Algún lugar...
Anoche llegué cansada a casa, después de un duro viaje de doce horas, atravesando en bus algunos pisos altitudinales del sur de mi país. Me di el lujo de comprar algunas películas, para las noches de días laborables, y ver una de ellas, con mis amigos. Pensé que estaría suficientemente cansada, que caería como piedra al tocar mi nueva cama, pero no sucedió así…
Tuve sueños entrecortados, insomnio inconsciente, malestar estomacal y mucho tiempo muerto, para pensar.
Una idea me había rondado los últimos días. Una idea que pensé descartada hace algún tiempo, cuando aprendí a trabajar y me acostumbré a un sueldo cada fin de mes. Planificando mi vida laboral y académica, teniendo seguro el amor de mi familia, olvidé mi naturaleza de mujer joven, y mis deseos de acompañar mi vida.
He intentado cultivar esa parte de mí, no lo niego. Empecé bastante mayor, pues tenía miedo de las rupturas, del sufrimiento innecesario y de esa necesidad contranatura de dejar de amar a quienes no nos aman. Sin embargo, toda mi vida amorosa, no lo voy a negar, ha sido un completo fracaso.
Pero… no me siento mal por ello. No ahora. De pronto, he comenzado a verme demasiado joven y demasiado ocupada. Me fui hace algunos meses de un trabajo que empezó a mellar mi ánimo y mis ideales. Fue duro. Tenía un buen sueldo, seguro social, oportunidad de echar raíces y sembrar mi futuro. Sin embargo, me fui.
Sentí que había llegado a un tope, que quería conocer más. Quise ser una persona completamente nula de conocimientos, con deseos de aprender, de viajar, de minusvalorar lo sabido hasta entonces, de empezar desde un punto neutro, hacia la limpieza de mi corazón y mi cabeza. Sabía que era necesario, porque ya soy parte de este sistema de competición y juegos sucios, aunque mi estilo aún posee elegancia y buena fe.
Me di cuenta que no tengo derecho a una felicidad simple y bonita, pues es el precio de lo que soy y seré. Aprendí que no es fácil para un hombre querer a una mujer como yo y, sobre todo, aprendí que me debo a las personas que me quieren de verdad y, antes de pensar en mí, debo procurar no fallarles.
Entonces, acepté que lo tengo todo y no tengo nada. Que soy capaz de ir a donde me plazca, con mayor o menor esfuerzo. Que mis sacrificios académicos y laborales valieron la pena, aunque al hacerlos nunca pensé que trascenderían…
Pero no tengo nada bajo mis pies. No tengo dónde echar raíces, no quiero querer a nadie, salvo a buenos amigos y amigas que siempre encuentro en el camino y procuramos hacernos bien… Es como haber vuelto al síndrome del post graduado, por la situación emocional, no por el síndrome. Ahora puedo elegir y tengo armas para seguir adelante, tengo posibilidad de aprender más, pero no pertenezco a ningún lugar…
No pertenezco a ningún lugar. Sin embargo, soy… libre.
Y recordé una canción, de una banda “poco profunda” (que me gusta), a la que nunca antes hallé sentido. La pongo aquí, porque sé que a más de una persona le hará bien saber que, en su incertidumbre, no está sola.
Algún lugar al que pertenezco
Cuando esto empezó no tenía nada qué decir, y me perdí en el vacío que había en mí. Estaba confundida, y lo dejé todo, sólo para darme cuenta que yo no era la única persona que se sentía así por dentro. Sin embargo, pese a no poder explicarlo, sabía que este sentimiento era lo único real que tenía.
Nada qué perder, sólo vacío y soledad, y la culpa es mía, y la culpa es mía…
Quiero sanar, quiero sentir que lo que creí no era real. Quiero dejar este dolor que he venido cargando por tanto tiempo, borrar todo el sufrimiento, hasta que se vaya…
Quiero sanar, quiero sentir que estoy cerca de algo verdadero. Quiero encontrar lo que he buscado por tanto tiempo: algún lugar al que pertenezco.
Tuve sueños entrecortados, insomnio inconsciente, malestar estomacal y mucho tiempo muerto, para pensar.
Una idea me había rondado los últimos días. Una idea que pensé descartada hace algún tiempo, cuando aprendí a trabajar y me acostumbré a un sueldo cada fin de mes. Planificando mi vida laboral y académica, teniendo seguro el amor de mi familia, olvidé mi naturaleza de mujer joven, y mis deseos de acompañar mi vida.
