor permanece sobrio. Si quieres sentir el paso de los días, aléjate del exceso que te lleva a arañar el suelo, por más y más. Sólo, disfruta cómo el sol destroza tu epidermis por algunos minutos, sin excederte, para evitar el cáncer a la piel, y mira con atención cada terraza, cada construcción colonial, cada piedra de muchos ángulos incrustada magistralmente en el muro, cada detalle que no se repetirá para ti, si estuviste distraído, ebrio o drogado.

Es fácil cometer excesos en una ciudad diferente, sobre todo en Cusco, disfrazada de cosmopolita por la cantidad de extranjeros que andan sus calles, pero bastante conservadora, elitista y parcializada respecto a su propia cultura, que se deja ver claramente en la pésima atención de muchos establecimientos públicos, liderados por jóvenes de la ciudad. Nada que ver con el mundillo académico (quienes, literalmente, creen vivir en el "centro del mundo"), ni con las mamachas del mercado, que en español y quechua se gritan la vela verde y pelean a verso limpio por sus clientes. Es la diferencia entre saber quién eres y quedarte en término medio; entre sentir orgullo por lo que tienes y no valorar lo que posees ante los demás.

El día del Inti Raymi, domingo 24 de junio, valía la pena despertar más temprano que un domingo convencional. Valía la pena, también, mantenerse abstemio, para entender la ceremonia, con un ínfimo conocimiento de quechua, y conservar siempre una actitud abierta y respetuosa con cada símbolo, con cada individuo, con cada espíritu.

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La ceremonia empieza en el Qoricancha (Recinto de oro), que fue durante el Imperio Incaico un templo dedicado a la veneración del sol. Los conquistadores españoles, en su afán por erradicar el paganismo, construyeron sobre él el actual Monasterio de Santo Domingo, convirtiéndolo en una de tantas muestras de sincretismo religioso andino-cristiano. Afortunadamente, dejaron las bases de piedra pulida, los jardines y algunas habitaciones, que hoy pueden ser visitadas como parte de cualquier “city tour”.

El Inti Raymi, por supuesto, también fue prohibido en épocas de evangelización. Sin embargo, los pobladores del ande peruano se las arreglaron para seguir venerando a sus apus, tras la simbología católica convencional (vírgenes con ropas triangulares, asemejando a montañas o cruces plantadas al este, por donde sale el sol, como simples ejemplos).

En el año 1944, un grupo de artistas e intelectuales cusqueños iniciaron un movimiento que buscaba revalorar la cultura nativa del Perú. Fueron rescatadas muchas manifestaciones religiosas, gracias a las narraciones de la población quechua, cronistas e historiadores. Desde entonces, la Fiesta del Sol se impuso como una celebración anual, cada 24 de junio, coincidente con el aniversario de Cusco, y representada por un grupo de teatro y danza que ensaya siempre con muchos meses de antelación. Ser el Inca es todo un honor.

La representación de la ceremonia al sol empieza en el Qoricancha. Luego, el Inca y su séquito se dirigen a la Plaza de Armas, donde ofrendan chicha de jora y productos agrícolas, pidiendo por la prosperidad de la región. Después, todos se trasladan a Sacsayhuaman, centro ceremonial y administrativo, situado en una colina, al norte de la ciudad de Cusco. Aquí son recibidos con el sonido de los pututos, tocados por los sinchis, guerreros situados en las partes más altas de los muros de enormes piedras talladas, portando banderas del Tahuantinsuyo.

Ese día, cientos de personas peregrinan hacia las famosas ruinas.

Los turistas y visitantes que no pagamos la entrada a la platea principal (cuesta entre 80 y 300 dólares, habrá que confirmar preguntándole a Bill Gates), debemos sentarnos en las colinas de alrededor (“platea alta”), para apreciar el espectáculo y tomar las mejores fotografías posibles. Las familias cusqueñas, rurales y urbanas, llevan preparados sus platos típicos, a base de papa, queso y cuy, y pasan un bonito día de campo.

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¡Causachun, Qosqo!

Al terminar las celebraciones de aniversario, empieza el trabajo duro para los responsables de limpieza y el Instituto Nacional de Cultura. Es que un mar de gente no puede desaparecer sin dejar estragos: papeles, restos de comidas, marcas de meadas en las esquitas de los muros de Sacsayhuaman (sí, tal como lo leen)...

La ciudad vuelve a su normal desequilibrio y vistosos contrapuntos socio-económicos. El arte bohemio recobra su señorío en el barrio de San Blás, las discotecas abren y a volver a la rutina, que el lunes no tarda en llegar y eso también es bueno.

¡Oh, Cusco! Tus contradicciones te hacen aún más bello y apasionante, como apasionante y bello es el Perú.


Comentarios

Ernesto dijo…
Gracias por compartir la belleza que ves desde tus ojos....

Contrastes mil.... dificil no quedarse impactado asi como lo cuentas.
D for disaster dijo…
holas. a mí me puedes contar entre los distraídos, ebrios o drogrados que pasan de todo, aunque tal vez me encuentres tomandole fotos a un gato distraído, ebrio o drogado que pase de todo, sentado en algún escalón lejano (escalones por todos lados, ideal para sacar piernas). aún recuerdo tu crónica piurana sobre la calle con las best bitches in town. tal vez haga una de lima, cuando deje de pasar de mi blog. un abrazo.
Vero dijo…
Excelente post, uy bien detallado todo, yo he ido al cusco 3 veces y nunca dejará de impresionarme todo lo que has contado y conforme lo viví.
Me vi toda la ceremonia por TV, aunque me hubiera encantado estar ahi.
Saluditos :)
Anónimo dijo…
relato sencillo pero muy hermoso. Tienes mucho potencial. Exitos.
salu2. Tcallec.

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