Flor de la pasión

Es que desde que me diste aquella noticia, amigo mío, me sentí libre, pese a que dolió un poco, ¿para qué voy a mentirte? Pero luego de pensar un rato y darme cuenta que siempre es así y por mí sólo será diferente “aquél”, sonreí, me di un baño con esa tan odiada agua helada (bendición despabilante), y decidí olvidar los pocos miedos que quedaban, pegados como sanguijuelas a mis tripas.

Y mira tú esta sonrisa en noche de domingo, frente a una semana devastadora en el trabajo, que empieza en unas cuantas horas. Pero cada día avanzado significará menos peso laboral, y más cercanía a esos ojos. Es una tierna, tiernísima cuenta regresiva y estoy en batalla personal con cierto escepticismo del que me dejé contagiar, pero que no es mío (muere, “madurez”, que quiero seguir viviendo).


Es bonito sentirse dulcemente tonta (nuevamente)...

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