Intento de vacaciones en Sechura, segunda entrega:

¡Cuánto tiempo se va en esto! Puff…

Día 2: De pelea con los cangrejos.

Helen debió regresar a su casa en la mañana, por motivos familiares (mal invento el celular, cuando quieres ser inubicable).
La acompañamos a tomar el bus de vuelta, y luego de deshacernos del cobrador, quien pretendía obligarnos a subir a Carla y a mí, sólo por llenarlo y sin preguntar a dónde queríamos ir, nos largamos a buscar un carro que nos lleve a… ¿Bayóvar o Parachique? ¿Parachique o Bayóvar? ¿Cuál está más lejos? ¿Qué es más interesante, el famoso puerto de Bayóvar o la renombrada bahía de Parachique? ¿Qué pueblo será más acogedor? ¿En cuál de los “estechion” colectivos está sonando “Crawling”, de Linkin Park, para subirnos a ese, no importa a dónde vaya?
Que Bayóvar está a más de una hora, que es aburrido y no hay mucho que ver, nos dijeron. Igual servía para una visita escolar, no para vagar. En todo caso, los chóferes de colectivos no le hacen mucho bien a su distrito, si de impulsar el turismo se trata. De todos modos se agradece la sinceridad. Vámonos a Parachique, por lo menos Carla tenía bonitos recuerdos de ese lugar.
Tomamos un carro que, además de nosotras dos, llevaba mucho pescado congelado atrás y a un señor, por lo visto amigo del conductor, de copiloto. Todos los consejos de mamá fueron insuficientes para evitar que sacara la cámara y me pusiera a hacer tomas de la carretera y algunos pueblos del camino. Me sonó mucho “Las Delicias”, una playa que escuchaba mencionar a alguien que conocí y no recuerdo ahora.
Nos latió el corazón de alegría cuando vimos en la carretera el desvío a Parachique. Dejó de latirnos cuando nos recibieron invasiones de esteras y urbanizaciones establecidas arbitrariamente, al lado de pozas saladas con algunas aves marinas, acompañadas de sus incondicionales rémoras: los gallinazos.
El pueblo me pareció a aquellos barrios de Sullana donde todos van a parar con resaca, en busca de alguna picantería donde sirvan bueno y barato, y luego tienen la suerte de salir vivos de allí para contarlo. El conductor no paró hasta el paradero de buses, colindante con un paradero de botes y barcos pequeños. Chicha y cebiche en la orilla, al lado de estanques y más gallinazos.

¿Qué hacer por aquí? Dar vueltas, mirar cómo reparan los barcos de madera y burlarnos de algunos de sus nombres. Con un poco de suerte, nos subiremos a alguno a hacer el ridículo un rato, para las fotos. Pero bueno, hay que ver. De todos modos, me da grima sacar la cámara aquí, con lo feo que todos nos miran.
Seguramente la madre de Carla, que está en Estados Unidos, se sentirá feliz cuando su hija le cuente que ha andado por los lugares que recorrieron juntas cuando era pequeña: “Apuesto que me preguntará si vi a Fulano o Mengano, como si me acordara de ellos”.
Cosa rara, vi que un jovenzuelo se acercaba de frente a mí, en su bicicleta. Me hice a un lado, pero él seguía porfiadamente hacia mi dirección. Me paré en alguna posición que hace milenios aprendí en el dojo al que papá me obligaba a ir, y detuve la bici con mi mano abierta. El muchacho perdió el equilibrio y casi se cae, pero siguió de largo sin decirme nada. Me disgustó mucho su falta de educación y ya me iba a reclamarle, que por lo menos debió decir “lo siento”, ¿no? Pero Carla: “¡Oe, mamita! ¿No te has dado cuenta que ese baboso quiso robarte la cámara? ¡Menos mal que reaccionaste bien y fuiste más rápida que él!”... ¡Ups! Larguémonos de aquí, lo antes posible… ¡Pero antes, una panorámica al lugar, que está precioso!

