Las compañeras del fondo

Siempre hablo de mis gallinas, lo sé, soy muy pesada y lo admito con orgullo. Pero es que las gallinas son, para mí, criaturas directamente asociadas a la vida de los seres humanos. Cuando Ana nació, por ejemplo, no podía concebir su aprendizaje del mundo sin el murmullo de gallinas y pollitos, allá al fondo.

Ana y Totó, primer (y único) pollito-mascota de la casa.
- 25 de febrero de 2015 -

Adoro a mis gallinas. Están locas, son asustadizas, pero identifican rápidamente a quien las alimenta, a quien asea su espacio y, por supuesto, a quien las daña. Cuando me acerco al gallinero, vienen corriendo a la puerta, para recibirme. Pero si voy con una persona desconocida, se contienen, aunque les acaba venciendo la curiosidad. 

Una vez, en un panfleto bilbaíno, leí un artículo que intentaba desprestigiar a las gallinas. El autor, antropocéntrico, afirmaba burlón que nada podía haber tan triste como la vida de un pollo. Quizás es más triste un activista de izquierdas que necesita despreciar a las gallinas para dar algún sentido a su propia existencia, digo yo. En todo caso, es verdad que los seres humanos, con nuestras ansias de consumo, hemos generado una industria dedicada a arruinar la vida de criaturas que, a su muerte, nos darán de comer. Y eso es, como poco, miserable.

Ana y Pepe, pollito que sufrió las consecuencias de ser criado por una gallina de pelea.
- 13 de septiembre de 2015 - 

La tía Quiqui criaba gallinas, preparaba remedios caseros y procuraba ejercicios de autoabastecimiento doméstico. Además, tejía, con cuatro panillas finas, unas medias de hilo maravillosas.

Entre los varios conocimientos de la tía, estaba prever precisamente el día en que una gallina empezaría a poner huevos, dejaría de hacerlo, enfermaría, se recuperaría, nacerían sus polluelos, o moriría. Lo sabía con la precisión de un reloj suizo. Por supuesto, también determinaba cuándo debía sacrificar a una de sus protegidas. Y es que, para ella, criar gallinas era eso: alimentar, cuidar y acompañar la vida de unas criaturas que, a su muerte, darían a su familia de comer, ayudarían a sobrellevar una anemia o aliviarían el resfriado infantil de alguna querida sobrina.

El Negro y el Canche, primeros pollitos nacidos en #LaCasa.
- 5 de abril de 2015 -

A partir de ese principio, con intención de combatir una plaga de hormigas sin insecticidas y bajo los efectos eufóricos de La Gallina Pintadita y El Pollito Amarillito, mi compañero y yo decidimos criar gallinas. Empezamos en febrero del año 2015, con una madre de edad mediana y dos hijos adolescentes, adoptivos (larga historia). Les pusimos Nonna Papera y los Juveniles. Luego nos obsequiaron a Totó. La Papera tuvo dos hijos más: el Negro y el Canche. Y entre una cosa y la otra, llegamos a una población de 13 aves en 16 metros cuadrados. Afortunadamente, el control de natalidad está funcionando, ahora sólo son 7 hembras en el gallinero, 2 de ellas en producción de huevos, y 3 pollitos sueltos por el jardín (de allí saldrá el próximo gallo reproductor, que quizás llevaremos a alguna finca).

"Ya vienen": de este modo anuncié que llegarían las salvadoras del huerto, para acabar con la plaga de hormigas. ¡Estaba muy emocionada! ¡Me lo imaginaba con todo y la harmónica de Once Upon a Time in the West! Cosas de frikis, no intentar comprender.
- febrero de 2015 -


Requieren mucha atención: el agua se cambia a diario; reciben dos raciones de comida al día: una de maíz y otra de sobras de verduras y frutas; limpio el gallinero superficialmente cada 3 días, para recoger el estiércol y ponerlo en la compostera (así reducimos su acidez) y, una vez a la semana, sábado o domingo, hago una limpieza profunda, que implica pasar agua con legía y remover el suelo con una pala. Esto último es de gran importancia, pues las aves entierran semillas y restos orgánicos que luego se pudren y, ¡ala, fuegos fatuos en el corral! ¡A ver a quién asesinaron esta vez, las bichas esas!

