Ego
Ha engañado a todos en la oficina, les ha dicho: “miren a A, le he dado unos retoques en photshop, es su versión blanca”. Todos cayeron. Y bueno, sigo pensando que el tipo es mucho más guapo, pero aún así siento cierto placer hedonista en todos mis huesos al saberme “andróginamente atractiva”.
Por otro lado, encuentro retorcidamente erótico el hecho de parecernos tanto, como si ambos fuésemos parte de una sola matriz, uno solo, posesión mutua (si no me detengo ahora, necesitaré una ducha fría)…
Mi narcisismo nunca fue tan evidente como hoy, ante esta imagen (y mi naturaleza terriblemente “hetero” también queda al descubierto, le duela a quien le duela).
¿Que es extraño ser feliz porque me parezco a un hombre? Podría ser peor. Podría querer parecerme a Van Dame.
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La estilización “gatuna” siempre me ha llamado la atención. Por maneras, delicadez y agilidad, no distingues sexos en los gatos jóvenes. Tengo la teoría de que un gato macho, de humano, tendría que ser sencillamente hermoso, místicamente atractivo y vertiginosamente afeminado.
Este afeminamiento, por supuesto, nada tiene que ver con una homosexualidad de vida. Simplemente es eso, suavidad y elegancia en el zarpazo asesino, fuerza en los tendones elásticos, no en la musculatura obsesiva. Estilización gatuna, andrógina, una tendencia extraña que adopté alguna vez, aunque nunca estuve segura de poseer totalmente…
Sin embargo, a estas alturas, debo sacar una lista de todas las veces que me han llamado gato. Lo han hecho en el contexto más ridiculizante, entre amigos. Lo han hecho en el sometimiento erótico más pecaminoso. Y ni siquiera me lo busqué. Culpan a cierta mirada heredada, a ciertos movimientos, en fin.
No sé. A los 21 años no me creía capaz de atraer a nadie (por entonces, “nadie” no determinaba sexo). Además, nunca me caractericé por tener un caminar elegante, debido a algunos problemas serios en las caderas y otras tantas malas costumbres. Entonces, ¿de dónde gato yo?...
Deben ser conductas aprendidas, mis mascotas favoritas fueron siempre gatos. Son suavemente agresivos, son atacantes letales, son elegantes, quieren sólo cuando quieren querer, olvidan con facilidad, van y vienen, se engríen si lo necesitan, marcan territorio con sus caricias…
Los gatos son silenciosos. A diferencia de los perros, no aman delirando, no mueven la cola con inquietud, no viven y mueren por el amo. Sólo existen, aman con dignidad, “honran con su presencia”, se van antes de que los echen y, si los llegan a echar, también se van, con la nariz en alto y sin mirar atrás.
Nunca terminé de aprender de mis mascotas…
Quienes equiparan a las mujeres con los gatos, han de conocerlas muy superficialmente, o nunca han tenido la dicha de corresponder realmente al amor de una mujer. Tampoco saben mucho de gatos.
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Tal vez el “androginismo” de mi sexualidad tiene mucho que ver con la ambigüedad de los gatos, una ambigüedad que, afortunadamente, he aprendido a mantener dormida y a explotar sólo ante el amante, el total desconocido o el amigo más cercano. La hermosura femenina me atrae en los hombres "endiosados", admirados, platonizados. Pero prefiero masculinos a mis compañeros mundanamente amados.
Quizás en algún momento pueda “determinarme”, aunque no veo necesidad de hacerlo, en un mundo indeterminado.
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Hace algunos días supe que no sólo fue un valiente, sino dos, dos valientes los que se “atrevieron” a amarme en silencio, cuando tenía 18 años. Por entonces, me vestía toda de negro, estaba 7 kilos más “grande” que hoy, llevaba el cabello suelto y en la cara, maquillaje oscuro. En fin, un pequeño ente sacado de algún mal ensayo de Burton.
Quizás vieron mi corazón lleno de miedos, o mis ojos bonitos. ¡Qué sé yo! El caso es que me amaban. Uno de ellos se sentía desvalido ante los chicos que me gustaban a mí. Pobre, no imaginaba siquiera que esperé todo el tiempo a que me declarase su amor, pese a “aquellos chicos”.
El otro se resignó a mantener en secreto su afecto, pues en su admiración había aceptado la cruda realidad que el entorno había convenientemente elaborado para él: pensó que era lesbiana.
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Alguna vez la “presión social” me presionó el cerebro hasta hacerme creer que era lesbiana. Me lo creí, me lo creí en el corazón y la médula. Eso, sumado a que ninguno de “aquellos chicos” dejaba de mirarme por sobre el hombro. Es que claro, ¿qué chico "guapo, decente y normal" se va a fijar en el mal ensayo de Burton?
El colmo de una chica “ruda” (fue el peor de mis gatos, el más gordo y menos fashion) es tener amigas igual de indefinidas, pero más pequeñitas y delgaditas, que la buscan como elemento seguro y protector, es decir, “como hombrecito”. Fui marimacho un tiempo, he de aceptarlo. Yo escuchaba callada el rollo existencial de tal o cual amiga, a cambio, le daba cierto aire de respeto, mantenía a raya los “malos espíritus”.
No sé cómo lo hacía, tal vez con esta mirada heredada.
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Me sentía sola, tardé más que el resto en aprender a amar y olvidar. Ahora sé hacer efectivamente ambas cosas, según la demanda.
Pero no sabía hacerlo a los 21 años, cuando más sola y asustada estaba. El mundo era demasiado grande, quería volver a España, quería no tener responsabilidades y, sobre todo, quería no sentir aquella ambigüedad en la cabeza, aquella facilidad para detectar homosexualidad y olor a marihuana, en cualquier pared.
Un amigo me enseñó, con gran valentía al enfrentar a su familia, el costo de ser gay, pero un gay libre, con plena aceptación de sí mismo. Una amiga me enseñó que hacer el amor con mujeres no era lo mío (sí sé de lo que me estoy perdiendo).
El pasado pasó y de él no se reniega, pues gracias a su existencia estamos aquí, mis bellos ojos azul grisáceo, a punto de conocernos. Gracias a su existencia, además, sé lo que soy y pude mandar de paseo a la “presión social”, reclamando mi derecho a ser “freakie”, a buscar para mí una belleza asexuada y una intimidad heterosexual, sin escándalos, ni daños colaterales. Gracias al pasado, respeto, marco mis límites y puedo vivir en paz.
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Feliz 28 de junio, mis queridos amigos y queridas amigas…
Comentarios
"Lo han hecho en el sometimiento erótico más pecaminoso." esta frase deberia estar prohibida para los que tenemos la imaginacion un poco desbordada.
"Fui marimacho un tiempo, he de aceptarlo." me quito el sombrero ante tamaño derroche de sinceridad, demuestra que es un demonio muerto, algo ya superado y vencido, pero aun asi mi reconocimiento.
"tardé más que el resto en aprender a amar y olvidar. Ahora sé hacer efectivamente ambas cosas, según la demanda." bonito contraste entre palabras que raramente se usan juntas: amar, olvidar y demanda.
"Gracias al pasado, respeto, marco mis límites y puedo vivir en paz." final feliz
Con respecto a lo del panfleto, a ver si me cuentas mas de que trata, pero suena interesante.
Ya, fuera de narcisismos, amigo mío, gracias por tu comment.
Lo del panfleto lo vemos por msn.
¡Un abrazote!