La maldición de Lady Oscar

No lo pensé hasta que uno de mis novios más influyentes estuvo quejándose del daño que “Candy Candy” hizo a mi generación. Desde entonces, afirmaba, todas las mujeres deseaban un Terrence Grandchester en sus vidas. El hombre perfecto, aristocrático, distante, hermoso, que tanto podía querernos como rechazarnos. Eso, según él, ponía en desventaja a “los hombres buenos”. 
 
El inocente se consideraba lo máximo, tal cual, y yo, por pura inexperiencia, me sentía obligada a cargar con la responsabilidad de ser una mala novia, estúpida mujer influenciada por Candy Candy, tras la búsqueda del “antihéroe patán por excelencia que me amara pese a odiar al resto de la humanidad y no valorar debidamente lo presente”. 
 
Lo peor de todo es que, durante mucho tiempo, fui víctima de esa culpa.
 
Sin embargo, y pese a que estuve totalmente dominada por su sabiduría y saber estar en las relaciones, recuerdo haber tenido suficiente fuerza para decirle, uno de esos días de recriminaciones varias relacionadas con traumas de mi niñez, que no, que no fue Candy Candy el anime que me había marcado, sino otro, uno de una chica a la que crían y educan como chico, noble, bella, elegante, fuerte, amada en silencio durante toda la vida por el único hombre amigo que fue capaz de quererla pese a ser ella, a veces tan “hombre” como él. 
 
Y sin embargo, tan mujer.
 

Comentarios

Tu novio tenía razón, esa Candy era para echarle agua fría a ver si reaccionaba.

Buen post. Saludos.

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