Izquierda

La Izquierda que yo conocí estaba compuesta de obreros jóvenes y sindicalistas de clase media. Era la Federación de Empleados Bancarios donde un hombre de 27 años organizaba reclamaciones de pago justo, renovaciones de contrato y reconocimiento de derechos laborales, en tanto que su mujer, también de 27, preparaba volantes explicando, punto por punto, los motivos de la huelga nacional que estaba organizando el SUTEP. Eso sí, se hacía cargo de adelantar clase para que las alumnas no se vieran perjudicadas, como hacían todos los maestros comunistas de antaño.

Era reuniones en las que se hablaba de política en voz baja, mientras hijos e hijas, ninguno mayor de 7 años, jugaban a hacer banderitas y adivinar el significado de las letras “IU”; criaturas inocentes, como Manuel, del libro de, por quienes los padres lucharían en pos de un mundo mejor, con equidad, plenos derechos y, sobre todo, libertad.

Personas jóvenes, padres y madres valientes, enardecidos por la carga histórica y la pobreza. Seres humanos sin mayor ambición que ver escuelas en los pueblos jóvenes y el campo llenas de estudiantes, atención médica de calidad, trabajo decente, cese de expropiaciones y beneficios para quienes siempre tuvieron dinero.

Casi todos, maestros. Otros, antropólogos de vocación y multioficios de profesión, iban y venían observando y padeciendo la desigualdad, la opresión de gobiernos respaldados por las armas y la degeneración ideológica que significó el surgimiento de movimientos armados y dos décadas de una guerra civil que acabó arrastrando consigo a los inocentes, a los más pobres y vulnerables, por quienes todos los bandos decían luchar.

Los hombres y mujeres de Izquierda que yo conocí no tuvieron miedo de hablar, de romper filas de militares ondeando banderas, coherentes con su lucha juvenil e inmadurez teórica, que no les permitió optar por refugiarse en la seguridad de una burocracia laboral cómoda y estable. Con sus manifiestos y marchas se jugaban el trabajo, el prestigio social y, muchas veces, la vida.

Los hombres y mujeres de Izquierda que yo conocí nunca fueron asesores de gobiernos surgidos de la guerrilla, ni viajaron por el mundo buscando pobreza. La vivían en sus carnes, en sus cercanías y en su propia vergüenza. Aprendieron a compartir mucho, de lo poco que poseían. Se enfrentaron a una sociedad marcada por el silencio conciliador y el dedo acusador. Y en este contexto, criaron hijos e hijas a quienes concedieron la oportunidad de saber, leer, escuchar, cantar. Hijos e hijas que se creyeron aquello de la libertad.
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En algún momento, entre mi niñez y mi adolescencia, pregunté a mamá (mucho más prudente, como buena mujer): “¿Por qué si papá siempre sería como es, decidió tener familia? Creo que las personas como él no deberían crear este tipo de lazos, porque les mantiene al pendiente de quienes sufren por ellos y, a la vez, les hacen sufrir”.

Mamá me explicó (no recuerdo sus palabras textuales) que algunos seres humanos no pueden amar sólo a quienes tienen cerca, pero que sus afectos más íntimos eran justamente los que les daban fuerza para avanzar.
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Por eso me dolían aquellas reflexiones sobre miseria e injusticia, ahogadas en cerveza y aromatizadas de marihuana, mi querida Lucía. Y sustentadas por la seguridad que da el dinero. No juzgué, pero tampoco pude evitar la tristeza de saber (siempre supe) que ese no era mi lugar.

Por eso me quedaré algunos días más, pues aún tengo un poquito de fuerza para cerrar el ciclo y no dejar que nadie pase por encima de todo esto que te he contado, de todo lo que a ti y a mí nos ha costado cada oportunidad.

Comentarios

Ernesto dijo…
visiones diferentes "bien intencionadas" pero carentes de realidad, es bueno recordar ello y hacer el esfuerzo de que no se la crean totalmente...

niñatos!!!
Mamá de 2 dijo…
Sí bueno, siempre podrán decir que el Ché Guevara fue un burgués que se dio cuenta de la injusticia y pudo promover el gran movimiento social de su época gracias a que sus estudios, nivel de vida y conocimientos le permitieron "pensar" en lo que a la gente pobre e ignorante le hacía falta...

Por lo visto, no sólo la degeneración del gobierno de Castro ha de hacer que el buen argentino se retuerza en su tumba.
Nicky dijo…
La izquierda que yo conoci....

empezo con Yehude, el tío rico del barrio, cuyos hijos nunca se juntaban con nosotros...la única vez que entramos a su casa fue cuando a los niños se nos ocurrio visitar las peceras del barrio (antes que alan destroce el pais y ni siquiera eso podiamos tener)...cuando todos eramos felices con una de un cuarto de m3, ellos tenian un salon acuario completo....por cierto ¿alguna vez trabajo Yehude?

La izquierda que conoci siguio con el lider sindical del Banco de la Nación de Chiclayo....con el privilegio de la licencia sindical se paso 20 años sin trabajar.....

siguio con Nicolas Lynch y su casa en el malecon de la reserva en Miraflores...y ni hablar del cojo Diez Canseco y su hotel 4 estrellas en isla Suasi....y del tío Murrugarra, hablando lindo sin hacer nada....y el tio Letts Colmenares......y su palacio en Maximo Abril en Jesus Maria (sueño todavia con algo asi)...mientras no les pagaba a su peones en su fundo El Alamein...

Y ahora pienso en internacional...sigue con el obispo cacherito de Paraguay...con los satrapas de venezuela y cuba....
y ni hablar de los más ricos que en holliwood jerarcas rusos, polacos, rumanos, bulgaros y demas antes de la caida del muro....y de la dinastia en corea del norte...

ser de izquierda es un negocio...ademas de ser socialmente correcto...siempre hay gente buena y bien intencionada (o simplemente brutos ideralistas)dispuesta a contribuir para que los niños de izquierda vivan bien y "hablen" de justicia...solo "hablen" porque en la practica no logran nada....

y si hablamos de las ong's, al menos las peruanas, no terminamos nunca....

con certeza el infierno, si existe, estara lleno de todos esos hdp que viven de engañar a los mas pobres sacandole plata a los mas ricos...
Mamá de 2 dijo…
Muy de acuerdo contigo, Nicky. No sé si se notó que en mi post hablaba de "obreros", de la gente sencilla de aquella tendencia política que trataba de vivir con coherencia. Si me pongo a hablar de contextualización, el castillo se derrumba.

Y bueno, yo veo el derrumbe aquí y allá.

Un beso.

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