He intentado cultivar esa parte de mí, no lo niego. Empecé bastante mayor, pues tenía miedo de las rupturas, del sufrimiento innecesario y de esa necesidad contranatura de dejar de amar a quienes no nos aman. Sin embargo, toda mi vida amorosa, no lo voy a negar, ha sido un completo fracaso.
Pero… no me siento mal por ello. No ahora. De pronto, he comenzado a verme demasiado joven y demasiado ocupada. Me fui hace algunos meses de un trabajo que empezó a mellar mi ánimo y mis ideales. Fue duro. Tenía un buen sueldo, seguro social, oportunidad de echar raíces y sembrar mi futuro. Sin embargo, me fui.
Sentí que había llegado a un tope, que quería conocer más. Quise ser una persona completamente nula de conocimientos, con deseos de aprender, de viajar, de minusvalorar lo sabido hasta entonces, de empezar desde un punto neutro, hacia la limpieza de mi corazón y mi cabeza. Sabía que era necesario, porque ya soy parte de este sistema de competición y juegos sucios, aunque mi estilo aún posee elegancia y buena fe.
Me di cuenta que no tengo derecho a una felicidad simple y bonita, pues es el precio de lo que soy y seré. Aprendí que no es fácil para un hombre querer a una mujer como yo y, sobre todo, aprendí que me debo a las personas que me quieren de verdad y, antes de pensar en mí, debo procurar no fallarles.
Entonces, acepté que lo tengo todo y no tengo nada. Que soy capaz de ir a donde me plazca, con mayor o menor esfuerzo. Que mis sacrificios académicos y laborales valieron la pena, aunque al hacerlos nunca pensé que trascenderían…
Pero no tengo nada bajo mis pies. No tengo dónde echar raíces, no quiero querer a nadie, salvo a buenos amigos y amigas que siempre encuentro en el camino y procuramos hacernos bien… Es como haber vuelto al síndrome del post graduado, por la situación emocional, no por el síndrome. Ahora puedo elegir y tengo armas para seguir adelante, tengo posibilidad de aprender más, pero no pertenezco a ningún lugar…
No pertenezco a ningún lugar. Sin embargo, soy… libre.
Y recordé una canción, de una banda “poco profunda” (que me gusta), a la que nunca antes hallé sentido. La pongo aquí, porque sé que a más de una persona le hará bien saber que, en su incertidumbre, no está sola.
Algún lugar al que pertenezco
Cuando esto empezó no tenía nada qué decir, y me perdí en el vacío que había en mí. Estaba confundida, y lo dejé todo, sólo para darme cuenta que yo no era la única persona que se sentía así por dentro. Sin embargo, pese a no poder explicarlo, sabía que este sentimiento era lo único real que tenía.
Nada qué perder, sólo vacío y soledad, y la culpa es mía, y la culpa es mía…
Quiero sanar, quiero sentir que lo que creí no era real. Quiero dejar este dolor que he venido cargando por tanto tiempo, borrar todo el sufrimiento, hasta que se vaya…
Quiero sanar, quiero sentir que estoy cerca de algo verdadero. Quiero encontrar lo que he buscado por tanto tiempo: algún lugar al que pertenezco.
.
Y no tengo nada qué decir. No puedo creer que caí de este modo, de cara. Estaba confundida buscando en todos lados, sólo para encontrar que este no es el camino, que lo imaginé todo. Entonces… ¿qué soy? Todo lo que tengo, excepto lo negativo, aunque no puedo justificarme, todos están mirándome.
Nada qué perder, nada qué ganar. Sólo vacío y soledad, y la culpa es mía, y la culpa es mía.
.
No me reconoceré hasta que cambie esto dentro de mí. No sentiré nada más, hasta que mis heridas estén curadas. No seré nadie hasta que me libere de mí. Me liberaré, me encontraré a mí misma hoy...
Nada qué perder, nada qué ganar. Sólo vacío y soledad, y la culpa es mía, y la culpa es mía.
.
No me reconoceré hasta que cambie esto dentro de mí. No sentiré nada más, hasta que mis heridas estén curadas. No seré nadie hasta que me libere de mí. Me liberaré, me encontraré a mí misma hoy...
Comentarios
Lo se... pues te conozco esa capacidad aun cuando no te percates.
Y en el interin... acepta el meme que te he puesto pues !1 ;)