Tardamos un poco en encontrar un bus para Sechura. Gracias al cielo, llegó justo cuando nos habíamos dado cuenta que tras nosotros venían cuatro hombres jóvenes, un par con cadenas en las manos. Bueno, tal parece que ya estamos a salvo. El plan ahora es bajar en el desvío a Mata Caballo, caminar 1 Km. hasta la playa, y buscar un lugar para comer pescado.
Viaje tranquilo, salvo por una señora que explicaba al chofer que el motivo de los desastres en África y Asia era que la gente se alejaba cada vez más de Dios, y una colombiana que hablaba por Radio Programas, explicando que se fijaba en los ojos de las modelos para escogerlas y llevarlas a Miami a hacerse famosas, porque “las peruanas están de moda” (vaya…).
Llegamos al desvío. Bajamos. Unas muchachitas en ropa de playa iban delante de nosotras. Yo, con mis lindos botines de montaña, que cuando sé que haré caminatas largas no me gusta jugar con mis pies. Ellas, en sandalias. Carla, en sandalias también (¡mona!).
Bonito muelle, antes de irnos vamos un rato ahí. Ahora, a alejarnos lo más posible de las 3 ó 4 familias que han llegado a veranear. No veo que vendan comida por ningún lado. Otra vez el jaleo para ponerme el traje de baño.
De frente al mar puedes ser el más insignificante de los bichos, o el más poderoso de los seres humanos. Las dos éramos lo que somos: dos chicas tratando de escapar de todo lo que nos preocupe o entristezca de nuestros respectivos espacios sociales, para recuperar un poquito de salud emocional.

El Tabernero aún nos duraba, así que nos tomaríamos otra tercera parte de la botella, y guardaríamos el resto para celebrar, al día siguiente, el cumplimiento de nuestra prueba de fuego: 11 Km. de desierto, hasta los manglares de San Pedro… y más playa.
Recuerdo que aluciné con hacer lo que se me antoje, y despotriqué de mis responsabilidades. Carla, que se ata menos a prejuicios y vive con más inhibición, me dijo con la sensatez y el cariño que da una amistad de las buenas: “Olvídalo, gato, no eres para eso. No serías tú, y no te agradaría al final”. ¡Salud!
Hice mi trote del día, mi oración del día y mi llanto del día. Volví a pelear con el idiota que está al otro lado del Atlántico (claro, estaba en el Pacífico, pero al final el mar es uno solo, ¿verdad, Helen?), porque sentía con más certeza que todo se iba a acabar. Decidí decírselo, y lo escribí en la arena. A estas alturas, le haré caso a Carla y venderé esta imagen como postal:

Era hora de la lata de atún y las galletas Club Social. Nos entretuvimos casi una hora mirando a los cangrejos pelearse por pedacitos de cáscaras, cuidarlas como a preciados tesoros, y llevárselas a sus madrigueras. Una hora más alucinando sobre por qué estos bichos se reúnen en numerosos grupos en la orilla, para hacer bolitas de arena. Por si se estaban armando para declararnos la guerra, hicimos también las nuestras (jejeje).

Todo parecía muy limpio, hasta que el viento se llevó un empaque de nuestras galletas a unas dunas. Corrí a alcanzarlo, porque no podemos dejar desperdicios en la playa. Entonces encontré el lugar donde la gente suele enterrar la basura. En fin, vine por el paquetito y me voy con el paquetito, para echarlo a un papelero y no tener cargo de conciencia.
Como a las 4 de la tarde decidimos ir al puerto, a ver si alguien nos paseaba en algún bote. Nadie, todos estaban de regreso. Un par de tipos se ofrecieron a llevarme, pero con tales muecas y juegos de lengua que debí agradecer hecha la linda, y rechazar. Un par de fotos más, y de vuelta. Un anciano del grupo de pescadores de la orilla me agradeció por estar ahí, e iluminar el día con mi luz. Viejo tenía que ser para saber decir cosas tan bonitas. Y claro, mi predisposición a una inminente ruptura amorosa (ya me latía) me animaba a sonreír conmovida ante este tipo de halagos.


En la ciudad

Fuimos a la Municipalidad, el guardián nos trató muy bien, por nuestra condición de “turistas”. A mí me colocaban en cualquier lugar del mapa, menos en ese lado bonito llamado Perú (¿?). A mi amiga, en Colombia. Las dos hippies, artesanas, trotamundos y quién sabe qué más. Cuando le dijimos que veníamos de Piura, su amabilidad no cambió. Nos presentó con el encargado de la Oficina de Turismo, quien nos mostró folletos y habló de la raza sechura (¿ves que no eran descendientes de los Tallanes, Carla? ¿Lo ves, lo ves, lo ves? ¡Te lo dije!), y de muchos sitios buenos para visitar. Agradecimos la atención y prometimos publicar nuestra historia en algún medio. Cumplo con eso ahora, y lo reduciré más para mandarlo al diario El Tiempo.
También conocimos por ahí a un escritor sechurano, interesadísimo en mostrarnos la iglesia, famosa por sus túneles subterráneos. Nos pidió que esperásemos al guía oficial, a quien debíamos dar 5 soles cada una por el tour. Esperamos…

