io ricordo...
Aunque el entorno sea adverso y las personas emigradas nos veamos repetidas veces obligadas a aprender oficios y adaptarnos al medio, nunca debemos olvidar de dónde venimos. Recordar cómo sabemos lo que sabemos es una práctica importante que nos ayudará a conservar raíces, firmeza e identidad.
Estaba pensando en eso y en la efervescencia de autoestima que me ha embargado los últimos meses. Un par de amigos han intentado “llamarme la atención” sobre aquellos brotes de egocentrismo, pero no les he hecho mucho caso, por una sencilla razón: me los merezco, no está mal sentirse a gusto de vez en cuando, satisfecha del trabajo bien hecho.
Humildad ante todo, sí señor. No se trata en absoluto de vacuo engreimiento. La vida enseña técnicas, pero también tácticas. Estas últimas son necesarias para administrar con sabiduría nuestros -siempre mejorables- conocimientos adquiridos. Es lo que entiendo por “experiencia”.
Alguien preguntó a qué se debía el “subidón”. Daba por hecho que la concesión de una beca de cooperación (es decir, una motivación externa) había traído consigo un incremento acelerado de amor propio. ¡Qué va!, le contesté enérgica, ¡No fue por becas o ligues! Sucedió, simplemente, que llegué al fondo de todo y la única opción que me quedaba era empezar a andar hacia arriba. Andar es un eufemismo, he debido escalar roca maciza.
El año pasado un buen hombre empezó a confiarme trabajos de diseño gráfico. No soy Diseñadora Gráfica profesional y mi dominio de programas informáticos ad hoc era bastante básico, pero el instinto de conservación me hizo aceptar el reto y en poco tiempo conseguí aprender “nuevas tecnologías” al servicio de mi afán de "supervivencia con dignidad" (contradictio in terminis, lo sé, lo sé).
Tampoco soy una profesional de la imagen, no poseo equipos sofisticados de fotografía, nunca he hecho exposiciones artísticas, etcétera. Sólo una cosa tengo a mi favor: el buen gusto. Así dicho, se lee frívolo, pero el buen gusto, o el gusto, o el estilo, para ser menos pretenciosa, tiene un porcentaje mesurado de inspiración y mucho de “lo aprehendido”. Y no hablo de técnica, hablo de vida.
Aquí es cuando empezamos a valorar los aportes de las demás personas, su influencia sobre nuestro yo, todo eso externo que ha pasado a formar parte de nuestra identidad. Empecé a recordar, durante mi escalada, la cantidad de veces que mi madre me obligó a tener ordenados los cuadernos del colegio, el margen derechito, el marco de los mapas, colorear con lógica y sin salir del borde. Llegó hacia mí, además, el olor ácido del cuarto oscuro de mi padre, las fotografías húmedas colgadas con pinzas, expuestas a la luz roja, cómo las sonrisas y los paisajes en escala de grises iban apareciendo, una súbita mueca, una pose firme y anticuada, una familia feliz. Yo, mirando con la boca abierta, subida sobre un taburete chato, admitida en aquella caverna mágica con la única condición de quedarme quieta.
Luego de eso, el centro de alquiler de películas (uno de los primeros en Sullana), los foros de cine en el barrio, las grabaciones de eventos sociales como principal actividad productiva durante años y años...
Algunas historias no han sido expuestas en el cine, ni en los libros, ni en los reportajes periodísticos, pero no por eso dejan de existir. El olvido podría hacernos perder pedazos importantes de nosotras mismas. Nadie tiene derecho a hacernos olvidar lo que sabemos, ni cómo lo sabemos.
Bilbao ha sido difícil. Personas que conocen “mis capacidades” temen que no se me esté valorando lo suficiente y consideran esto de hacer diseño gráfico una reducción. Además, he dejado que gente de aquí ponga en duda mi rendimiento profesional, condicionando con esto mi entrega moral al trabajo y mi retribución monetaria. Nunca he necesitado compasión, ni favores, sino oportunidades laborales, pero de las de verdad. Y de esas he tenido pocas.
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Ya con algo de luz solar asomando por encima de la roca que aún debo escalar, encontré necesario recobrar un poco de amor propio, mostrar mayor seguridad y menos “gratitud amable”. Poseo las herramientas necesarias para ser contundente en mis presupuestos, soy capaz de fijarme en los mínimos acabados de mis productos y estoy dispuesta a corregir y aprender. Soy buena en lo que hago y lo digo con alegría, nada de soberbia. He mirado hacia atrás y he comprendido de dónde han salido la fuerza y la maña que aún me mantienen en pie. No me hice sola, no soy sólo yo. Y, como todas las personas, tengo una historia.
Comentarios
Es bueno que uno logre poder reclamar el justo valor de las cosas, y ser consciente de lo que uno vale....
Espero te guste, a tu salud!.
Bello como sientes,
Un saludo