(In)solidaria
Aminetu Haidar volvió a casa. Una iniciativa única y personal ha surtido efecto… Enhorabuena.
Es curioso, en el tiempo que llevo viviendo en el País Vasco no he conseguido identificarme pasionalmente con causa social alguna, en comparación con las personas solidarias que he conocido aquí. A veces intento encontrar una razón específica que supere mi propio egoísmo, pero sólo consigo matizar excusas.
Tal vez me explique mejor gráficamente: ante el bombardeo israelí en Palestina, hace un año, sólo pude contener la rabia, callar y escribir algunas líneas en mi tonto blog, en tanto el colega que tenía al lado se enervaba, lanzaba maldiciones indignado y planificaba estrategias de sensibilización política en su sociedad. La sociedad vasca, por supuesto.
Lo mismo ha ocurrido con diferentes asuntos y problemas mundiales, incluso los que sucedieron en Perú, con un fuerte aditamento de impotencia y frustración, por supuesto. ¿Y acaso podría hacer algo si estuviese viviendo en mi pueblo natal? Tal vez no, pero por lo menos no sería sólo una “observadora distante”.
A propósito de asuntos relacionados con Perú y América Latina, desde que llegué aquí sólo he conocido a DOS personas que me han considerado apta para analizar diferentes situaciones ultramarinas, que me han preguntado por. Es curioso ver cómo las tribunas académicas y de opinión, incluso las alternativas y co-desarrollistas, tienden a admitir sólo “sangre local”, incluso para hablar de realidades ajenas. A veces, siento que las personas “del Sur” sólo somos interesantes en tanto víctimas, exóticas criaturas simpáticas (e inteligentes, claro), pero apartadas. Si el ejército no asesinó a nuestras familias en alguna guerra civil, o nos desplazó, ni nos miran.
Ahora bien, no es mi intención desestimar las sanas actitudes de discriminación positiva para con colectivos que han sufrido reales situaciones de violencia y miseria. Si justamente por esa “coherencia” mía es que no me he atrevido a pedir ayudas sociales y he intentado hacer las cosas de manera correcta, siguiendo todas las vías administrativas. Pero la repetida subvaloración de mi capacidad intelectual ha terminado haciéndome mucho daño.
Durante los primeros meses del master, a finales del año 2007, recurrí a mi tutor, porque necesitaba un trabajo. Él me dijo que podría ganar algún dinero en la facultad, redactando reseñas de libros, etcétera. Entonces, me preguntó: “¿Ya sabes escribir?”. Le miré consternada, la Maga debió sentir un apretón repentino y seco, pues la llevaba entre las manos. El buen hombre se apresuró en aclarar: “Me refiero a que si sabes escribir en términos académicos, porque bueno, esta es una universidad y tenemos un nivel de exigencia alto con los becarios”.
Sé escribir en culto, le dije, pero aún no he aprendido el dialecto peninsular.
Nunca me llamó. Pero eso sí, cada vez que me encuentra por la calle, abrazos y besos, todo es abrazos y besos, y cómo estás, y en qué trabajas, y cuándo vuelves a Perú, la familia, ayyyyyy, la lucha por un mundo mejor.
Quién diría…
Afortunadamente, no todos están completamente llenos, hay personas que aún son capaces de equivocarse y saben escuchar. Además, andan siempre tan ocupadas en sobrevivir que no reparan en las diferencias.
Pero empecé hablando de la Haidar, ¿verdad? Es que uno de mis compañeros de piso es marroquí. Viene de un pueblo pequeño, por lo visto, sus padres se dedican a la agricultura. Es un chico bastante centrado, trabaja más que nadie en esa casa y tiene papeles en regla.
Comentamos hace pocos días el caso de la saharaui en huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote (Islas Canarias). Para él, la solución era clara: “Esa mujer tiene casa y familia en España. Pues que se vaya a su casa, contrate a un abogado y a esperar, como todos”. Le expliqué que la policía marroquí le había requisado el pasaporte y que, a efectos legales, ella no podía salir del aeropuerto en ninguna circunstancia.
