Aeropuerto. Viernes. Madrugada.


Acabo de sufrir la pérdida de documentos importantes y mucho dinero, sin embargo, estoy en la puerta de embarque número 19, como si nada pasara. El chequeo, la revisión del equipaje y la mismísima oficina de migraciones, no dieron mayor problema, ni maltrato alguno. Tal vez hemos sido los primeros pasajeros de la jornada. O tal vez, una vez aquí, muchos detalles ya no importan.

He comprobado que odio en demasía despedir a las personas justo antes de pasar por ese túnel, desde el cual ni siquiera voltearán (voltearemos) a mirar. Todos los restaurantes y cafeterías de la zona de espera me supieron más bien a cámaras de tortura, donde parientes, amantes, amigos, padres, hijos, se reúnen antes del vuelo, fingiendo que todo está bien, sonriendo como sonríen quienes acaban de perder algo de sí mismos, tragando saliva, mordiéndose los labios, o clavándose las uñas en las palmas de las manos.

“Todo va a estar bien”, “todo es para mejor”, “pronto nos veremos de nuevo”. Verdades sin sentido, pese a ser verdades.

Quizás he pasado por muchas despedidas y cada una de ellas ha sacado un pedazo vital de mi corazón. Carne arrancada a picotazos, sin ninguna piedad, pero sin ganas de hacer daño. Ironía. Por eso, hoy prefiero ahorrar este dolor a quienes más amo. Tal vez para ellos la faena sea importante, pero no necesitan decirme adiós justo antes del embarque, para mostrar su amor. Me satisface más bien verles tranquilos en el jaleo y contentos, aún teniéndome lejos. Nada mejor que ver vivir a tus mayores amores. Nada mejor para ser feliz, aunque estés al otro lado del mundo, pasándolo pésimo o genial.

No entiendo cómo perdí mi billetera. La cuidé durante todo el día, pero al final, al final, desapareció. Aún no tengo claro qué sucedió. Último recuerdo: la abrí para sacar 20 dólares, lo único que llevaría conmigo a la cena, pues arriesgaba demasiado con la cartera entera. Última visión a la foto de mi madre y mi hermano adolescente (el otro, el púber, rompió su imagen en un arranque de injustificada ira. Luego dijo que en realidad estaba escondida, pero nunca me la dio). Después, no sé.

Supongo: no la saqué conmigo, tenía claro que era riesgoso. Pero estaba aturdida, cansada, atolondrada. Tal vez sí la saqué. De hecho, la saqué. Me gustaría recordarlo, así estaría todo claro y no daría más vueltas. La llevé conmigo, seguramente la metí en los bolsillos pequeños de una casaca nueva, y no sé más. Cayó por algún lugar de la avenida Salaverry, ojalá la encuentre un indigente.

Pero no recuerdo haberla llevado conmigo. Seguro que sí, seguro que sí.

Es bueno que el documento vital aquí, en el aeropuerto, sea el pasaporte. Lástima no haber dividido el dinero. Lástima haber decidido llevar algo de efectivo. Lástima las tarjetas del banco. Qué carajos, seguro alguien me prestará, hasta que mi tarjeta quede nuevamente habilitada (dentro de un mes, siendo positivos).

Me gustaría recordar si la llevé conmigo o no. En casa no estaba. En fin.

Lo bueno es que uní a dos amigas fenomenales, que por carácter y Piura social más demás, no generaban la mejor empatía del mundo, juntas. Y claro, mi linda María Esther y su padre, muy atentos ambos, muy buenos, muy siempre allí, aunque acabé gorreándoles algunos billetes y todo el crédito del celular, sin contar que no pagué ni el peaje hasta aquí. De esas amigas que, gracias a Dios, me tocan. Chévere.

Además, Shirley y este turrón de Doña Pepa que compartiré, mañana, con Elizabeth.

