Vínculos y lazos rotos

Una de mis mejores amigas me ha contado una historia predecible, mas, aún así, difícil de creer: su alguna vez mentor y posterior detractor acérrimo, le ha escrito saludándole cariñosamente, como quien no quiere la cosa, y le ha propuesto “amistad”.

Sé que ella sufrió mucho, profesional y personalmente, por el comportamiento y murmuraciones del tío en cuestión, al punto de hacérsele muy difícil, años después, volver a su antiguo centro de labores, pese a haberse demostrado su “inocencia” y su eficiencia, aún con alguna imprudencia juvenil suya y rebeliones literarias contra tan estereotipado sistema.

Sólo pudimos aconsejarle: tranquila, tienes la conciencia limpia y toda una vida aparte. Sigue tu camino, sin mirar atrás. Cuando el dolor por lo ocurrido invada tu corazón, piensa en lo que ahora es tuyo y réstale importancia, pues él, todos ellos, ni siquiera merecen tu pensamiento.

Ha tardado más de tres años, la pobre, en estar mejor respecto a este tema. Por azares del destino, el tío que le hizo daño, tuvo luego problemas con la institución. Ahora, la institución deslinda responsabilidades, pero tampoco es de fiar, ella lo sabe.

Amistad… ¿Alguien entiende lo que eso significa? Un amigo es un hermano escogido. Un hermano es quien procura hacerte bien, en cualquier circunstancia.

Los amigos no hacen daño injustificado. Tampoco son ángeles, sino humanos. Se equivocarán, pedirán perdón, enmendarán, pero no buscarán, de manera intrigante, hacerte pasar por un mal rato, aunque estén drogados, aunque las hormonas los gobiernen…

Los errores entre amigos pueden doler, pero no se entretejen en una telaraña de acciones negativas, ni alargan el mal durante días y hacia muchas personas… Si mi mejor amiga dejase de hablarme, sería muy triste para mí, pero me preocuparía en buscar los motivos, puede que quien haya cometido el error sea yo. Es un mínimo precio a la amistad verdadera: ceder, tragarse el orgullo y saber decir “lo siento”.

Entonces, ¿de qué amistad habla el ex detractor de una de mis mejores amigas? ¿Cómo puede creer que ella lo adoptará como “hermano” luego del lío que armó? ¿De dónde se saca toda esa confianza perdida?

Anoche, en la cena, una compañera de trabajo se preguntaba lo mismo, a propósito de la historia de un par de rupturas amorosas mías: ¿Acaso los hombres traen consigo un chip incorporado, que les hace creer que es posible que los aceptemos como amigos, ¡como hermanos!, luego de que nos han hecho daño?...

Con esto, redujimos la actitud discutida a sólo un género: el masculino. La presencia de un orgullo básico más evidente en las mujeres, hace que podamos soportar más tiempo “de pleito”, sin hablar, sin saludar, en fin… Este período nos ayuda, en mejor o peor medida, a bajar la calentura, pensar, mirar el asunto desde varias perspectivas diferentes y, luego, decidir con más calma y mejor humor.

Sin embargo, sé de casos de mujeres que van detrás de su ex novio a proponerles “ser amigos”. ¿Cuándo se da esto? Cuando son ellas quienes han metido las patas: o se enamoraron de otro, o pusieron los cuernos, o rompieron la relación porque se sintieron insatisfechas y Dios sabe qué cosas más…

Conclusión general: el que quiere ser “amigo” es, justamente, quien se siente culpable.

La actitud discutida, entonces, deriva en una tendencia, muy humana, de “querer quedar bien”, tal vez para disminuir la carga de responsabilidad que nos ha caído encima, o porque alucinamos que el cariño de las personas debe ser gratuito… que podemos burlarlo, abusar de él, valernos de los momentos, y, luego de descartarlo, tomarlo de vuelta, de modo prepotente, como si fuera una obligación que nos lo den así como así.

