Sumas y restas

El otro día un profesor del master nos preguntó si estábamos a gusto aquí. El colombiano respondió que sí, muy a gusto. Lleva poco más de un año en Bilbao y está por terminar su período de prácticas. Yo hice dos años hace pocos días. No contesté, sólo sonreí y me encogí de hombros. El buen hombre infirió, sin ser un genio, claro, que no estaba contenta. Entonces, agregó: “Pero aquí sigues, maja”. Es verdad, aquí sigo…

Permítaseme convertir un simple diálogo retórico en matemáticas:

1. Llegué en noviembre de 2007, para hacer un master, sin ningún tipo de beca, totalmente endeudada, pero aún ilusionada por haber conseguido vencer una serie de obstáculos, etcétera. Eso sí, a trabajar durante las mañanas, como buena clasemediavenidamenos, ¡que aquí nadie es hija de gamonales latinoamericanos, por dios!

2. En mayo de 2008 me comunicaron que mi destino de prácticas sería El Salvador. No tardé mucho en descubrir que:
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  • Una sudamericana necesita visado para entrar en Centroamérica.
  • El trámite tardaría alrededor de 3 meses.
  • El centro de estudios donde hice el master me daría todo el apoyo moral del mundo, nada más.
  • No tenía dinero ni tiempo para perderlo en más papeleos (no volveré a contar la triste historia de la seguridad social para estudiantes).

3. Decidí irme a Perú a hacer las prácticas y, por ganas de no sentirme tan frustrada con eso de no tener libre tránsito en mi propio continente, y con intención ilusa de volver a ver a un chico con quien, por entonces, tuve un amago de romance, planifiqué las cosas de la siguiente manera: me voy 3 meses de prácticas a Perú y luego termino el proceso en Pamplona, de modo que tendré tiempo de buscarme un trabajito que me permita ir haciéndome de un ahorro y pagar deudas.

Digamos que este punto 3 es el único del cual tengo total culpa y, lo admito, fue una soberana estupidez.

4. Ya en Perú, fue difícil evitar la tentación de volver a entrar a Europa, pues tenía permiso de ingreso y pasaje (cortesía, eso sí, de una beca). En ese momento me sentí como se hubiese sentido cualquier personita común y corriente de un país del Sur, ante la posibilidad de buscar fortuna en el “primer mundo” (traducible a "hacer un doctorado"). Fui así de básica, así de ciega y así de impresionable. Y es que, a fin de cuentas, ¿qué soy si no una personita común y corriente de un país del Sur?

5. Al volver debí terminar mis prácticas, no remuneradas. Afortunadamente, unos buenos amigos de Pamplona me adoptaron durante 3 meses y mis colegas de la oficina encontraron el modo de compensarme de a poquitos mi esfuerzo y atención. Ya por entonces, mi cuenta bancaria estaba totalmente vacía y vivía de convites, como corresponde a una mujer independiente de 28 años, con estudios superiores, perdida por el mundo.

6. En Bilbao, a partir de enero de 2009, empecé a trabajar en una empresa pequeña. Debí hacer cosas para las que no estaba preparada: secretaría y administración de la oficina, más algunas labores de Marketing. Rechacé el Marketing como opción laboral por principios, allá en mis años universitarios. Y no tengo vocación de secretaria, lo lamento, soy una inútil para eso, demasiado compromiso, prefiero limpiar culitos.

Me fue mal allí. Por una serie de cuestiones personales, comprendí que no era un lugar apropiado para mí, pero traté de disuadirme y darme ánimos. Sin embargo, sucedió que:

  • Los primeros días de junio sufrí una crisis de ansiedad suficientemente fuerte como para tumbarme en la cama. Me pasé el día llorando, ahogándome en taquicardias y miedo, hasta que mi red de apoyo decidió llevarme a Madrid. Hecho. Pasé ahí una semana y volví decidida a dejar mi trabajo (y, con él, Bilbao).
  • Desde Madrid contacté con mis colegas de Pamplona, quienes en cuestión de días me ofrecieron un trabajo, bajo las siguientes condiciones: “Hacerte cargo de temas de proyectos y comunicación, jornada completa y, ya lo sentimos, pero no podemos ofrecerte más de 1200 euros netos”.

Había estado ganado menos de la mitad, con disponibilidad casi exclusiva...

7. Segundo craso error: me quedé en Bilbao, por un aumento de sueldo (siempre menos que en Pamplona) y ganas de terminar lo empezado… Tardé sesenta días más en largarme definitivamente, sin finiquito ni reconocimiento alguno. El sólo hecho de irme me convirtió en blanco de críticas, acusaciones e insultos.

De todos modos, me gusta haberme atrevido a romper una relación que me hacía daño… Pero claro, me quedé sin trabajo y con ahorros que me sostuvieron los meses de setiembre y octubre, más algunos ingresitos (150 euros o así) por diseñar carteles. Sí.

8. A diciembre de 2009, tengo 0,53 euros en mi cuenta bancaria usual, 300 en una a plazo fijo (que ya estoy por asaltar) y 100 euros en mi mesa de noche: 50 que me han sobrado de un pago y 50 que me dejó el pelirrojo, por si las moscas. Debo agregar que él, Ernesto y mis padres adoptivos de Pamplona me han ayudado a pagar habitación, comida y metro los meses de octubre y noviembre, y mencionar a mis amigos de la ONGD de Santutxu, por su compañía, apoyo, almuerzos comunitarios y vicios varios.

Así las cosas.

En este preciso momento me encuentro a la espera de un par de pagos más, grandes, por el diseño de una revista. Si todo sale bien, también haré algo en enero y entonces podré comprarme el billete de regreso a casa (mi permiso de residencia vence en febrero). Para entonces me darán el título de “Master universitaria en alguna cosa de esas modernas”, o sea que el ciclo quedará cerrado por completo. Me vine a hacer un postgrado, regreso con el cartón…

Entenderán entonces que no era fácil responder a mi profesor, pues la simple y única frase que se me ocurrió antes de decidir encogerme de hombros, no habría valido toda esta historia: “Sí, aquí sigo, porque he hecho malas gestiones y no tengo un duro para volver”.

Y agregaría en silencio: “Además, hay personas de las que aún no me quiero despedir, porque sé cuánto las voy a extrañar”…

Comentarios

Ernesto dijo…
Muy Dificil respuesta, si.

La vieja frase de "yo soy yo y mis circunstancias" cobra totalmente sentido en este momento. Mucho pesa el factor externo, de como las cosas no estan hechas para quienes quieren fajarselas lo mas legalmente posible, y si por el contrario ofrecen rendijas a quienes tienen el trampear informalmente como modo de vida.

Sabes mi opinion, no te cuestiones duramente por todos tus errores, solo por los que optaste con informacion completa, pues cuando la informacion es incompleta solo nos toca seguir al corazon.

Hay personas y entornos malos, y cuando toca salir pues toca salir, pues es lo mejor para uno.

Un abracito.
Ernesto dijo…
todo menos "personita comun y corriente, y lo sabes...

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