Markus

Mi prima Chío estuvo llamándome desde la noche anterior, pero no le hice mucho caso, veía la última función de “V for Vendetta” y la película estaba en lo más interesante de la intriga política y “multimediática”. La Obertura de 1812 nunca volverá a sonarme igual…

Por la mañana, casi coincidente con un rudo despertar, de los que tengo desde hace más de una semana, llamó otra vez. La noticia más bien me molestó un poco, pues fastidiaba mi “normal estado de depresión severa”: un amigo de Alemania está por aquí y quiero presentártelo. Sigue viaje al toque, pero al menos conocer gente y practicar el inglés te ayudará a distraerte un poco”.

Ni hablar, pensé, ¿para qué quiero conocer más gente, si ya me sobra la que tengo alrededor? Además, ¿quién le ha dicho a ésta que quiero distraerme? ¡No señor! ¡Si lo que yo quiero, justamente, es seguir revolcándome en mi sufrimiento, cual cerdo anoréxico, y llorando por quien ya no vale la pena! Más tarde llamaré a Chío y le diré que no puedo, que me duele el estómago, que me desmayé, ya veré…

Pero Chío insistió tanto, que ya pues, voy.

La mañana en la oficina fue extraña, no hubo mucha gente alrededor y pude llorar, abrazando a mi amiga Eli, por las cosas que han ocurrido en los últimos días. Qué dolor más grande, inesperado, inimaginado (¿existe esta palabra?). Pareciera que han arrancado, a la mala, un trozo de mi alma, un alma de carne y vasos sanguíneos, que arde y no deja de sangrar.

Así, con lágrimas secas en la cara y mis pestañas, salí un poco antes de la hora del almuerzo y me enrumbé a donde trabaja mi prima. Ella y su amigo me esperaban. Entusiasmada, nos llevó a recorrer su centro de trabajo, aulas, laboratorio, granja de avestruces, etc., etc., etc., mientras yo rumiaba mi bilis preguntándome qué carajos estaba haciendo allí y el buen Markus, que así se llamaba el alemán, tomaba fotos y era feliz.

Antes de salir del lugar, encontré a una amiga, otra conocedora de mi drama. Hizo la pregunta mala (¿cómo estás?) y me eché a llorar, más aún cuando supe que la historia de “mi falta de amor y abandono” se ha hecho larguísima. Sentí demasiado dolor y demasiada frustración de una sola, y decidí perder en sentido por algunos minutos, para recuperar las habilidades motrices y seguir viviendo. Chío y Markus miraban de cerca y tuvieron mucha paciencia.

Me invitaron a comer. No tenía hambre (hace días que no tengo hambre). Ya en el restaurante, aún con ganas de vomitarme a mí misma y sin posibilidad de retroceder el tiempo, ensayé: “my boyfriend left me the last week and I love him…”

Conté la historia, como pude. Lloré en inglés, mientras me preguntaba “why?” y repetía, cual autómata, “I’d never left him alone”…

Quizás nada lo dije bien dicho, pero Markus entendió. Ya con los dos compañeros de mesa enterados de mi drama, me sentí más tranquila y me animé a comer algo.

Regresé a la oficina con él, pues debía conocerla para pasar a buscarme en la noche. Ya frente a la computadora, apenas avancé algunas cosas del trabajo, pero sí empecé un nuevo proyecto: Editorial Hemisferio, de Lima, me ha pedido la continuación de un libro para adolescentes que escribí hace un par de años, sólo que ahora no me darán el argumento, ni el esquema, ni los posibles personajes. Ahora depende de mí, de lo que yo quiera, buena noticia que me dio mi amigo el cura antes de ayer.

He avanzado las tres primeras páginas, y aunque ha resultado ser una catarsis un tanto dolorosa, me ilusiona mucho la idea de publicar de nuevo, y una historia más personal, más mía.

Sirvió también conversar con mi amiga Lucía, quien dice verme demasiado flaca, demacrada y con la terrible arruga del ceño fruncido en medio de la frente. Los amigos son ángeles que Dios pone a tu alrededor, no hay duda.

Markus pasó a buscarme a las 7, como habíamos quedado. Fuimos a mi casa, allí encontramos a Chío. Me puse zapatillas y salimos rumbo a la Universidad Nacional de Piura, alma mater de mi prima. Seguimos hablando de todo un poco, lloré nuevamente, diciendo “adiós” (suele sucederme con todos los recuerdos). Seguimos camino, rumbo a casa de mi prima. Esperamos a Blanca, su hermana, y salimos a un karaoke, para cantar y tomar sangría.

Muchas cosas compartidas con el “chico nuevo”, muchas cosas en común. Traía su celular cargado de canciones que, de no haberlas tenido, hoy seguirían siendo tristes recuerdos. Ahora me recuerdan a él.

Cantamos en el karaoke, bien, mal, pésimo, bien otra vez. Dos jarras grandes de sangría entre cuatro personas y el estómago vacío de comida. Más temprano, durante el almuerzo y cuando aún rumiaba mi rabia, Markus me miró con muchísima ternura por un segundo. Ahora podía reír a carcajadas, pese a llorar a ratos, por algún recuerdo, por alguna canción de amor, and I know that you’re good, I know that you’re good, I know that you’re really good, my darling, aunque ya sea tarde para cantar tal cosa. Casi me toca “La Isla Bonita”, pero eso sí habría arruinado la noche (mi canción linda).

Bailé… luego de mucho pensarlo, bailé. Pensé que dolería demasiado, que no estaba lista para ello, pero lo hice y con ánimo. No volveré a bailar como lo he hecho en los últimos meses, pero pude hacerlo suave, música alegre que nunca llegamos a bailar juntos, pero cuánto nos habría gustado, justamente esa bailamos, y lo hice con Markus, con Chío y Blanquita, en un karaoke de Tallanes, a la una y media de la madrugada, entre semana.

Amé estar allí. Amé salir con mis primas. Amé conocer a Markus. Buen chico. Busca un amor tranquilo y bonito, un amor que no le dé sorpresas todos los días, pero sí la paz de conocer profundamente a quien comparte su vida consigo. Hoy sigue su viaje, bien por él. ¡Disfruta Máncora! ¡Felicidad en Alemania! ¡Enjoy every single day in your life!

Al final, cada quién a casa. Dejé al chico en el hotel y seguí camino, pero empezó a sonar en la radio del taxi “A diferent story”, by Peter Schilling. Le pedí volver, busqué a Markus y escuchamos la canción en plena calle: ¿lo conoces? Es de los ‘80s. Estamos locos.

Otra vez, rumbo a casa. Sola. Contenta. Ya en mi cama, repasando el día. Un mensaje de texto, from Markus. Sí, colega, yo estoy pensando exactamente lo mismo, no tienes idea de cuán igual que tú. Ya estamos domesticados y mejor que sea sólo así. Mi corazón fue gitano por algún tiempo, pero ya no (o tal vez sólo está fuera de entrenamiento). Además, lleva tantas heridas infectadas, que hasta huele un poco mal. Dejémoslo descansar. Un abrazo. Buen viaje. Hasta pronto.



P.D.: Quiero el corte de pelo de la hermosa Natalie Portman en “V for Vendetta”…

Comentarios

D for disaster dijo…
Jum. Shit happens. Pero también pasan cosas buenas. Before you notice you will be alright. ¡Ánimo!

Realmente me encantaría leer tu libro. ¿Cómo se llama?
Anónimo dijo…
¡¡¡¡No te confies de la Editorial Hemisferio,te exprimiran...!!!

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