Personalmente, me es difícil, casi imposible decir: “seamos amigos”. Cuando lo he dicho, he sido plenamente conciente de la utilidad del término, para mantener “buenas relaciones” con alguien, pero sabiéndolo totalmente vacío de contenido real.

He aprendido, desde muy chica, cuánto vale la amistad y el total derecho que tengo de escoger a los amigos que a mí se me dé la gana tener. Sé, también, que ser amigo de alguien es una responsabilidad muy grande, amainada por el amor que, poco a poco, conforme pasa el tiempo y la interacción, nace y se fortalece.

Me es muy importante tener personas en quienes confiar, pero igual de importante resulta saber cuán honestas pueden ser, cuán considerados con los demás, cuán capaces son de frenar sus ímpetus, para no jugar con los sentimientos de otros y otras, cuánto daño pueden evitar hacer, aunque esto les cueste un poco de molestia.

En el panteón de mis “ex novios” hay dos chicos (bueno, un chico y un hombre) a los que quiero con todo mi corazón. Las relaciones no funcionaron, de acuerdo, pero puedo recordar que me hicieron mucho bien. Uno de ellos, cinco meses después de no vernos (porque viajó al extranjero), me dijo que se le hacía muy difícil, pues no sabía cuándo nos veríamos otra vez. Le dije: dame tiempo, ¿sí? En un lapso de 3 meses, ya sin el dolor de la ruptura, pude ordenar datos. Sí pues, ni él volvería a Piura, ni yo me iría a verle en mucho tiempo. Además, ¿para qué alargar las cosas, si ni siquiera teníamos ganas, ni intenciones, de llegar a una formalidad más grande? El niño me gustaba mucho, pero había otras cosas que hacer…

Con el tiempo y las malas experiencias, aprendí a valorar más a este dulce “ex”, pues sigue siendo un muchacho íntegro, honesto y fiel a sus sentimientos. La que pasó una temporada haciendo burradas fui yo.

El otro, el “hombre”, fue un muchacho con quien compartí algunas aventuras entre Piura y Cajamarca, un “claro” en medio de la oscuridad y la congoja que había provocado en mí la peor de mis rupturas. Alguien que pude conocer bastante en poco tiempo.

Nada realmente “serio”, pues, casi por enseriarnos fue que decidimos dejarlo, antes de hacernos daño. Ni él ni yo estábamos preparados para una relación, no a nuestra edad ni en nuestras circunstancias. Hay un determinado momento en que el ser humano llega a darse cuenta de este tipo de cosas, aunque parezca necesario ser muy “frío” para alcanzar tamañas conclusiones. Pero así somos.

Entonces, “terminamos”, pero sin decirnos cosas dolorosas. Fue, realmente, “cortar en sano”. No había otros intereses, no había otras personas. Dolió, sí, pero no debí dejar de quererlo, ni superar alguna ofensa o recomponer expectativas. Fue a tiempo y bien. Hoy, él es uno de mis consejeros de cabecera, pues, con seis años más que yo, tiene experiencia suficiente para llegar a buenas conclusiones y, lo mejor de todo, ha superado la etapa de “competencia”, de odiosos chistes machistas y de gritos soberbios por hacer respetar lo que piensa. Ya habla con voz moderada, no se impone, salvo que el interés que quiera defender no sea sólo suyo. Por eso dije que era un hombre.

Caso contrario, también he estado con chicos que, pese a los buenos momentos, condicionaron mi querer, para luego lavarse las manos. Que llegaron a tratarme bastante mal dentro de la relación, a agotarme emocionalmente, y, al terminar, dijeron cosas demasiado duras y ofensivas.

En estos casos, ¿qué se puede hacer? No es obligación de nadie “quedar bien” luego de una ruptura, ni es la forma más “universalmente saludable”. Lo más saludable, creo yo, es hacer lo que el corazón nos dicte. No hacerle daño a la persona que nos hirió, pero tampoco permitirle formar parte de nuestras vidas, como si nada.

Todos nos equivocamos. Cuando herimos, podemos hacerlo en niveles más profundos, o más llanos, eso depende.

