El origen...
Hace dos años, esta fecha, justo esta fecha (o tal vez sus cercanías, o tal vez tantos días de fiesta, sin mucho qué hacer, salvo estudiar voluntariamente), me entristece.
Hace dos años perdí (ahora sé cuán bueno fue) la confianza y el amor. Alguien me hizo sentir inútil, enferma, vana. Supe, de golpe (y de cuajo) que una entrega superior a cualquier otra en toda mi vida, tenía valor ínfimo ante aquellas relaciones largas que algunas personas suelen mantener, para romper en dos días y ser infelices mientras les dure el dolor (haciendo infelices a otros, en el ínterin).
Me sentí, por primera vez, rota.
Desde entonces, me he dejado romper muchas veces más. Sin embargo, recuerdo a Mario con cariño (por poner un ejemplo). Él, a fin de cuentas y con toda su mala leche, me quiso bien mientras duró el tiempo reglamentario. Una perlita en la mierda, entre unas cuantas más.
Y una mierda esto de los “tiempos reglamentarios”, como si la vida estuviera compuesta de todos ellos. Tal vez para una nómada, como yo. Tal vez un carajo. Tal vez sería mejor nombrar amiga a mi sombra. Tal vez, a fin de cuentas, no existen los ángeles.
He dado tumbos tratando de llenar vacíos. Que la droga palie el dolor, que el placebo funcione, sin ulcerar. Mentiras. Algunas personas, aunque estemos condenadas a vagar por el mundo, llevamos como tara crónica esto de ser incapaces de pasar por encima, de entibiar, de impermeabilizar el corazón, de andar de puntitas...
¿Ímpetu? Tal vez falta de madurez, es lo que muchos piensan. Soy capaz de besar a un hombre sin tener “nada serio” (a saber: sin esperar que algún día planeemos una vida juntos). Sin embargo, no puedo besar a un hombre sin tomármelo en serio a él. A saber: sin sentir que es bueno, sin sentir que es digno, sin sentir que merece la pena el riesgo de contraer escorbuto (entre otros), sin la esperanza de enriquecerme, de enriquecernos. Sin sentir que me da el valor que merezco.
A lo mejor doy demasiada importancia a la especie humana. A lo mejor nunca debí salir del Asteroide B-612. A lo mejor mi país feliz y Neverland. A lo mejor, el cinismo.
Añorados días de anonimato, mi querido Gato. Añorados días de sana invisibilidad. Añorados días de equilibrado término medio. Un trabajo normal y sin mucho riesgo, un novio bueno, una hipoteca, un matrimonio tradicional, para hacer feliz a la abuela, un perro…
No, un perro no, un gato. Mejor una gata.
Hace tres días tenía las manos vacías, pero aquella nada cubría espacios, disimulaba heridas. Hoy, no sé. Hoy me da pereza.
Descubrí que tengo miedo. No el miedo de antes de ir a dormir, ese ya descrito aquí y en todas partes. Es un miedo de trinchera. Es un miedo que me ha estado matando desde hace dos años, que me ha hecho fría, que me ha llevado a preferir cuatro amantes de viaje a descubrir que soy humana, que soy mujer, que soy buena, que alguno (o alguna) puede venir a mí, sin ninguna otra intención que ayudarme, tenderme la mano, ser feliz con mi sonrisa, entristecer con mis lágrimas, abrazarme, oler mi cabello, besar mi frente y salir contento a la calle, sabiendo que estaré bien y sólo eso.
He descubierto con tristeza, mucha tristeza, que en verdad, en verdad, en verdad me da miedo, pánico, me aterra el amor.
Sin embargo, y eso me asusta más, aún conservo mi capacidad de amar.
Atolondrado corazón.
Ayer sentí muchos deseos de estar cerca de mi mamá. Sí, mi mamá, no mi madre, en adulto, sino mi mamá, en niña asustada y sola. Espero no recibir algún diagnóstico condenatorio de una persona “madura” el día de hoy.
Confusión.
Sólo quedan tres meses…
¿Es tarde para cambiar el status quo?
No confío en la felicidad, si no sale de mi propio ombligo. Puedo ser feliz loca. Puedo ser feliz ahora. Puedo ser feliz, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero a ti, “otro”, a ti, amigo. A ti.
Pero eso no significa que el cinismo. No significa que Lucía. No significa que Malu. No significa que yo misma. No significa que mi país feliz, me voy, me voy ya, me voy a mil por hora, al fin del mundo, allá donde la montaña y los árboles y las casitas sencillas y el poncho negro y la soledad.
La soledad…
Qué ganas, qué ganas de estar sola. ¡Qué ganas, por fin, por Dios!
Hace dos años perdí (ahora sé cuán bueno fue) la confianza y el amor. Alguien me hizo sentir inútil, enferma, vana. Supe, de golpe (y de cuajo) que una entrega superior a cualquier otra en toda mi vida, tenía valor ínfimo ante aquellas relaciones largas que algunas personas suelen mantener, para romper en dos días y ser infelices mientras les dure el dolor (haciendo infelices a otros, en el ínterin).
Me sentí, por primera vez, rota.
Desde entonces, me he dejado romper muchas veces más. Sin embargo, recuerdo a Mario con cariño (por poner un ejemplo). Él, a fin de cuentas y con toda su mala leche, me quiso bien mientras duró el tiempo reglamentario. Una perlita en la mierda, entre unas cuantas más.
Y una mierda esto de los “tiempos reglamentarios”, como si la vida estuviera compuesta de todos ellos. Tal vez para una nómada, como yo. Tal vez un carajo. Tal vez sería mejor nombrar amiga a mi sombra. Tal vez, a fin de cuentas, no existen los ángeles.
