El desconocido


Lo confieso, me gustan los hombres “masculinos”. Los nenes andróginos y sufrientes que siempre han despertado mis más bajos instintos lésbico-pedofílicos están bien para fantasear y aportar misterio a mi ya corroída imagen de “chicazo”, pero muy en el fondo de mi corazón y mis sueños húmedos, no me imagino compartiendo vida y sexo con un amanerado redomado y “sensible”, de esos que abundan en la actualidad, sino más bien acompañada de un hombre muy hombre, es decir, con suficiente capacidad de constante autoperfección en ámbitos varios, el intelectual y el dominio de las situaciones, para empezar.

Ni más ni menos, los mismos esfuerzos que hago yo por ser una mujer muy mujer, que no van por el lado de arreglarme las uñas, cuidarme el cutis o aprender (de una buena vez, que ya me vale) a andar con tacones. No pienso en cuestiones estéticas, sino en comportamientos, madurez.

Todas las personas tenemos malos momentos, sí señor. Pero todo tiene un límite, creo. Quiero una pareja de locuras, que, sin embargo, no me vuelva loca de angustia, diciendo y desdiciendo, ocultando afectos y verdades. Un hombre muy hombre debe ser sincero y tener sentido de oportunidad, saber acompañar, callar cuando es preciso y poner la cara para la bofetada de rigor, si se la ha ganado. La vida no es maravillosa, tiende a ponerse difícil cuando menos preparados estamos para enfrentarla.

Quiero uno que ya haya dejado las drogas hace varios años, pues he descubierto que los rostros masculinos adoptan un relajo bastante idiota y poco atractivo cuando fuman marihuana. Además, no me veo criando a cinco preciosos niños adoptivos junto a un papanatas incapaz de autocontrolarse (que no es reprimirse, ojo, pues también lo quiero libre, muy libre). Que no padezca depresiones crónicas, porque esas cosas se heredan y/o transmiten por ósmosis emocional al resto de la familia. La verdad es que paso, ya bastante tengo yo controlando mis polos.

Un hombre que sepa comportarse (y me enseñe buenos modales, pues resulto ser bastante vikingo en finas lides). Culto, con suficiente experiencia de vida como para no hacerme llorar, salvo que sea absolutamente necesario (y mejor si de alegría). Alguien capaz de guardar silencio ante la buena música o el sonido de las hojas de los árboles cuando les da el viento. Vamos, yo sé que hablo mucho, muchísimo, pero no todo el tiempo. Hay momentos que no merecen la más mínima conversación y quien no sepa interpretar sonidos, miradas y gestos, no me sirve (así de claro).

No me gustan los hombres llorones y paso a explicarme, antes de que alguna feminista me lance un mordisco. Los seres humanos lloramos, es natural. La “masculinidad” que busco no es la camisa formal y el cabello suficientemente corto, no señora. Mucho menos la falta de sensibilidad. Si hay que llorar, se llora, pero no soporto a los que apelan constantemente a su susceptibilidad para conseguir compañía o sexo. No, no y no. Y los hay, los hay.

Me he cansado de pseudo artistas y bisexuales negados. No me imagino a Vargas Llosa llorando en las esquinas para conseguir un polvo, ni a García Márquez contando sus penas amorosas a la chica con la que luego intentará ligar. Demasiados hombres actuales, librepensadores ellos, amplios de miras, son incapaces, pero incapaces de decir algo bonito a sus amantes, tienen miedo de halagar, de galantear, dan la impresión de que son una especie de premio que nosotras nos hemos ganado, exigen cariño y atención, a cambio de medias verdades dichas a lo bestia, una y otra vez.

En mis relaciones siempre he cometido varios errores, uno de ellos es haber sido muy macho. Admito que desde pequeña quise ser hombre, pero no un hombre biológico, sino un hombre social. Ser el héroe, el pistolero, el filósofo, el misionero, el capitán. Hasta hace poco tiempo, en las películas y la literatura, las mujeres activas y con carácter solían ser brujas, locas o prostitutas. Mal asunto. En cambio, los hombres ganaban, tenían presencia, respeto, podían matar por honor, poseían el poder.

Por supuesto, y esto sí que lo dejo claro, deseaba ser tan fuerte y diestra con las armas como el personaje “western” de Clint Eastwood, pero para meterme en líos de pistoleros con él. No quería ser la damisela “protegida”, sino ayudarle, guardar su espalda. O por lo menos, no estorbar. Las chicas muy chicas suelen estorbar mucho, incluso a chicas-chicazo, como yo.

En consecuencia, por ser fuerte y "moderna", he desarrollado una tendencia enfermiza a relacionarme con hombres medio-hombres, pensando que, por cuestiones de igualdad, no habría problemas si siempre me correspondía proteger y cuidar. Yo entiendo que toda relación tiene subidas y bajadas, que el apoyo mutuo y el respeto ilimitado son importantes, que un día tocará a uno de los dos tirar del coche, mientras el otro se recupera de alguna herida. Vale, de acuerdo. Pero no, todo el tiempo en dependencia crónica, repitiendo el papel de "hermana mayor", no.

Uno de los hombres más hombres que conozco es gay. Un caballero. Una de las criaturas más interesantes e inteligentes con las que se pueda departir frente al mar. Las personas más fuertes que conozco son, en su mayoría, mujeres. Se aprende a ser fuerte cuando las cosas no son fáciles. Las dificultades nos hacen humildes, capaces de comprender y ayudar. Yo quiero un hombre muy hombre y muy fuerte, creo que es lo mínimo indispensable que puedo desear.

Y si no, pues nada de nada. Ya está.

Comentarios

No es mucho lo q pides...creo q puedes encontrarlo...
Malu dijo…
Qué he sacado con la luna ayayay
que los dos miramos juntos ayayay
Qué he sacado con los nombres ayayay
estampados en el muro ayayay
Como cambia el calendario ayayay
cambia todo en este mundo ayayay
Ayayay
Ay ay

Qué he sacado con el lirio ayayay
que plantamos en el patio ayayay
No era uno el que plantaba ayayay
eran dos enamorados ayayay
Hortelana tu plantío ayayay
con el tiempo no ha cambiado ayayay
Ayayay
Ay ay

Qué he sacado con la sombra ayayay
del aromo por testigo ayayay
Y los cuatro pies marcados ayayay
en la orilla del camino ayayay
Qué he sacado con quererte ayayay
clavelito florecido ayayay
Ayayay
Ay ay

Aquí está la misma luna ayayay
y en el patio el blanco lirio ayayay
Los dos nombres en el muro ayayay
y tu rastro en el camino ayayay
Pero tú, paloma ingrata ayayay
ya no arrullas en mi nido ayayay
Ayayay
Ay ay
Dora dijo…
Comparto tus exigencias. Yo tambien siempre quise ser la "Clint Eastwood". Pero temo que a los hombres-hombres (si es que los hay) no les atraen mucho las Eastwoods... No sé.
Los gays son tan buenos compañeros porque no quiren poseerte.
Besotes, d.

Entradas populares