Te envío un ángel...

He de confesar que por primera vez en casi 26 años me encuentro ante una ruptura de gran envergadura: no se trata más del “chico guapo e interesante con quién compartir un par de trenes en Europa, o un “mochileo” por montañas peruanas”. No, esta vez he debido demoler toda una posible estructura de vida, porque el compañero escogido encontró, al final, que nada de lo hecho entre ambos estaba bien.

La canción “In the end”, de los Linkin Park, nunca fue más precisa para mí. “Me sorprende hacer aguantado tanto y haber llegado tan lejos. Nunca podrás decir que no me esforcé, pero tú ya te habías cerrado y alejado, y todas estas cosas que ahora quedan en mi memoria, eventualmente serán un recuerdo de lo fuerte que luché y de lo lejos que llegué, pero al final, nada realmente importa. Puse toda mi confianza en ti, llegué hasta donde nunca antes había llegado, por eso es necesario que sepas esto, aunque al final, nada realmente importa”.

Sabrá Dios por qué ocurre esto a veces, sabrá Dios qué tipo de amor fue, es, si fue amor, si mi corazón va a recuperarse y volverá a latir con la vitalidad de siempre, o quedará lleno de callos y aprenderá a moverse más lento, con prudente desconfianza y sin muchas ganas de amar. Quiera Dios que mis lágrimas se sequen totalmente esta vez, porque no quiero que nadie más me vea nunca así de vulnerable.

Hoy él ha de pasar por una prueba grande y decisiva. No puedo estar a su lado, he tratado de "envalentonarme" e ir a acompañarle, brindarle de algún modo el gran amor que aún queda en mi corazón para él y apoyarle (aunque él insista en que no le apoyé como una novia amante tendría que haberlo hecho). Más nada, ya se acabó, ya no hay historia aquí. Vaya, cómo me gustaría estar con él, pero sé que no me necesita, es claro, o no me habría echado de su lado. Además, él es inteligente para estas cosas y obtendrá todo el cariño de sus amigos y familia, yo ya no pinto nada allí.

De todos modos, he rezado por su victoria, por su tranquilidad y por su éxito. Le he pedido a Dios que convierta cada una de mis lágrimas en bendiciones para él, en muchísimas bendiciones, hasta que quede vacía mi alma de dolor y sólo haya paz. Les pido a quienes me lean que me ayuden a rezar por él, y también por mí, para no tener más angustia y aceptar, con fortaleza, que tal vez no le vuelva a ver en muchos meses, o años, o nunca. Dicen que mientras hay vida, hay esperanza. La esperanza, hoy, duele, así que no ha de ser buena.

Es extraño, pero no he sentido ganas de llorar mientras escribía esto. No cantes victoria, Angela, que el día aún no acaba, el trago amargo por los proyectos frustrados no termina de pasar. Pasará mañana, cuando se vaya a Lima y la sensación de querer verle en algún momento desaparezca con su presencia. Mientras tanto, tranquila.

Ve y cuídalo el día de hoy, amigo mío. Te necesita más que yo…
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Comentarios

Anónimo dijo…
Son esas situaciones, los daños, los que te enseñan a crecer... a madurar como persona.
Animo... si se fue talvés (y digo talvés) sea por que no fue lo más indicado para ti...

Animo
Mamá de 2 dijo…
Me envió un sms contándome que aprobó su examen de licenciatura (bendito sea Dios) y le llamé para felicitarle. Fue un gesto bonito para él, pero me ha significado retroceder en todo lo avanzando.

Creo que nunca antes he sentido hacerse mi corazón añicos, de este modo. Crueldad e injusticia, tal vez... o sabiduría divina, quién sabe. Esta horrible sensación de no poder sentir más dolor toca el límite de la cordura (palabra de depresiva aún no crónica).

Gracias por animarme a seguir y por tus palabras. Un abrazo.

Angela
Anónimo dijo…
solo cuando escuches tu silensio escucharas ala voz real de quien eres tu

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