He dado tumbos tratando de llenar vacíos. Que la droga palie el dolor, que el placebo funcione, sin ulcerar. Mentiras. Algunas personas, aunque estemos condenadas a vagar por el mundo, llevamos como tara crónica esto de ser incapaces de pasar por encima, de entibiar, de impermeabilizar el corazón, de andar de puntitas...
¿Ímpetu? Tal vez falta de madurez, es lo que muchos piensan. Soy capaz de besar a un hombre sin tener “nada serio” (a saber: sin esperar que algún día planeemos una vida juntos). Sin embargo, no puedo besar a un hombre sin tomármelo en serio a él. A saber: sin sentir que es bueno, sin sentir que es digno, sin sentir que merece la pena el riesgo de contraer escorbuto (entre otros), sin la esperanza de enriquecerme, de enriquecernos. Sin sentir que me da el valor que merezco.
A lo mejor doy demasiada importancia a la especie humana. A lo mejor nunca debí salir del Asteroide B-612. A lo mejor mi país feliz y Neverland. A lo mejor, el cinismo.
Añorados días de anonimato, mi querido Gato. Añorados días de sana invisibilidad. Añorados días de equilibrado término medio. Un trabajo normal y sin mucho riesgo, un novio bueno, una hipoteca, un matrimonio tradicional, para hacer feliz a la abuela, un perro…
No, un perro no, un gato. Mejor una gata.
Hace tres días tenía las manos vacías, pero aquella nada cubría espacios, disimulaba heridas. Hoy, no sé. Hoy me da pereza.
Descubrí que tengo miedo. No el miedo de antes de ir a dormir, ese ya descrito aquí y en todas partes. Es un miedo de trinchera. Es un miedo que me ha estado matando desde hace dos años, que me ha hecho fría, que me ha llevado a preferir cuatro amantes de viaje a descubrir que soy humana, que soy mujer, que soy buena, que alguno (o alguna) puede venir a mí, sin ninguna otra intención que ayudarme, tenderme la mano, ser feliz con mi sonrisa, entristecer con mis lágrimas, abrazarme, oler mi cabello, besar mi frente y salir contento a la calle, sabiendo que estaré bien y sólo eso.
He descubierto con tristeza, mucha tristeza, que en verdad, en verdad, en verdad me da miedo, pánico, me aterra el amor.
Sin embargo, y eso me asusta más, aún conservo mi capacidad de amar.
Atolondrado corazón.
Ayer sentí muchos deseos de estar cerca de mi mamá. Sí, mi mamá, no mi madre, en adulto, sino mi mamá, en niña asustada y sola. Espero no recibir algún diagnóstico condenatorio de una persona “madura” el día de hoy.
Confusión.
Sólo quedan tres meses…
¿Es tarde para cambiar el status quo?
No confío en la felicidad, si no sale de mi propio ombligo. Puedo ser feliz loca. Puedo ser feliz ahora. Puedo ser feliz, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero, te quiero a ti, “otro”, a ti, amigo. A ti.
Pero eso no significa que el cinismo. No significa que Lucía. No significa que Malu. No significa que yo misma. No significa que mi país feliz, me voy, me voy ya, me voy a mil por hora, al fin del mundo, allá donde la montaña y los árboles y las casitas sencillas y el poncho negro y la soledad.
La soledad…
Qué ganas, qué ganas de estar sola. ¡Qué ganas, por fin, por Dios!
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Pero también esta vez (dalo por hecho, Lucía) seremos incoherentes... No queremos perder dos amigos, ¿verdad?
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Comentarios
PD: Soy el anónimo que escribió el anónimo anterior. Muchas gracias por todo.
ah x cierto esa cancion es la primera vez q la escucho es bellisima la escuchare mas seguido todas las veces q pueda, t envio un millon de besos, espero todo este bien contigo xq se q puedes, t quiero y t extraño angelita de mi corazon. Rocio con cariño
Hector Lavoe
Ella va triste y vacia
llorando una traicion con amargura
por aquel que le decia
que era su amor y su locura
Ya la vida le ha enseñado demasiado
cometer el mismo error no le interesa
los amores que a tenido le han fallado
y dejaron en el aire las promesas
y dejaron en el aire las promesas..
Ella va triste y vacia
llorando una traicion con amargura
por aquel que le decia
que era su amor y su locura
va tratando de lograr lo que ha soñado
aprobecha la experiencia de la vida
va olvidando sufrimientos del pasado
la calumnia y la mentira la castigan
la calumnia y la mentira la castigan..
Ella va triste y vacia
llorando una traicion con amargura
por aquel que le decia
que era su amor y su locura
por aquel que le decia
que era su amor y su locura
pero en todo este pasaje de la vida
ha sabido mantenerse con decensia
aunque muchos habladores la confundan
aunque muchos traten de inventar con ella
aunque muchos traten de inventar con ella
Ella va triste y vacia
llorando una traicion con amargura
por aquel que le decia
que era su amor y su locura
que era su amor y su locura
En su rostro se comprenden
los fracasos de la vida
la calumnia y la mentira
y el desamor la castigan
fue que todo el mundo le fallo
y ella no lo merecia
por fracasos de la vida..
Asi es que muere un amor
hay que nadie comprendia
la promesa le fallaron
los errores de....??
a donde ira la pobre
niña triste y desolada
pero que cosa le harian
caminaba tan orgullosa
y de su dolor nadie sabia
mirala que linda biene
mirala que linda va
a donde se esconderia
yo la vi llorando yo la vi.