1 de enero de 2010
Nací y crecí en el lado donde las personas aprendemos, desde pequeñitas, que no es posible tener todo lo que uno quiere, porque no hay suficiente dinero y debemos establecer prioridades. Por eso no me llamó la atención cuando el hombre del bar de la esquina me dijo que tenía pocas oportunidades de ir a conciertos en Bilbao, pese a que le encanta la música. Para compensar, se ha montado una colección bastante completa de rock internacional, en audio y vídeo.
El otro día pasé por allí, rumbo a casa. Era una noche bastante fría y no se me antojaba la cerveza-cena de toda la vida, pero oí un agradable "estruendo" de guitarras eléctricas y, sin pensar, entré. Él, notablemente contento, me dijo: "Qué bueno que hayas venido! Mira el concierto que hemos conseguido!"...
Es éste uno de los españoles más sencillos que he conocido en un barrio habitado por gente llana y trabajadora, sin mayor empeño en hacerse notar. Es la clase media obrera, esa "sociedad anónima" de personas que, sin ruido, mantienen activas las economías de sus países. Nunca tienen suficiente dinero para ir por ahí de alternativos, pero son la columna vertebral de cualquier sociedad y la carne de cañón de toda revolución. Es la gente despreciada por intelectuales de izquierdas y derechas, debido a su "aburguesamiento" y/o "mediocridad", que, sin embargo, sufre siempre los primeros embates de toda crisis. Son quienes reciben las balas.
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Estoy imaginándome en mi habitación-taller, un fin de semana tranquilo, luego de comer algo caliente, abrazada a mi chico bajo el edredón, diciéndonos mutuamente que todo va a estar bien...
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