“¡Entonces que pida asilo!”, sugirió al aire. “¡Además, ya ha conseguido el apoyo de la gente y el gobierno español le ha ofrecido una especie de salvoconducto para que se movilice por el país, así que eso, que se vaya a su casa, contrate un abogado y a esperar, como todos!” (Sí, insistía).
“Ya, pero es que con su protesta no sólo está buscando una solución a su problema personal, sino también llamar la atención del mundo sobre la opresión que ejerce tu rey a la población saharaui”, contesté.
Sonrió. “No es mi rey”, dijo, “y no entiendo por qué Aminetu hace eso”.
Cambié el tema. Pobre moro, ya tiene bastante con trabajar 12 horas al día y vivir en el piso de los bolivianos en plena ola de frío polar (es que ni de broma ponen la calefacción, los condenados, sino que prefieren andar por la casa vestidos de esquimales… ¡Que les den!), como para que la señorita “oenegera” llegue a marearlo con cuestiones de empatía internacional.
Es curioso, en el tiempo que llevo viviendo en el País Vasco no he conseguido identificarme pasionalmente con causa social alguna, en comparación con las personas solidarias que he conocido aquí. A veces intento encontrar una razón específica que supere mi propio egoísmo, pero sólo consigo matizar excusas.
Tal vez me explique mejor gráficamente: ante el bombardeo israelí en Palestina, hace un año, sólo pude contener la rabia, callar y escribir algunas líneas en mi tonto blog, en tanto el colega que tenía al lado se enervaba, lanzaba maldiciones indignado y planificaba estrategias de sensibilización política en su sociedad. La sociedad vasca, por supuesto.
Lo mismo ha ocurrido con diferentes asuntos y problemas mundiales, incluso los que sucedieron en Perú, con un fuerte aditamento de impotencia y frustración, por supuesto. ¿Y acaso podría hacer algo si estuviese viviendo en mi pueblo natal? Tal vez no, pero por lo menos no sería sólo una “observadora distante”.
A propósito de asuntos relacionados con Perú y América Latina, desde que llegué aquí sólo he conocido a DOS personas que me han considerado apta para analizar diferentes situaciones ultramarinas, que me han preguntado por. Es curioso ver cómo las tribunas académicas y de opinión, incluso las alternativas y co-desarrollistas, tienden a admitir sólo “sangre local”, incluso para hablar de realidades ajenas. A veces, siento que las personas “del Sur” sólo somos interesantes en tanto víctimas, exóticas criaturas simpáticas (e inteligentes, claro), pero apartadas. Si el ejército no asesinó a nuestras familias en alguna guerra civil, o nos desplazó, ni nos miran.
Ahora bien, no es mi intención desestimar las sanas actitudes de discriminación positiva para con colectivos que han sufrido reales situaciones de violencia y miseria. Si justamente por esa “coherencia” mía es que no me he atrevido a pedir ayudas sociales y he intentado hacer las cosas de manera correcta, siguiendo todas las vías administrativas. Pero la repetida subvaloración de mi capacidad intelectual ha terminado haciéndome mucho daño.
Durante los primeros meses del master, a finales del año 2007, recurrí a mi tutor, porque necesitaba un trabajo. Él me dijo que podría ganar algún dinero en la facultad, redactando reseñas de libros, etcétera. Entonces, me preguntó: “¿Ya sabes escribir?”. Le miré consternada, la Maga debió sentir un apretón repentino y seco, pues la llevaba entre las manos. El buen hombre se apresuró en aclarar: “Me refiero a que si sabes escribir en términos académicos, porque bueno, esta es una universidad y tenemos un nivel de exigencia alto con los becarios”.
Sé escribir en culto, le dije, pero aún no he aprendido el dialecto peninsular.
Nunca me llamó. Pero eso sí, cada vez que me encuentra por la calle, abrazos y besos, todo es abrazos y besos, y cómo estás, y en qué trabajas, y cuándo vuelves a Perú, la familia, ayyyyyy, la lucha por un mundo mejor.