Una vez que no haya dolor, tal vez podamos plantearnos reconstruir una amistad. Reconstruirla, porque ha pasado a “fojas 0”. Para esto es necesario perdonar y considerar el valor de la persona por encima de tu caso particular. Si sabes que se equivocó contigo, pero de verdad vale la pena, puede ser que dé lugar a una nueva relación de amistad, si es que ambos están de acuerdo. Si no, entonces también vale dejarlo así.

El tiempo se encarga de borrar el resentimiento, pero tampoco tenemos la obligación de reanudar todos nuestros lazos rotos, sólo por civismo y buena educación. Si alguien no te es confiable, no te fuerces. Si algo aún te duele, espera a que se te pase, pues tienes derecho a ello (y el otro u otra tiene la obligación de entenderlo, sin enfadarse, sin exigir, sin condicionar y, mucho menos, sin hacerte sentir mal, o inmaduro, o lo que sea). Luego, decide…

Pero no seas amigo de alguien sólo porque te lo pide, pues la amistad es mucho más que “dar gusto para llevar la fiesta en paz”.

Comentarios

Anónimo dijo…
Doña,

Amigos, amigos, pocos. Siempre tienes un pata, un conocido, un compañero de estudios o de laburo para tomarte unos tragos o ir al estadio.

Pero amigos como tal, al menos en mi caso, muy pocos. Los cuento con los dedos, de una sola mano.

Solo 4. A uno lo conozco desde que tengo unos 6 años, hicimos juntos todo el colegio. A dos de ellos los conoci iniciando la secundaria. Un cuarto cuando llegue a la capetal, como checo provenceano en busca de futuro.

Por cierto. Los veo poco. Salvo uno con el que coincidentemente compartimos depa en estos días. Y otro con el que sobrevivimos en esta chamba de mierda, donde, karma común quizas, tambien estamos en la lista roja.

Y como me dijo uno de ellos, en borrachera, a los amigos los puedes dejar de ver 10 años. Pero cuando se encuentran, todo sigue en el mismo punto.

Y por cierto, coincido contigo, un amigo puede lastimarte. Pero nunca con intención. Y, como el cliche, un amigo esta a tu lado en cualquier momento. Y puede compartir contigo un par de cachangas con queso o un almuerzo ficho. Puedes haber tomado con el cañazo con pasteurina o seleccionar hoy un buen pisco y un bar fashion. El amigo esta siempre que lo necesitas, asi sea solo por el hilo telefonico.
Por cierto, espero me haya reservado un lugar en su agenda. LLego a la capetal dele empereo el sábado.
Mamá de 2 dijo…
Hola, Nicky.
Es verdad los que dices, "amigos" son pocos. Puede haber mucha gente buena a tu alrededor, pero no tienes con todos el mismo nivel de confianza que con tus hermanos o hermanas del alma...
Lo sé bien... mis mejores amigos están bastante lejos de mí. También es cierto aquello de que si les dejas de ver varios años, al reencontrarse es como si no hubiera pasado el tiempo. Es maravilloso.
Por eso mismo, me duele y hasta indigna que las personas se tomen a la ligera la amistad, que no entiendan lo que cuesta forjar lazos realmente fuertes y que la anden demandando como si esta fuera una simple "norma de buena conducta".
Por cierto, estoy en Puerto Maldonado. Regreso a Cusco el jueves o viernes de esta semana. Mi e-mail es: angelavalort@yahoo.es
¡Saludos!
Enzo dijo…
Entonces eres amiga de tus "ex" por algún sentimiento de ¿? ¿culpabilidad? ¿Diplomacia pos-amatoria?... Rayos!!... Mujeres por qué nos las complican!!
Anónimo dijo…
A veces es mejor dejar alli las cosas y no mirar atrás;una amistad es un tesoro valioso que cada uno tiene y si alguien en apariencia busca la amistad sólo para sentirse bien, pierde en el camino y confunde a la otra persona que si está abierta a dar una amistad sincera. Por eso estoy de acuerdo contigo.

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