Aspirina

Hace un rato conversé con alguien que estaba a punto de proponerme gestionar un contrato de trabajo para obtener papeles. Su argumento fue bueno, dijo aquello que yo una vez me dije: “Quiero conseguir permiso de trabajo y legalidad suficiente para regresar a casa si así lo deseo y no simplemente porque no me puedo quedar aquí”.

Le escuché en silencio y suspiré. He notado que me hace daño hablar de este tema. Lo único que atiné a decir (y creo que fui sincera): “Hace un año yo estaba entusiasmada y esta propuesta tuya me habría hecho saltar de alegría. Pero han pasado cosas, colega… Han pasado cosas”.

Lo cierto es que no puedo vivir de papeles. Quiero dinero. O, mejor dicho, un trabajo que me dé dinero. Ya estoy mayor y no puedo vivir del aire. Ya estoy cansada de “colaborar” y “aprender”, con una sonrisa de humildad. Ya no quiero… Necesito un trabajo remunerado, no sólo documentos. Ya podrían ofrecerme matrimonio para obtener ciudadanía, pero un matrimonio-trámite no me va a dar de comer, ni pagará mis deudas y aficiones. Además, tengo la ilusión de hacer cosas para las que estoy capacitada, no sólo sobrevivir con buen humor, mientras mi invaluable red de apoyo sigue dándome la mano.

Y resulta que en Perú no tengo prohibido trabajar y contratarme no implica firmar un pacto de sangre con el jefe de turno ("gratitud", ya sabes, no cualquiera hace estas cosas por extranjeros).

Llevo ya un tiempo sintiéndome seca, entristecida y mala.

Hace unos días ironizaba en un post sobre mis motivos de “odio hacia los europeos”. Un alma sensible, decente y con poca capacidad para entender el doble sentido, me dijo aquello que suelen decir las almas sensibles y decentes cuando ven algún amago de injusticia en la opinión: “No generalices”. Lo que me sabe mal de esta sugerencia es que sólo se oye cuando se trata de una “generalización de características negativas” y yo he aprendido en esta última década que tampoco lo bueno se puede/debe generalizar.

En todo caso, en ese post mencioné precisamente lo bueno, lo que me ha hecho amar a algunas personas de este lugar, lo que me está costando dejar

En una de las múltiples cenas culpables de mi reciente engorde, allá en Munich, un amigo de Alice, mi anfitriona, me preguntó justamente por la opinión general que me llevaba de los habitantes del Viejo Continente. Le respondí que era imposible contestar a esa pregunta, pues mis referentes próximos eran, por lo general, “positivos”. “A ver, explícame qué clase de idea voy a tener de los alemanes, si mi alemana más cercana es ésta que tengo al lado” y todos estuvimos de acuerdo en que Alice no es un ejemplo “ortodoxo”, pues, entre otras cosas, consigue que la expresión “Ich liebe dich” suene realmente dulce y amorosa cuando ella la dice, proeza imposible para el promedio germano, etcétera (ay, estos intelectuales misántropos).

Lo cierto es que nunca he creído tener una idea general de las personas de ninguna sociedad, sin embargo, sí que es posible determinar características comunes, sean pautas de comportamiento, sean principios legislativos civiles. Yo no creo que todos los españoles rechacen a los extranjeros, pero sí puedo afirmar, con conocimiento de causa, que el sistema administrativo nos complica demasiado la vida (por decirlo suave).

De todos modos he de admitir que no vine aquí con intención de quedarme y ya es hora de ir justificando lo invertido. Pero sé que estos rompederos de cabeza seguirán un rato más (ya sabes, el pelirrojo y otros asuntos, aunque no sería la primera vez).

Comentarios

Ernesto dijo…
Me sera triste el que tengas que irte, pero se que algunas cosas no tienen mas que una solución.

Que sea lo mejor.. siempre... lo vales
Disidente dijo…
Hola te escribo desde México,espero y te sientas mejor,no son sutilezas baratas pero de lo que se yo es de sentirte extraño,a veces marginado yo al menos sigo sigo de verdad que muchas veces caigo y ahora estoy aqui solidarizandonos desde esta sierra pobre y fria pero que nos enseña a vivir con lo que poseemos.Un abrazo desde la sierra de Oaxaca,México.Gustavo

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