Eto' andaluce
Los conocí en Villa Salvación, un pueblo de Madre de Dios donde está la sede técnica del Parque Nacional Manu. Trabajan en un albergue para niños abandonados, como voluntarios. Son de esa clase de personas de "buen karma", que transmiten sensaciones bonitas, aunque se adivine tras sus ojos la complejidad de cualquier ser humano y no se les entienda un rábano al hablar. Estuvieron en Cusco unos días.
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Sin ánimo de parecer "xenófoba"...
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Él pasó por mí, luego de la tremenda juerga de la noche anterió. Habíamos quedao con las niñas a eso de la’once’e la mañana, pa ir a Urubamba. Yo es que estaba encantá, porque el grupete aquél está geniá, además que me lo paso mu bien con ello, aunque se queden poco tiempo en Cuco, vamo.
Llegamo’al albergue a la hora acordá, él con un poco’e prisa, porque tenía que resolver uno’asunto con su billete de retorno a Epaña. No’encontramo con que una de la’niña, la otra andaluza, etaba mu mala. Había pasao la noche vomitando y vomitando, tal vé por alguna infeción. Supuse que se trataba de mal de altura. Esto de subir de golpe 3000 metros sobre el nivel del mar y salir de fiesta por ahí, es de cuidado.
Bueno pué, a’eperá que se ponga buena, mientra'el chico y yo acabábamo’uno trámite por ahí cerca, de su billete y tal.
Ante’e salí del albergue, como etaba claro que iba a pasá, uno se tardó die minuto en cambiarse el pantalón y la otra, casi lo mimo o aún má en darse un baño, a ver si así le pasaba la fiebre, porque le hacía mucha ilusión llegar hata Urubamba y conocé la casa de niño sin hogá que hay ahí.
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Llegamo’al albergue a la hora acordá, él con un poco’e prisa, porque tenía que resolver uno’asunto con su billete de retorno a Epaña. No’encontramo con que una de la’niña, la otra andaluza, etaba mu mala. Había pasao la noche vomitando y vomitando, tal vé por alguna infeción. Supuse que se trataba de mal de altura. Esto de subir de golpe 3000 metros sobre el nivel del mar y salir de fiesta por ahí, es de cuidado.
Bueno pué, a’eperá que se ponga buena, mientra'el chico y yo acabábamo’uno trámite por ahí cerca, de su billete y tal.
Ante’e salí del albergue, como etaba claro que iba a pasá, uno se tardó die minuto en cambiarse el pantalón y la otra, casi lo mimo o aún má en darse un baño, a ver si así le pasaba la fiebre, porque le hacía mucha ilusión llegar hata Urubamba y conocé la casa de niño sin hogá que hay ahí.
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No’pusimo en camino recién como a la cuatro y media’e la tarde, o así. Una confusión a la hora de enviar el fax, por parte del niño, iba a retrazarno'aún má, pero eso era prioridá y podía entendelo (así como podía entendé que la niña estuviera enferma). Pero para entonces, las cosas ya estaban demasiado lentas…
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Por fin en la combi, quillo, ya era hora, ¿verdá? Pero la combi hata la etación de tasis, no al pueblo, aún no. Bajamo faltando tré cuadra. En el camino, la niña vio uno dulce en vitrina y dijo: “Qué hambre tengoooo, e que no he comio ná dede ayé. ¿Compramo dulce de eso que se ve tan bueno?”.
En ese preciso momento, mi paciencia tuvo un pequeño resbalón y pronuncié decididamente: “Primero lleguemos a Urubamba, ¿ok?”. ¡Es que ahí la piurana era yo, joder! ¡La lenta, la pacientosa, la que se toma su tiempo para todo y va por la vida observando cada pajarito que se le atraviesa, era yo, no ellos! ¡Y ya les llevaba varios kilómetros de ventaja!
La francesa se acercó a mí. Por fin una de las dos había dado señales de hartazgo y vino a solidarizarse conmigo. Era el primer par de españoles tan relajados que conocía en mi vida. Por lo general, suelen estar corriendo de un lado para otro, midiendo cada segundo de su tiempo, hablan muy, muy alto, opinan cuando nadie les ha pedido que lo hagan y, en fin, la idea-prejuicio que todos tenemos. Estos eran diferentes, pero su tranquilidad ya había conseguido desesperarme. Afortunadamente, la niña es tiernísima y el niño, románticamente malagueño, lindo y guapo... ¡Qué si no!
Y bueno, ¿nos vamos ya? (a regatear con el conductor del taxi-colectivo). Un par de errores más en el camino, que costaron al buen hombre 80 soles. El gesto noble de uno de mis compañeros de viaje, que no olvidaré nunca y… Urubamba.
Conocimos el albergue, personas nuevas, niños y niñas aprendiendo a trabajar la arcilla, paisajes, dibujos. Lástima no tener la vida medianamente resuelta, para poder hacer de “voluntaria” alguna vez.