Llegó bastante después, para decirnos que eso de los túneles era una historia falsa que le hacía daño a una iglesia tan rica en tradición y arquitectura. En fin, nos fuimos y prometimos volver al día siguiente. Nunca lo hicimos, porque estuvimos casi muertas. Creo que esa noche cenamos otra lata de atún, dos cervezas pequeñas y el tercio de vino que quedaba en la botella. Además, compramos agua y chocolates para la caminata del siguiente día y quemamos incienso, sosteniendo el palito en el tomacorriente, a falta de pedestal.

Comentarios

Mamá de 2 dijo…
Bueno, nunca se acaban las cosas por conocer, aunque nos reduzcamos a un pequeño distrito. Así es el Perú.

Espero volver a Sechura este verano y completar mis crónicas, para poder hacer una publicación de más "ciencia" en el periódico. De hecho también la colocaré por aquí.

Los alrededores de Lima son bonitos, aunque su sierra es gris. Yo conozco algunos pueblos del valle de Lurín. Más adelante publicaré algo al respecto (no llevé cámara, estoy a la espera de que algún buen amigo cumpla con enviarme las fotos prometidas).

Gracias por tu comentario. Un abrazo.
edward ayala dijo…
pues yo soy vivi por este lugar casi toda mi niñez sabes la pase paja de chivolo me recurseaba en la pesca en parachique y las delicias te dejo mi msm para ver si cuando regresas tomar unas chelas para alejarnos un poco de este mundo monotono un poco ayex_k@hotmail.com
César Leigh dijo…
Creo que desde la primera vez que te ví en tu casa -una linda morochita de unos 12 añitos-..esos tiempo cuando iba a gorrearle la cámara a tu viejito lindo... supe de inmediato que no pararías de buscarte... sigue haciéndolo, me gusta leerte y verte en cada rincón por donde paso hermanita linda... Deja huellas para poder seguirte... Keep on it!

CESAR LEIGH
www.leighperu.com
Anónimo dijo…
Lamento que conozcas poco de Parachique. Se denota ciertos complejos en tus absurdos comentarios. Acá nadie anda con cadenas para asaltar a nadie. Son gente de trabajo, pero que tus aires de diva te hacen ver visiones. Este es un pequeño puerto que no ofrece las comodidades de "tu lima" donde alucinas siempre. Nosotros vivimos aquí dignamente no como dices en un suburbio de sullana ó zona de gallinazos. y créeme tus comentarios de este lugar son absurdas.Valora a tu patria y no alucines de sabelotoda; dedícate a otra cosa.
Anónimo dijo…
amiga estas equivacada sechura es hermosa por dentro y sus alrededores.quiza llegaste en un momento no tan oportuno.pero estamos en nuestro momento los negocios nacionales como internacionales nacen de mi sechura .lamento tu manera de pensar pero lima no es tan bella a menos q estes fumada.
sus calles nunca sirven para hacer turismo son pestilentes y emana la contaminacion.
Anónimo dijo…
chicas creo que ustedes estan totalmente erroneas, no estan a la altura de ser viajeras, para empezar yo soy de lima y me encanta viajar a todo rincon del Perú y ha habido cosas inesperadas y extraordinarias, yo pienzo que con tu actitud y tus comentarios tu estas hecha para salir de "viaje" de tu linda casita de lima a algun club o como sueles según ir al sur con tu latita y tu cervecita y tu vinito, despierta mamita que eso no es ser viajera, espero te retractes de tus comentarios por que en mi Lima la gris tambien suceden cosas buenas y malas y eso sucede en todo el planeta tierra salvo que tu vengas de otro planeta muy lejano y eso de prender tu inciencio yo creo que fumas de la mala matta. Espero no te sientas mal con mi comentario pero eso es lo que yo pienzo y dsiculpa por mi ortografia si ahy alguna queja gracias y feliz navidad para ti y para toda el Perú y para ti mi linda Sechura que pronto estare alli para conocerte

Entradas populares