A mis amigas
Todos dicen “muy rápido”, “muy rápido”, y tú sabes hacerlo sólo de este modo. Rápido. Alguien te enseñó, hace tiempo, que no, pero tú aprendiste mal, aprendiste dando todo cuando él, para él, como él, porque él. Y rápido, por supuesto. Rápido.
Pensabas, acaso alguno en particular, acaso quien sea indicado, acaso un muchacho o un hombre bueno, acaso para ti, acaso no importará. Pero importa, siempre importa, carajo. Siempre.
Ahora sabes: no existe el indicado antes de serlo. Y has dejado de creer en su llegada, en su partida, en que dure siquiera dos días, en nada, porque es mejor, recuerdas, cuando no esperas más, porque estás cansada y con la tripa revuelta de esperar.
Te duele. Reconoces el dolor. Sabes qué hace falta. Distancia. Aprenderás a estar lejos a su lado, siempre se aprende algo nuevo. Distancia, bloqueo. Le dijiste: “mírame bien”. Obviaste: “es la última vez que te miro así”.
Es que ya sabes lo de luego, ya lo sabes, ni siquiera debes pensártelo, ni siquiera suponer. Sabes, además, que todo es una bendición, a fin de cuentas, aunque la ilusión esté dañada y tú misma. Nada más.
Entonces, sigues andando y todos aún opinan “muy rápido”. Sigues andando, con tus entrañas recogidas en un trapo sucio, porque las mostraste todas, le dijiste: mira, esto lo llevo dentro. Olvidaste preguntar si le daba asco saberlo, es algo que siempre se pregunta.
Y muy rápido lo que sea. Muy rápido le juzgaste bueno. Muy rápido te juzgó mala. Muy rápido notaste que no, que mejor no, que no es conveniente. Así que mírame bien, porque es la última vez que, al mirarme, te miro también. Y ya.
Hace mucho que abandoné definitivamente Madrid.
Pensabas, acaso alguno en particular, acaso quien sea indicado, acaso un muchacho o un hombre bueno, acaso para ti, acaso no importará. Pero importa, siempre importa, carajo. Siempre.
Ahora sabes: no existe el indicado antes de serlo. Y has dejado de creer en su llegada, en su partida, en que dure siquiera dos días, en nada, porque es mejor, recuerdas, cuando no esperas más, porque estás cansada y con la tripa revuelta de esperar.
Te duele. Reconoces el dolor. Sabes qué hace falta. Distancia. Aprenderás a estar lejos a su lado, siempre se aprende algo nuevo. Distancia, bloqueo. Le dijiste: “mírame bien”. Obviaste: “es la última vez que te miro así”.
Es que ya sabes lo de luego, ya lo sabes, ni siquiera debes pensártelo, ni siquiera suponer. Sabes, además, que todo es una bendición, a fin de cuentas, aunque la ilusión esté dañada y tú misma. Nada más.
Entonces, sigues andando y todos aún opinan “muy rápido”. Sigues andando, con tus entrañas recogidas en un trapo sucio, porque las mostraste todas, le dijiste: mira, esto lo llevo dentro. Olvidaste preguntar si le daba asco saberlo, es algo que siempre se pregunta.
Y muy rápido lo que sea. Muy rápido le juzgaste bueno. Muy rápido te juzgó mala. Muy rápido notaste que no, que mejor no, que no es conveniente. Así que mírame bien, porque es la última vez que, al mirarme, te miro también. Y ya.
Hace mucho que abandoné definitivamente Madrid.
Comentarios
buen video, el de andrelo, cantando su media verónica, aunque rota y con años, no le hicieron daño.