No sé si...
A veces quiero escribir, cuando las ideas y las historias irrumpen, siempre que no hay lápiz y papel a mano o el jodido día a día, ese “real”, ese que “alimenta”, ese al que se le debe la vida y toda la gratitud del mundo, distrae, abstrae, irrumpe en la fantasía y te recuerda cuentas, tareas pendientes y todo eso a lo que ni Lucía ni yo podemos renunciar, por el sencillo hecho de que, de hacerlo, nos iremos directo al carajo, con papeletas de expulsión y cientos de funcionarios agrios en el ínterin.
El otro día, por ejemplo, quise contar sobre la nena y su madre, bella y pequeñita madre, empeñada en recobrar horarios decentes de sueño y duerme, duerme negrita, que tu mama está en el campo, pero la negrita, más bien blanca o mestiza, ni hablar de dormirse, pese a las codornices, la carne de cerdo y mucha cosa para ti, y el diablo y la patita y estoy cansada, cariño, por favor, quédate quietecita y duerme.
O acerca del bar de la esquina, que cuando volví del musical, las txosnas de fiestas de Bilbao y toda la parafernalia, me regaló Hotel California versión setentera a las tantas de la madrugada y ya el barman me obsequia revistas de literatura (no sé a cuenta de qué burrada dicha por esta oscura boca amerindia) y me sirve un jugo de uvas con hielos en la terracita, mientras termino de leer la evasión de turno e imagino que tal vez también podría-debería escribir, pero no me compro ni libreta de apuntes, ni bolígrafo para la ocasión, ni me tomo en serio el sueño, porque para ser escribidora hay que haberle ganado a alguien, hay que haber publicado y, sobre todo, hay que ser. ¿Ser qué? No tengo idea, pero algo hay que ser y temo que yo no lo soy.
En tanto, el realísimo y bullicioso día a día intenta convencerme, entre otras cosas, de que en este preciso momento estoy perdiendo un tiempo precioso que debería dedicar a revisar un expediente y aprender, aprender mucho y adquirir una deuda aún mayor con el magnánimo ser humano (valga la contradicción semántica) que me ha dado la oportunidad de.
A mis años…
Esta mañana conseguí una nueva habitación, con ventana, bonita, ventilada. Pondrán un escritorio sólo para satisfacer mi esnobismo. Bien. Casi tuve oportunidad de vivir con un nigeriano buena gente, pero el departamento era feo. Y más caro, además.
En el fondo soy una pituca superficial…
El otro día, por ejemplo, quise contar sobre la nena y su madre, bella y pequeñita madre, empeñada en recobrar horarios decentes de sueño y duerme, duerme negrita, que tu mama está en el campo, pero la negrita, más bien blanca o mestiza, ni hablar de dormirse, pese a las codornices, la carne de cerdo y mucha cosa para ti, y el diablo y la patita y estoy cansada, cariño, por favor, quédate quietecita y duerme.
O acerca del bar de la esquina, que cuando volví del musical, las txosnas de fiestas de Bilbao y toda la parafernalia, me regaló Hotel California versión setentera a las tantas de la madrugada y ya el barman me obsequia revistas de literatura (no sé a cuenta de qué burrada dicha por esta oscura boca amerindia) y me sirve un jugo de uvas con hielos en la terracita, mientras termino de leer la evasión de turno e imagino que tal vez también podría-debería escribir, pero no me compro ni libreta de apuntes, ni bolígrafo para la ocasión, ni me tomo en serio el sueño, porque para ser escribidora hay que haberle ganado a alguien, hay que haber publicado y, sobre todo, hay que ser. ¿Ser qué? No tengo idea, pero algo hay que ser y temo que yo no lo soy.
En tanto, el realísimo y bullicioso día a día intenta convencerme, entre otras cosas, de que en este preciso momento estoy perdiendo un tiempo precioso que debería dedicar a revisar un expediente y aprender, aprender mucho y adquirir una deuda aún mayor con el magnánimo ser humano (valga la contradicción semántica) que me ha dado la oportunidad de.
A mis años…
Esta mañana conseguí una nueva habitación, con ventana, bonita, ventilada. Pondrán un escritorio sólo para satisfacer mi esnobismo. Bien. Casi tuve oportunidad de vivir con un nigeriano buena gente, pero el departamento era feo. Y más caro, además.
En el fondo soy una pituca superficial…
Comentarios
Comprendo tu situacion, a veces quisiera tener una Blackberry (evito escribir a mano por razones obvias) o similar para postear cuando viene la inspiracion y no al final del dia, veo a Dans o Varsavsky y ya quisiera tener esa fluidez.... y libertad!
Te dejo con esta version que espero corra mejor suerte que la pobre Aneela ;).
siempre esperamos tener lo mejor para nuestra comodidad...
no es ni bueno ni malo ni nada..
simplemente es humano...
tienes, como todos lo socialistas, izquierdistas, caviares, idealistas, soñadores, luchadores sociales, resentidos o demás......un capitalista e individualista latente dentro...
que somos humanos tía y nada nos satisface plenamente.
¿o ya encontraste un pogre consecuente? o ¿un dirigente de izquierda que viva como obrero? o ¿un oenegeciento que la viva como su "población objetivo"?
es cool ser buenito y pensar en los pobres, da cache en los cafes y en los bares y, con un poco se suerte, te permite ligar frivolas con vocacion "social".....