Adrián

Papá siempre amó la música, y atesoraba dos torres de discos de vinil en su rincón de la casa.

Nunca creció, si entendemos por crecer sólo escuchar apasionadamente música criolla, bebiendo cerveza. Él tenía un momento para sí, casi todas las tardes, dedicado a sus discos, ordenarlos, oírlos, limpiarlos.

Aprendí de música con él y mamá, aunque ella siempre fue más clásica. Papá dedicaba su ocio a darnos vueltas por Sullana en la moto, leer, escribir cosas que rara vez mostraba, y soñar mientras pasaba de gaitas a charangos, de naves espaciales en pleno tecno alemán, a señoras chicheras y tíos caimanes, letras difíciles de entender a los 6 años, pero aún así, grabadas en el inconsciente.

Debo decir que tengo un prejuicio respecto al ambiente musical que me hace sentir en calor familiar, por eso amo a Ángel, David, Claudia y Eddy, a sus reuniones y cumpleaños tranquilos, oyendo a Shocking Blue, REM, Dire Strais, U2, Toto.... Crecí con esa música y no es una coincidencia que mis amigos más queridos (no te ofendas por llamarte “amigo”) me hagan recordar mis tardes sentada en el piso, con alguna muñeca, viendo a papá disfrutar de las canciones.

Gracias por la música.

Haciendo un giro brusco y totalmente justificado en este post, quiero compartir con ustedes una canción que, con sólo evocarla, me encuentro sentada en la casita chiquita de la calle Callao, en Sullana, hace casi 20 años.

Bajo su paraguas una tarde gris
A un pequeño parque llegó
Y en un viejo
banco se dejó caer
Y se durmió

Soñó con ser un gran
señor
Soñó con una casa en la ciudad
Y un perro fiel en su jardín
Y una
mujer hermosa a quién amar

Soñó con ser, soñó con ser
Un
ciudadano más

Adrián, Adrián
Un ser humano como los
demás
Adrián, Adrián
Un ciudadano más

Cuando de repente
escuchó una voz
Que le llamaba y se despertó
Y por el perfume pudo
presentir
Que una mujer

Estaba ahí, muy junto a él
Queriendo
compartir su soledad
¿Quién eres tú? Le preguntó
Una mujer del mundo, nada
más

Y la besó, y entre los dos
Formaron un
hogar

Adrián, Adrián
Un ser humano como los demás
Adrián,
Adrián
Un ciudadano más


Papá me contó que el autor, un español llamado José Luis Perales, escribió esta canción desde el exilio, durante la dictadura de Franco. Entonces, trataba de explicarme cuán grande era la patria, cuán libre ha de sentirse un hombre al poder caminar por su país sin sufrir persecución, cuánto vale para un ser humano encontrar la paz de un hogar y un amor bonito. Cantidad de cosas sencillas que la modernidad se ha empeñado en rotular de “mediocres”, pero cuánta felicidad reportan.

He recordado la canción debido al nombre: Adrián se llama la “musa inspiradora” de este blog. Lo inicié hace más de un año, luego de que el buen Adrián decidiera que debíamos romper nuestra relación, porque la lejanía entre nosotros no tenía remedio: él en España y sin ganas de regresar a Perú, yo en Perú y sin ganas de irme.

Creo que le debo un homenaje, pues pese a haber sido un amor trunco, se encargó con buena gana y dulces maneras, de dejarme muy en claro cuál era mi valor humano, de mujer, y cuántas cosas maravillosas merecía.

Imagino que ha pasado a muchas personas esto de encontrar a alguien que traiga el “polvo mágico”, cicatrizante de heridas. Claro, luego se van y dejan un raspón nuevo, pero ya no es mortal…

El tal Adrián es español, y cuando le conocí, en Chalaco (raro, ¿no?), no tenía la más mínima intención de ser amable con ningún hijo de su madre patria, pues ya había conocido a una camada de cooperantes de por aquellos lares, harto problemáticos. Allí tuve a “bien” ilusionarme con uno de ellos, y me creí correspondida, pero… nada, no sólo no era un buen hombre, sino tampoco una buena persona.

Fue en ese capítulo de mi vida cuando sufrí mi primera gran depresión medicada: bajé 5 kilos de golpe, entré en un extraño estado de hiperactividad inconsciente y me dedicaba a juegos riesgosos entre carros y puentes, los cuales me valieron la clasificación profesional de “suicida”. En realidad soy demasiado cobarde y “positiva” para ser suicida. En fin.