Hoy no ha sido un día bueno, sobre todo por culpa mía. Me he comportado como una idiota con muchas personas, pensando en sepia y sabor a pastel exageradamente dulce, dulce justo antes del agrio o podrido. Ha sido un día en que no fui suficientemente buena, ni suficientemente paciente, ni suficientemente comprensiva, ni suficientemente lista. Tal vez esta sensación de sí, porque sí, pero no, no ayuda. Cuestión de seguir madurando, pues.

Sin embargo, estoy aquí, en la sala de embarque número 19, con sed, aunque es mejor aguantar un poco, que no me hace gracia ser de las primeras en mear en el avión. No puedo creer que haya guardado hasta mi ropa sucia, pero no recordar cómo perdí la billetera.

En algún momento quise no venir. Y pensé: tiene su lado bueno, tiene a mis hermanos y a mi mamá. Eso es excelente. Pero opté por probar, que otros elementos pongan una barrera realmente infranqueable: Migraciones, por ejemplo, ante la falta de mi DNI. Igual sucedió con la visa: mis hermanos, mis hermanos, pero igual lo intento, que me la nieguen. La concedieron. Tarde, pero la concedieron. Y aquí estoy.

Los caminos de Krishna son excesivamente incomprensibles. En fin, que los dioses digan y decidan, yo pienso dormir al menos cinco horas seguidas, que ando trasnochada desde ayer, por esperar la última hora para llegar de Piura (pero valió la pena). Tal vez por eso ando tonta y pierdo billeteras.

A ver qué pasa, pues, y seguir confiando en la providencia. En que la Providencia cuide a mi madre y mis hermanitos, para empezar, y amigos, amigos. Yo, a España.

España… Ya era hora de volver. Esta mañana pude aclarar una de las razones por las cuales mi organismo entero tiende a ese país: la posibilidad de ser grosera en defensa propia y con razón, en castellano, sin luego tener que pedir perdón. Pensar que muchas personas no tienen idea de lo gratificante y desestresante que esta tontería puede llegar a ser, vaya. Además de la maestría, claro está.

Entonces, ¡a por ello! (misia y adormecida aún).

Comentarios

Ernesto dijo…
Turron de doña pepa!!!! no seas mala... convida pe.

Pues nada bienvenida a España.
Ernesto dijo…
Estaba muy rico, gracias por compartirlo :D
Susana dijo…
Angela, qué decirte después de leer tu último post? mucha suerte con todo, manda un mensaje cuando ya estés instalada y tranquila... cualquier contratiempo me cuentas...
qué pasó con la billetera? ahora estamos en a misma coordenada... no hay excucsa para no encontrarnos en el messenger...
Anónimo dijo…
Que chévere la pasamos an, que penita que ya me voy pero aún me lo pensaré, me quedan algunos días jejeje, besito tqm.
eli
Dixa Bustamante dijo…
Que decir... lamento mucho lo de tu perdida, pero son cosas que pasan, yo en cambio tengo fijacion por los aeropuertos, siempre tengo que dormir en alguno (en sus pisos obviamente)... en fin... estoy de acuerdo en lo de las despedidas, pero debo decir que entre todos los personajes que habitan este cuerpo, cuando se trata de despedidas, la masoquista aparece. odio cruzar ese tunel, detesto los 5 min anteriores, las miradas, los abrazos... pero no podria irme sin nada de eso... es indispensable para mi saber quienes estaran hasta no verte mas en la puerta... en dos semanas lo hare nuevamente. regreso a los states por un tiempo mas largo, pero con la idea de visitarte pronto. Mucha suerte! un beso!
D for disaster dijo…
suerte!! felicitaciones!! abrazos!! go and kick their f*cking asses!!
Galileus dijo…
Eso me pasa por dejarte de leer tanto tiempo... y nada... ya entiendo los post anteriores. Te ibas a España a estudiar a seguir la maestría.

Nada... pues, me queda solo desearte lo mejor en este nuevo proyecto. Has sido muy valiente hasta ahora y desde este pequeño rincón al otro lado del atlántico, te envío mi cariño y mi corazón.

Mucha suerte y seguiré más al tanto de tí...

Galileus.

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