La cena-almuerzo fue otra historia. Tardamos 1 hora en decidir a dónde ir y cuarenta minutos más (ellos) en escoger la comida. La noche avanzaba, yo no estaba preparada para andar por la calle a esas horas (afortunadamente, la francesa me prestó una bufanda), y debía volver a Cusco apurada, cual Cenicienta, pues era la quema y despedida de Joha, amiga mía por buena y por Mónica. Cada vez se hacía más tarde…
Conseguimos, a eso de las 11.30, que un taxista nos haga la carrera. Cobró 50 soles, 20 más de lo que cobran de día, “porque de Cusco tenemos que regresarnos vacíos, pues, mamá”. Sin embargo, una vez en Cusco, el pedazo de perro nos dejó tirados en un grifo, menos mal que cerca del centro, “porque ya me voy a descansar” (o sea, so baboso, mañana igual te regresas haciendo algún servicio y estás que te haces el dramático, para ganar más).
Ni modo.
Los muchachos estaban convertidos en humildísimos trapeadores. Ninguno quiso/pudo acompañarme donde Joha. No entendía por qué estaban tan destrozados, si llevábamos el mismo ritmo desde la noche anterior... Pero en fin, yo tenía un compromiso importante con mis mejores amigas y amigos de Cusco y no podía dejarme contagiar del cansancio colectivo.
Fue un buen final y un buen amanecer. Al día siguiente, debí editar un vídeo en tiempo récord, porque a quien funge, por ahora, de mi jefe inmediato, se le ocurrió mandarlo junto con otros documentos, como informe final de proyecto (y ya sabemos que estos informes siempre se terminan a última hora). Quedó bonito, pese a la mala noche. Y todo bien, aunque a lo’andaluce, desde esa madrugada, no los he vuelto a ver.
Por fin en la combi, quillo, ya era hora, ¿verdá? Pero la combi hata la etación de tasis, no al pueblo, aún no. Bajamo faltando tré cuadra. En el camino, la niña vio uno dulce en vitrina y dijo: “Qué hambre tengoooo, e que no he comio ná dede ayé. ¿Compramo dulce de eso que se ve tan bueno?”.
En ese preciso momento, mi paciencia tuvo un pequeño resbalón y pronuncié decididamente: “Primero lleguemos a Urubamba, ¿ok?”. ¡Es que ahí la piurana era yo, joder! ¡La lenta, la pacientosa, la que se toma su tiempo para todo y va por la vida observando cada pajarito que se le atraviesa, era yo, no ellos! ¡Y ya les llevaba varios kilómetros de ventaja!
La francesa se acercó a mí. Por fin una de las dos había dado señales de hartazgo y vino a solidarizarse conmigo. Era el primer par de españoles tan relajados que conocía en mi vida. Por lo general, suelen estar corriendo de un lado para otro, midiendo cada segundo de su tiempo, hablan muy, muy alto, opinan cuando nadie les ha pedido que lo hagan y, en fin, la idea-prejuicio que todos tenemos. Estos eran diferentes, pero su tranquilidad ya había conseguido desesperarme. Afortunadamente, la niña es tiernísima y el niño, románticamente malagueño, lindo y guapo... ¡Qué si no!
Y bueno, ¿nos vamos ya? (a regatear con el conductor del taxi-colectivo). Un par de errores más en el camino, que costaron al buen hombre 80 soles. El gesto noble de uno de mis compañeros de viaje, que no olvidaré nunca y… Urubamba.
Conocimos el albergue, personas nuevas, niños y niñas aprendiendo a trabajar la arcilla, paisajes, dibujos. Lástima no tener la vida medianamente resuelta, para poder hacer de “voluntaria” alguna vez.
La cena-almuerzo fue otra historia. Tardamos 1 hora en decidir a dónde ir y cuarenta minutos más (ellos) en escoger la comida. La noche avanzaba, yo no estaba preparada para andar por la calle a esas horas (afortunadamente, la francesa me prestó una bufanda), y debía volver a Cusco apurada, cual Cenicienta, pues era la quema y despedida de Joha, amiga mía por buena y por Mónica. Cada vez se hacía más tarde…
Conseguimos, a eso de las 11.30, que un taxista nos haga la carrera. Cobró 50 soles, 20 más de lo que cobran de día, “porque de Cusco tenemos que regresarnos vacíos, pues, mamá”. Sin embargo, una vez en Cusco, el pedazo de perro nos dejó tirados en un grifo, menos mal que cerca del centro, “porque ya me voy a descansar” (o sea, so baboso, mañana igual te regresas haciendo algún servicio y estás que te haces el dramático, para ganar más).
Ni modo.
Los muchachos estaban convertidos en humildísimos trapeadores. Ninguno quiso/pudo acompañarme donde Joha. No entendía por qué estaban tan destrozados, si llevábamos el mismo ritmo desde la noche anterior... Pero en fin, yo tenía un compromiso importante con mis mejores amigas y amigos de Cusco y no podía dejarme contagiar del cansancio colectivo.
Fue un buen final y un buen amanecer. Al día siguiente, debí editar un vídeo en tiempo récord, porque a quien funge, por ahora, de mi jefe inmediato, se le ocurrió mandarlo junto con otros documentos, como informe final de proyecto (y ya sabemos que estos informes siempre se terminan a última hora). Quedó bonito, pese a la mala noche. Y todo bien, aunque a lo’andaluce, desde esa madrugada, no los he vuelto a ver.
Comentarios
"No'han cambiado la base de dato!"
y claro... me quedaba igual, pues no sabia si NOS la habian cambiado o NO.... Plop!!!
http://www.youtube.com/watch?v=wJgr_mwcR1g