Divagaciones con el estómago vacío
No pues, no tengo hambre, supongo que será parte del proceso. Sin embargo, la música ayuda y también las cosas por hacer en la oficina, aunque esto de estar dándome al 30% no es lo mío.
No he visto mariposas cerca lo últimos días, tal vez deba ir al campo y fotografiar algunas, aún necesito recuperar ciertas “razones de ser y hacer”, que al parecer he perdido de vista en los últimos meses.
Me encantaría viajar a ver a mis ahijadas en el caserío aquél, cualquiera de mis amigas colegas iría conmigo, y si no, el buen Justin dice que se apunta. Es gracioso, por fin he podido conversar más de 5 minutos con él, sin fastidiarnos. De hecho, me invitó al cine. Cómo es la vida, pensar que en este mismo soporte comenté en alguna época lo mucho que me dolía su sola presencia, por varios motivos poco claros, que ahora ya no importan.
Imagino que es el modo en que actúa el tiempo para sanar las heridas. Alguna vez pensé que sería un poco triste ver a algún amor presente simplemente como “alguien a quien quise, en tal o cual medida, y que ahora conversa conmigo de vez en cuando y me regala discos”. Sin embargo, ya cuando ha ido ocurriendo, con uno y con otro, me doy cuenta que no duele como uno pensaba, que “la pasión tormentosa” es apenas un recuerdo vago, y sólo queda gente, sin más.
Quizás no sea un trato justo éste, el de “repasar” a mis ex’s. Me doy cuenta que hay uno sólo de ellos, de mis arrebatados amantes de viaje e ingenuos niños lindos, al que no me gustaría ver nunca más en mi vida. No porque lo haya querido mucho, nada de eso, sino que no fue bueno con nadie…
Sin embargo, él no me tocó cuando sintió que era inadecuado, se echó para atrás a tiempo y me salvó de sí mismo, de un mal mayor a perderlo…
¡Carajo! De pronto este tipo al que tenía bloqueado para cualquier buen sentimiento me resulta todo un caballero. Insisto, ¡cómo es la vida!
Bueno, en general –y finalmente- me doy cuenta qué faltó en todas mis relaciones: amor. Sin embargo, y pese a no sentirme orgullosa de los recuerdos, son míos y eso los hace invaluables. Orgullosa me siento de mi capacidad de entregar mi corazón en bandeja, aunque es una gesta que tal vez, un día de estos, me cueste la vida.
Una amiga acaba de decirme que uno nunca debe darse al 100%, salvo a Dios, porque la gente falla. Sí pues, así de claro lo he tenido siempre, pero a veces… fallo, pues, porque soy gente, y me labro mis propias desventuras.
Si con esto último no aprendo de una vez, ya debo tener algún tipo de retardo mental-emotivo. A ver si debo declararme emocionalmente discapacitada hasta nuevo aviso, no sé. De hecho no estoy para sorpresas, ni emociones fuertes. Ni siquiera soporto la sensación placentera que da llenar el estómago a la hora del almuerzo, vaya.
Ando con el pecho adolorido, eso sí. Tengo la extraña sensación de que me han sacado el corazón a cucharadas. La herida infectada ha vuelto a sangrar un poco entre ayer y hoy, pero la pus sigue saliendo a borbotones. Con un poco de suerte, se pudre todo y no vuelvo a sentir nada.
A veces es difícil entender por qué ocurren las cosas, pero mi cabeza se enfría algunos minutos durante el día y lo veo todo tan claro… tan conveniente, tan sin otro modo de haber ocurrido, tan suave, tan fresco, tan fragante, tan… bien.
Lástima que sean sólo algunos minutos al día.
Insisten en invitarme a comer, pese a haberles dicho claramente que no tengo hambre. En fin, para eso están los amigos, para no dejarnos morir, aunque sea eso lo que estemos deseando con toda el alma. Ya me tocará estar del otro lado (una y otra vez, como siempre, como es lo normal y equilibrado en esta vida). Hoy soy “la enfermita”.