Las gallinas no son semilleras, es decir, no esparcen semillas enteras con las heces. Más bien, las semillas son la base de su alimentación, entonces, poseen un aparato digestivo que les permite triturarlas y extraer nutrientes de ellas. En compensación, la gallinaza (o pollinaza) es un abono riquísimo. Otra ventaja: las aves mantienen bajo control estricto la población de insectos dañinos para las plantas. Gracias a todo este sistema, conseguimos sostener de manera casi autosuficiente nuestro pequeño espacio de producción familiar.

A estas alturas del texto, noto que hablar o escribir sobre gallinas me hace feliz, tan feliz que olvido, voluntariamente, la parte dura del proceso: nuestras gallinas producen huevos, pero también carne. Y para obtener la carne, ya se sabe, es necesario matar.

Tercera generación: la Juvenil (gallina de pelea, A.K.A. "fina") descansa junto a sus crías (empolladas, no biológicas) en una deliciosa piscina de tierra.
- 9 de agosto de 2015 -
Cuarta generación: Nonna Papera empolló 5 huevos y sacó 4 pollitos, todas hembras: dos cariocas y dos negras.
- 18 de noviembrede 2015 -
Los polluelos crecen: el poderoso gallo Gris, la gallina Pintada y la gallina Roja (los tres de la tercera generación).
- 4 de marzo de 2016 -

Hasta el momento, no me he atrevido a matar, siempre lo hace alguien más. Yo sólo cumplo el vil encargo de coger al ave, tranquilizarla y entregarla. Aprovecho la confianza generada y la traiciono. Por convicción animista, suelo pedir perdón a la elegida o al elegido. La última vez, expliqué a la Pintada que mi hija estaba enferma y yo me encontraba seriamente preocupada. En tanto seamos consumidores de carne, no veo una opción más humana de hacer las cosas.

Última parvada (quinta generación), hijos biológicos de Nonna Papera y el gallo Gris. Actualmente, los pollitos tienen 3 meses y andan sueltos por el jardín.
- 14 de marzo de 2016 -
Producción: sólo Nonna Papera y la Roja se encuentran en edad fértil. El color de los huevos depende de la pigmentación de las gallinas.
- 18 de mayo de 2016 -

La vida de una gallina no es naturalmente triste (que la hagamos triste es otro asunto). Sin embargo, no me gustaría ser una gallina.

Voy a verlas ahora. Les daré una ración extra de maíz triturado (lo prefieren al de grano, están aniñadas) y les agradeceré la compañía y el aprendizaje. Pensar en la felicidad de mi hija al ver nacer pollitos, me ayuda a descansar de mi estado de tensión defensiva habitual. 


El grupo -casi- completo: dos gallinas de la tercera generación (Roja y Brava) y cuatro gallinas de la cuarta generación (cariocas y negras).
- 18 de mayo de 2016 -

Comentarios

Unknown dijo…
Uau! Te felicito tanto por este blog! Este artículo sobre las gallinas y pollitos escrito con tanta pasión y sentimiento. Nunca supe tanto de estas pequeñas criaturas, me has "desembrutecido"jaja. Gracias y espero con ansias leerte. Muchos abrazos!
Mamá de 2 dijo…
Mi querida Paquita: mil gracias. Lo cierto es que yo sé muy poco de gallinas, pero es bonito ver cómo, muchas veces, ellas mismas dejan claro lo que necesitan. Nuestra ventaja es que podemos permitirnos fallar, siempre y cuando no les hagamos daño. No estamos apurados por producción o engorde, sencillamente nos asesoramos en cuestiones indispensables y vamos probando. Por supuesto, requiere tiempo, aunque a veces parece que "se crían solas", son una gran responsabilidad. Hay que tener el espacio limpio, por comodidad de las aves pero también salud de quienes consumimos la carne y los huevos. Hasta ahora, las personas que se han hecho cargo de "faenar" nuestras aves nos han felicitado porque no tienen parásitos. Y eso es por la manía de limpiar, ver que siempre beban agua fresca y alimentarlas con cuidado. En fin, mejor corto, porque soy una maníatica de este tema. A los pobres compas cooperantes de por aquí los tengo atragantados ya, jajajajajaja... ¡Abrazos a ti y toda tu familia!

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