Malditas canciones, Nº2: La chica de Málaga

Tengo un reproductor digital de música. Mi primer reproductor digital de música, por cortesía del pelirrojo. Hasta hace pocos meses usé discman y, dicho sea de paso, anduve con walkman hasta que mi hermano lo rompió, hace un par de años. Y ahora tengo un aparatito pequeñito, pequeñito, que hará más llevaderos mis traslados de un punto a otro de la ciudad.

Me lo trajo ayer por la tarde, con algunas canciones y bandas sonoras grabadas. He de mencionar cierta afición común por Tarantino, lo cual nos llevó, como quien no quiere la cosa, a la versión modernizada de una vieja ranchera cargada de amor y melancolía, conocidísima, ya clásica: La Malagueña (o Malagueña Salerosa).

No puedo dar fe de la primera vez que la oí, pues seguramente mis padres la habrían escuchado cuando yo estaba en la cuna. Pero sí sé en qué momento la identifiqué y reconocí: hace bastantes años, durante mi pubertad, en la voz indefinida y vulgar de un jovencito argentino llamado Pablito Ruiz, en versión pop simple para adolescentes.

Reconozco que compartí, en su momento, la euforia colectiva de mis coetáneas, presa de los desbarajustes hormonales propios de esa época, reforzada por el marketing mediático que rodeaba a aquél muchachito encantador, ídolo de masas sin siquiera haber acabado de ganar estatura… Para que luego no se diga que la vaca no recuerda cuando fue ternera.

Gracias a la red del vecino, pudimos buscar el dichoso vídeo en concierto y comprendí, quizás por los años, la indignación que mostró mi progenitor ante el atentado cultural contra una canción que merecía respeto. El buen hombre, en su afán por hacer de mí una mujer de criterio agudo y esnobista (sí, fue su culpa), me sentó un día en un sillón de la sala y me hizo escuchar, repetidas veces, la versión ranchera de La Malagueña, explicándome por qué ésta tenía mejor calidad interpretativa e instrumental que el bodrio del Pablito Ruiz ese, pobre chico, no tiene la culpa, allá los padres y demás adultos sinvergüenzas, etcétera.

Recuerdo que me sobrecogió. La encontré triste, no me sonaba en absoluto a una canción de amor, porque claro, a los once o doce años pocos seres humanos tienen la mala suerte de percibir dolor en el amor. Mi padre hubo de aceptar mi observación: “Ya, pero la de Pablito Ruiz es más alegre”. Sí, pues, era más alegre.

Diecinueve años depués, puedo agregar: "Y también mala, muy mala". Sin embargo, me recuerda una época bonita y eso le brinda amnistía. Aquí está, con toda la desfachatez de mi corazón (¿a qué está graciosito el mocoso?):

Y ésta versión fue la que me hizo escuchar mi padre:

He pensado, respecto a esto, que así como el sentido del gusto se afina con la edad, ha de suceder lo mismo con el oído. Cuando somos niños apenas podemos tolerar sabores agridulces, sin embargo, cuando vamos creciendo notamos cómo, poco a poco, introducimos variaciones. Yo he sentido esa misma apertura gradual con la música, aunque la apreciación de este arte tiene como condición indispensable el aporte espiritual que nos vaya dando la experiencia.

A los once años, la Malagueña ranchera era triste y me provocaba una punzada en el pecho que no comprendía y sólo podía rechazar. Hoy por hoy, puedo disfrutar esa tristeza, decorarla con palabras y colores. Pienso en los niños que nacen y crecen rodeados de melancolía, de letras dolorosas cargadas de significado, y se me ocurre que deben hacerse adultos muy rápido. ¿Podríamos hacer un análisis sociológico que relacione el nivel de desarrollo y la idiosincrasia de una comunidad, con la música que producen y escuchan?

Por cierto, y esto surgió de la conversación con el pelirrojo ayer, mientras nos reíamos de mí y mi afición por Pablito Ruiz: ¿Por qué la música pop dirigida a púberes y quinceañeros es tan sosa y de mala calidad? ¿Será que la industria (administrada por empresarios adultos, claro está) se empeña en atontarles? ¿O es que directamente se parte del prejuicio de que a esas edades las personas somos naturalmente estúpidas? A tener cuidado con generar círculos viciosos, pues no debemos olvidar que, muchas veces, los seres vivos nos “hacemos” como se nos trata.

Aquí la versión por-rock Siglo XI, utilizada por Tarantino en Kill Bill Vol. 2:

Y una "lírica", interpretada por Plácido Domingo, que hay para todo:

Comentarios

Ernesto dijo…
Vaya con el A Veces Gemia...., en todo caso una de las mejores versiones es una que de cazuela vi en "La Hora Azul" (un refrito que pasaron en RBC hace mas de 15 años) donde varios trios (recuerdo a Los Panchos y Los tres ases) iban cantando porciones de la cancion para cerrarla todos juntos. ¿No te suena?

La Kill Bill 2 no esta nada mal..

Por cierto, creo que en esta categoria tambien deberiamos meter a "Cuando calienta el sol" en este caso no he encontrado una version "buena".

En todo caso, algunas canciones pop y comerciales envejecen bien, pero las canciones de Pablito... no

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