Flashback

Conocí al neandertal hacer tres años, en una de las famosas quermeses del Santa Rosa, fiesta jubilar en mi querida Sullana-Tijuana city. Lo cierto es que, de entrada, me cayó bastante bien, sin embargo, empezó a resultarme antipático cuando noté que acompañaba a su mujer, una amiga del colegio, hasta al baño. Pero bueno, no era asunto mío.

Ya por la noche, nos fuimos en grupo a otro local, para “seguir la juerga”. Vinieron los dos casados, más otras tantas, mientras la más fashion de mis ex compañeras de clase me reclamaba el haber coqueteado descaradamente con un chico que acababa de presentarme, y yo no entendía dónde estaba lo malo, si ni él ni yo teníamos lío alguno con nadie más, y a lo mejor no le volvía a ver en mi vida.

Una vez en la nueva pista de baile, todas las chicas “solteras y sin compromiso” se pusieron a un lado, a la espera de que el novio de alguien más las saque a bailar, porque qué feo hacerlo sólo entre mujeres, delante de tanta gente conocida. Afortunadamente encontré por allí a un viejo amigo, de los míos, y me fui a bailar con él, como sea, como si nadie más estuviera viéndonos, a gastar energías y bajar un poco el alcohol, sin más.

De pronto, oí una pregunta tonta: amiga, ¿bailas?... un grito rabioso: ¡Es mi esposa! Golpe…

El neandertal, echando espuma y sangre por la boca, abalanzándose sobre un pobre remedo de punkie que estaba bien acompañado y a punto de hacer “hablar” a sus amigos. Debí seguir pensando que no era asunto mío, pero el instinto de conservación del grupo, este que tengo y que me va a provocar un prematuro derrame cerebral, este mismo, me hizo tirar de la camisa del pobre imbécil indignado por nada, antes que lo maten, y lo saqué del problema, por tres segundos…

Me empujó, me tiró al suelo con el brazo, de lo ciego y borracho que estaba, y se lanzó una vez más sobre el insolente que había osado invitar a bailar a SU mujer (de 23 años, guapa y con el sacrosanto aro de bodas disimulado por las luces psicodélicas).

No recuerdo más pormenores, pero sí que el buen amigo de entonces, el del baile a nuestro aire y sin complicaciones, me tomó de la mano y me sacó del lugar.

De salida me encontré con el feliz y joven matrimonio. Ella, avergonzadísima, él, aún vociferando, con sangre en los dientes. Mi amigo apretó más mi mano; yo, sólo me despedí de la chica e hice un gesto de desaprobación y pena, por una muchacha tan bonita y alegre, ahora condenada a pasar el resto de su vida con semejante animal, y ojalá que con ella no se meta así de feo, y ni modo, fue su elección y les toca sacar las cosas adelante, que tienen un hijo y motivos de sobra para madurar así, a la mala (sí, claro, cada quien escoge sus desgracias, hay que resignarse, luchar, soportar… ¿Y Dios está totalmente ciego?).

Me ha contado la más fashion de mis ex compañeras de clase que el neandertal sí se mete con ella, que a veces la golpea. No sé. Sólo sé que mi amiga, la joven esposa, estará eternamente agradecida con su buen marido, quien ha dejado una vida de niño engreído, adinerado y de mamá totalmente consentidora, por la humilde casa de sus suegros. Qué asco siento. Y esto no es asunto mío, no señor, no es asunto mío... Pero qué asco siento.

Comentarios

Anónimo dijo…
buen adjetivo el que le pusiste.
no entiendo como pueden haber hombres que hasta a el baño las acompañan a sus esposas.

que falta de confianza!
...por qué se dan esos casos? Y es que es tan frecuente ver la frescura, belleza y alegría femenina acompañando la triste brutalidad de tipos como el que narras. Lamentable. Saludos.
Mamá de 2 dijo…
Así es, muchachos... Lamentable. Y difícil de resolver, sobre todo si quien tiene el problema no se entera y cualquiera que lo vea desde afuera, no tiene idea del "todo". En fin, shit happens, todo el tiempo, todo el tiempo. Qué más da.
SERGIO dijo…
Quién es más culpable pienso yo, el hombre que pega o la mujer que lo aguanta?

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