Me quedo pensando en algo que una sicóloga amiga me ha dicho hace poco: “no dejes que tu pasado arruine siquiera un minuto de tu presente”… A ver si hacemos caso.
Gracias.
No he visto mariposas cerca lo últimos días, tal vez deba ir al campo y fotografiar algunas, aún necesito recuperar ciertas “razones de ser y hacer”, que al parecer he perdido de vista en los últimos meses.
Me encantaría viajar a ver a mis ahijadas en el caserío aquél, cualquiera de mis amigas colegas iría conmigo, y si no, el buen Justin dice que se apunta. Es gracioso, por fin he podido conversar más de 5 minutos con él, sin fastidiarnos. De hecho, me invitó al cine. Cómo es la vida, pensar que en este mismo soporte comenté en alguna época lo mucho que me dolía su sola presencia, por varios motivos poco claros, que ahora ya no importan.
Imagino que es el modo en que actúa el tiempo para sanar las heridas. Alguna vez pensé que sería un poco triste ver a algún amor presente simplemente como “alguien a quien quise, en tal o cual medida, y que ahora conversa conmigo de vez en cuando y me regala discos”. Sin embargo, ya cuando ha ido ocurriendo, con uno y con otro, me doy cuenta que no duele como uno pensaba, que “la pasión tormentosa” es apenas un recuerdo vago, y sólo queda gente, sin más.
Quizás no sea un trato justo éste, el de “repasar” a mis ex’s. Me doy cuenta que hay uno sólo de ellos, de mis arrebatados amantes de viaje e ingenuos niños lindos, al que no me gustaría ver nunca más en mi vida. No porque lo haya querido mucho, nada de eso, sino que no fue bueno con nadie…
Sin embargo, él no me tocó cuando sintió que era inadecuado, se echó para atrás a tiempo y me salvó de sí mismo, de un mal mayor a perderlo…
¡Carajo! De pronto este tipo al que tenía bloqueado para cualquier buen sentimiento me resulta todo un caballero. Insisto, ¡cómo es la vida!
Bueno, en general –y finalmente- me doy cuenta qué faltó en todas mis relaciones: amor. Sin embargo, y pese a no sentirme orgullosa de los recuerdos, son míos y eso los hace invaluables. Orgullosa me siento de mi capacidad de entregar mi corazón en bandeja, aunque es una gesta que tal vez, un día de estos, me cueste la vida.
Una amiga acaba de decirme que uno nunca debe darse al 100%, salvo a Dios, porque la gente falla. Sí pues, así de claro lo he tenido siempre, pero a veces… fallo, pues, porque soy gente, y me labro mis propias desventuras.
Si con esto último no aprendo de una vez, ya debo tener algún tipo de retardo mental-emotivo. A ver si debo declararme emocionalmente discapacitada hasta nuevo aviso, no sé. De hecho no estoy para sorpresas, ni emociones fuertes. Ni siquiera soporto la sensación placentera que da llenar el estómago a la hora del almuerzo, vaya.
Ando con el pecho adolorido, eso sí. Tengo la extraña sensación de que me han sacado el corazón a cucharadas. La herida infectada ha vuelto a sangrar un poco entre ayer y hoy, pero la pus sigue saliendo a borbotones. Con un poco de suerte, se pudre todo y no vuelvo a sentir nada.
A veces es difícil entender por qué ocurren las cosas, pero mi cabeza se enfría algunos minutos durante el día y lo veo todo tan claro… tan conveniente, tan sin otro modo de haber ocurrido, tan suave, tan fresco, tan fragante, tan… bien.
Lástima que sean sólo algunos minutos al día.
Insisten en invitarme a comer, pese a haberles dicho claramente que no tengo hambre. En fin, para eso están los amigos, para no dejarnos morir, aunque sea eso lo que estemos deseando con toda el alma. Ya me tocará estar del otro lado (una y otra vez, como siempre, como es lo normal y equilibrado en esta vida). Hoy soy “la enfermita”.
Me quedo pensando en algo que una sicóloga amiga me ha dicho hace poco: “no dejes que tu pasado arruine siquiera un minuto de tu presente”… A ver si hacemos caso.
Gracias.
Comentarios