Lo más gracioso de todo, ahora que lo recuerdo, es que no quise mucho al chico. Simplemente, me dolió la agresión injusta, agresión de alguien que yo entendía como “bueno”. Y es que si estas cosas no pasan, uno nunca aprende (y es lo bueno, a fin de cuentas).

Un año después, conocí a Adrián, y lo traté con prejuicio y generalidad. Como le gusté desde que me vio, y era realmente un niño de buenos sentimientos, estuvo ahí detrás, hasta que di el brazo a torcer, porque, para qué negarlo, a mí también me gustó.

Fue una historia de “amor-complicidad” muy bonita, pero bastante corta. Nunca dije “te quiero”, pero él sí y es lo único por lo que podría tacharlo. Recuerdo que, por msn, conversé con todos mis amigos de España, de la época de la Universidad de Navarra, preguntándoles: “¿qué quiere decir realmente un español cuando dice `te quiero`?”… ¡Las cosas que uno hace a veces! ¡Qué risa!

Él se fue a España y yo quedé, cual Penélope, a su espera. Pero luego de algunos meses, él ya no pudo más y yo… no sé, yo estaba esperando, porque era lo que me tocaba y procuro no fallar en estas cosas, sobre todo si el tipo lo vale (dulce ingenuidad que da la falta de experiencia). Sin embargo, una vez que le dicen a una que ya no la quieren, ni tonta para quedarse ahí, ¿verdad? A seguir con la vida, que gracias a Dios aún hay esa oportunidad.

Adrián es uno de esos ex amores que no duele recordar, ni siquiera porque ya no se les tiene. Entran y salen de la vida con tanta suavidad, que apenas hacen daño. Son eso, el “polvo mágico”, la nota que hacía falta para recordarte que eres buena, que eres bonita, que el que te dañó a la mala es el verdadero malo de la película, que la vida sigue y que hay que sonreír.

Digamos que con este niño dejé completamente de lado la idea romántica que tenemos muchas mujeres, acerca del “chico malo que me quiere bien”. No sean ilusas, colegas, los chicos malos son eso, chicos malos. No quieren bien, no nos van a querer bien por ser bonitas, si ni siquiera son capaces de quererse bien a sí mismos, sin egoísmos ni violencia. Lo bueno no empalaga, lo bueno te hace feliz. Ténganlo en cuenta a la hora de valorar a las personas.
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(Además, entérense que por más buenos que sean, siguen siendo hombres, así que sus terribles dolores de cabeza les traerán, para darle emoción a la relación, jajajajajaja)
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Gracias a Dios hubo un Adrián en mi vida, o no existiría este blog… o no sería capaz de correr un nuevo riesgo, a pesar del miedo… o seguiría herida y no podría amar bien.

Hoy tengo el corazón lleno de amor, aunque duele que mi precioso esté lejos ahora. Sin embargo, mi David, debo decirte que espero sinceramente nunca poder/tener que dedicarte un post como éste.

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P.D.: Adriancito, si alguna vez lees esto, por favor no vayas a creer que lo he escrito sólo porque recientemente me has enviado el último disco de HIM, en orginal, no señor (jejejejeje). Aunque claro, te lo agradezco, soy la chica más envidiada por los hombres de mi oficina y la única en todo el norte del Perú con un ejemplar como éste entre sus posesiones… ¡Mil veces gracias!
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Comentarios

Angel dijo…
¿Qué quiere decir realmente una peruana cuando dice `los amo`?
;)

Mañana que voy por la u paso por tu ofi, como que vemos lo de tu radioblog y el nuevo template.

Un abrazo.
Mamá de 2 dijo…
Hum... no sé, si está en su comento de "diva", seguramente significará: "gracias por ser parte de mi séquito y hacerme sentir tan bien", jejejejejeje...

Por otro lado, nuestro amigo Marcos me explicó que un español nunca dice "te amo", porque suena demasiado serio (y los peruanos vamos por ahí, al menos, los que conozco). Sin embargo, el "te quiero" es más suave, más fácil de decir, pero su significado depende de cómo se diga (sigue toda una tesis de absurdos subjetivismos que no pienso escribir...)

Yo uso el "amo" como quien dice "amo a mi mamá". Es decir, es verdad, es impersonal y es bonito. También suelo usarlo con amigos, hermanos, tíos, primos, pero en monólogo. No me atrevo a soltarle algo así a alguien (lo acepto, lo hice una vez, pero fue acompañado de un sonoro ¡HUEVÓN!), ¡con lo que me cuesta decir "te quiero"!

Bueno, todo un trauma de terminología (¡gracias, amigo Marcos!).

Un abrazo.

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