Así con las hostias...
Luego de una reunión, ayudando a alguien a hacer no estoy segura qué, venir a la ofi, ver un par de video clips súper bien hechos, de concepto indignante, y ahora mismo escuchando “Pain”, de los Jimmy eat world, ya se me olvidó lo que quería escribir. En principio, nada, que da grima conocer tanto del territorio en el cual me estoy moviendo, y un poco de asco-envidia de saber que los autores intelectuales de los adefesios "moralistas" que me están haciendo doler el estómago irán al cielo, y yo no.
Ayer supe por mi hermanito de 12 años, que es monaguillo en la parroquia Tal de Tal, que los sacerdotes o sacristanes o quién sabe qué, guardan una reserva de hostias sin consagrar, para darle la comunión a una loquita local, viejecita, odiosa y harapienta. Mi inocente hermano se creyó la justificación: es que no le podemos dar la hostia como a los demás, porque no escucha misa.
Me ha vuelto la sensación de asco que sentí ayer cuando me enteré de esto. Es decir, la única persona incapaz de cometer pecados a propósito no merece tomar la hostia consagrada, el Cuerpo de Cristo, y todo eso, y todos nosotros, arrepentidos reincidentes, sí.
Digo yo, si no tengo derecho a juzgar a todos los hipócritas que se golpean el pecho en la Iglesia, porque finalmente la misa es una cuestión entre Dios y yo, ¿con qué autoridad estos hijos de la mala mamá que los trajo al mundo le niegan la hostia a la señora?... ¡Si hasta ganas de ponerme a llorar de indignación me han dado! Gracias a Sí mismo, Dios no está ciego…
Y no me importa perderme el Cielo por escribir cosas como éstas, vaya. Lo malo es que me quedo con ganas de lanzar una soberana sarta de palabrotas, pero no las voy a decir para que quien lea esto se lo tome más en serio, y luego no me salgan con “respeto a las buenas formas” y toda esa cala, puf…
Ah, bueno, y ya recordé lo que quería decir: que ya pues, lo reconozco, me gusta el plantígrado de metro noventa… y mucho, por cierto. Pero ya se ve que aún no tengo las cosas claras. Ojalá el tiempo y la Providencia ayuden en serio a que suceda lo que sea mejor para los dos. Igual me lo pierdo, qué sé yo. En fin, que me gusta. Y ya.
Ayer supe por mi hermanito de 12 años, que es monaguillo en la parroquia Tal de Tal, que los sacerdotes o sacristanes o quién sabe qué, guardan una reserva de hostias sin consagrar, para darle la comunión a una loquita local, viejecita, odiosa y harapienta. Mi inocente hermano se creyó la justificación: es que no le podemos dar la hostia como a los demás, porque no escucha misa.
Me ha vuelto la sensación de asco que sentí ayer cuando me enteré de esto. Es decir, la única persona incapaz de cometer pecados a propósito no merece tomar la hostia consagrada, el Cuerpo de Cristo, y todo eso, y todos nosotros, arrepentidos reincidentes, sí.
Digo yo, si no tengo derecho a juzgar a todos los hipócritas que se golpean el pecho en la Iglesia, porque finalmente la misa es una cuestión entre Dios y yo, ¿con qué autoridad estos hijos de la mala mamá que los trajo al mundo le niegan la hostia a la señora?... ¡Si hasta ganas de ponerme a llorar de indignación me han dado! Gracias a Sí mismo, Dios no está ciego…
Y no me importa perderme el Cielo por escribir cosas como éstas, vaya. Lo malo es que me quedo con ganas de lanzar una soberana sarta de palabrotas, pero no las voy a decir para que quien lea esto se lo tome más en serio, y luego no me salgan con “respeto a las buenas formas” y toda esa cala, puf…
Ah, bueno, y ya recordé lo que quería decir: que ya pues, lo reconozco, me gusta el plantígrado de metro noventa… y mucho, por cierto. Pero ya se ve que aún no tengo las cosas claras. Ojalá el tiempo y la Providencia ayuden en serio a que suceda lo que sea mejor para los dos. Igual me lo pierdo, qué sé yo. En fin, que me gusta. Y ya.
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