Positivo
Se lo conté a mi abuelita sin mucho entusiasmo, pues sé de sobra lo poco que le entusiasma este asunto. Aún no comprende, pobre, cómo llegué a “escapar” de la rectitud moral tradicional, que implica salir de casa sólo del brazo del esposo.
Mujer de su generación, a fin y al cabo, pero la he escuchado defenderme con el corazón en la mano, cuando alguno de mis hermanos, sólo para contrariar, empieza a burlarse de mi “soltería”. En fin, mujer de su generación y todo, pero mujer a fin de cuentas.
Me miró, abriendo mucho sus ojitos brillantes, y dijo:
- ¿Acaso no puedes quedarte quieta en tu sitio, muchacha?
Y respondí, amorosa, aún preguntándome cuál diablos será “mi sitio”:
- Lo siento, mamita… ¡Es que salí falladita!
Luego, la abracé. Aceptó mi abrazo con cariño, es más, se acurrucó en mí. No es una mujer cariñosa, mi abuelita, pero sabe cuándo. Sabe cuándo.
Comentarios
Bueno, la mía era receptora gustosa de afectos, incluso cuando ya no era capaz de distinguir los comportamientos de los demás o controlarlos sólo en castellano.
Me has hecho recordar a mi abuela, quien me quería mucho.
:)