Quién diría…
Afortunadamente, no todos están completamente llenos, hay personas que aún son capaces de equivocarse y saben escuchar. Además, andan siempre tan ocupadas en sobrevivir que no reparan en las diferencias.
Pero empecé hablando de la Haidar, ¿verdad? Es que uno de mis compañeros de piso es marroquí. Viene de un pueblo pequeño, por lo visto, sus padres se dedican a la agricultura. Es un chico bastante centrado, trabaja más que nadie en esa casa y tiene papeles en regla.
Comentamos hace pocos días el caso de la saharaui en huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote (Islas Canarias). Para él, la solución era clara: “Esa mujer tiene casa y familia en España. Pues que se vaya a su casa, contrate a un abogado y a esperar, como todos”. Le expliqué que la policía marroquí le había requisado el pasaporte y que, a efectos legales, ella no podía salir del aeropuerto en ninguna circunstancia.
“¡Entonces que pida asilo!”, sugirió al aire. “¡Además, ya ha conseguido el apoyo de la gente y el gobierno español le ha ofrecido una especie de salvoconducto para que se movilice por el país, así que eso, que se vaya a su casa, contrate un abogado y a esperar, como todos!” (Sí, insistía).
“Ya, pero es que con su protesta no sólo está buscando una solución a su problema personal, sino también llamar la atención del mundo sobre la opresión que ejerce tu rey a la población saharaui”, contesté.
Sonrió. “No es mi rey”, dijo, “y no entiendo por qué Aminetu hace eso”.
Cambié el tema. Pobre moro, ya tiene bastante con trabajar 12 horas al día y vivir en el piso de los bolivianos en plena ola de frío polar (es que ni de broma ponen la calefacción, los condenados, sino que prefieren andar por la casa vestidos de esquimales… ¡Que les den!), como para que la señorita “oenegera” llegue a marearlo con cuestiones de empatía internacional.
Comentarios
Pero bueno, regresando a tu compi, tengo la ligera percepcion de que en el fondo sigue defendiendo (aunque no se atreve a decirlo con todas sus palabras) la posicion tradicional de Marruecos respecto a la soberania del Sahara, no lo decia con todas sus palabras se trasluce eso ... que Aminetu es una piedrita en el zapato a su esquema ... de el y muchos marroquies.
Ahora con respecto al profesor, mucho me temo que mas que el dialecto peninsular valoraban el escribir en criptico, osease en jerigonza solo apta para quienes ya estan iniciados en el tema a tratar, que tanto da que sean tendencias de marketing como analisis de la desnutricion; el objetivo: mantener la mayor parte del tiempo la discusion fuera de ojos profanos, incluyendo profesionales o gente con MBA (segun la doctoranda). Entendamonos... la divulgacion y el acercar las cosas a la gente, no es precisamente su objetivo, lo malo es que con ese aislamiento y vueltas de tuerca al concepto.... se inventan su propia realidad, y lo peor de todo es que nos pueden llegar a hacer creer que somos menos que ellos..... no caigamos en la trampa.
Ernesto, no me cabe la menor duda: el moro habla por su pueblo y no es usual ser "desprendido" en temas territoriales, lo sabré yo que crecí en zona de conflictos fronterizos.
De todos modos, hay mucha pobreza en Marruecos y mucha ignorancia entre la gente. El marroquí con quien hablaste por teléfono, por ejemplo, viniendo de una familia acomodada y estando aquí en la universidad, siente resentimiento por los saharauis y dice que ellos tienen "más posibilidades" que cualquier otro inmigrante... Pero claro, no se le ocurre recordar que los habitantes de los campamentos no tienen facilidades ni para obtener partida de nacimiento y sus nacionalidades oscilan entre la marroquí, la argelina y la mauritana.
Así está el mundo.
Respecto al profe: ¡Que le den!
¡Besos!