Muchachit@


Estaba de espaldas a la puerta, por eso no me preocupé cuando escuché a la madre de mi compañera decir insistentemente: ¡No entres ahí, está ocupado!, pese a mi blusita traslúcida y acabar de despertar.

De todos modos, el curioso visitante, con su voz gruesa, actitud sencillamente culta y cantitos amanerados (o será engreimiento), asomó la nariz a la habitación. Ni siquiera tuve tiempo de voltear a mirarle, cerró rápidamente. La amable mujer le explicaba: se trata de una amiga de Kari que está de paso por Lima. Se quedará un par de meses con ella. Él mascullaba entre risas pícaras, supuse que por el hecho de llevar yo el pantalón del pijama un poco abajo, dejando ver el calzón y parte de la alcancía. En fin, pensé, no era esa la primera vez que un hombre me veía el culo.

Al poco rato me arreglé y salí de la habitación. No había saludado a la madre de mi buena anfitriona, ni al pariente que le acompañaba. No recuerdo haber hecho gran cosa en mi cara, pero fue asomarme al comedor y ver al hombre aquél, más grandote de lo que pude pensar y maduramente atractivo, quedarse callado con los ojos muy abiertos, mientras la mujer, delicadita, se acercaba a darme un beso.

¡No sólo no eres un muchachito!, dijo sorprendido el tío de Kari. ¡Además, eres una chica muy, muy guapa!

Para qué negarlo: sentí cierto placer hedonista al haber sido confundida con un niño, hacía mucho que no ocurría. Luego, me faltaban dedos al buscar en Internet información sobre la androginia (sólo para refrescar, que en mis épocas de fanatismo por mitos platónicos y demás historias griegas, ya obtuve una buena base de datos). Hasta hice un test y todo (sí, de personalidad… y sí, resulté bastante andrógina, aunque mi “feminidad” le lleva algunas décimas de ventaja a mi “masculinidad”).

A partir de ahí, empecé a divagar sobre los roles sociales de hombres y mujeres, tema que dejaré pendiente para cuando me anime a escribir sobre equidad de género (tal vez mañana).

Hoy por hoy, en todo caso, ando con una modorra sexual bastante intensa, lo cual me permite apreciar detalles de otras personas con más dedicación y disfrute. Es que todo en exceso cansa y quedarse quietecita de vez en cuando es bueno para la salud (emocional, quiero decir).

Ahora bien, debo resaltar otro gran aporte de este episodio a mi crecidísima vanidad: ser confundida con un adolescente significa que aún estoy suficientemente flaca, pese a los kilos que he ganado últimamente entre cenitas familiares y comiditas de reencuentro con la gente de Piura… Casi puedo escuchar a mi mejor amiga y su novia diciéndome: ¡Jodido Gato insoportable, anoréxico y superficial!

¿Qué quieren que les diga, queridas? C’est la vie.

Comentarios

Anónimo dijo…
Todos tenemos nuestro aspecto masculino y femenino.. algunos muy guardaditos, otros que lo reprimen a fuerza y otros que luchan por ocultarlo por los estupidos estereotipos que la sociedad (ahhh la iglesia!!) ha impuesto respecto al rol que hombres y mujeres deben tener. Yo debo estar en el limite en un sentido social (nada fisico, sexual o psicologico), pero cuando lo pienso me jode porque al evaluarme uso los estereotipos que me han inculcado desde que naci. Por tanto, no se lo que soy.. Esperare a tu nuevo post acerca del genero para descubrirlo! La foto del post muy apropiada para el tema. Sabes que esta es la segunda vez que te visito hoy dia? Disfruta Piura.

Entradas populares