Mil colores

Me gustaría hablar sólo de política, de pobreza y desarrollo, o al menos seguir quejándome del trabajo y nada más, no cambiar de temas tan estrepitosamente, no ir de acá para allá, casi sin dirección lógica universal, aunque, a mi ver, mis sentimientos vayan todos juntos, firmes y bien orientados… No delatar mi sexo con letras, ¡por Dios!

Hace mucho perdí el rumbo de quién debería ser a mi edad, cómo lucir, qué necesitar y qué olvidar. Hace mucho que muchos y muchas quisieran verme verdaderamente adulta, mujer completa, “señora”, dama. Tal vez ayudaría tener la voz más gruesa, pero ese nivel sólo llegaría luego de cientos de cigarrillos en una semana, y mi complejo autodestructivo no da para tanto, ni está activo por estos días.

Hace mucho que muchos y muchas se han olvidado de mí, pero no saben si estoy muerta o sigo viva. Seguir viva tal vez sea una molestia para alguien o algunos, pero es mejor que estar muerta y ser molestia para mí misma y mi infierno de frustraciones.

No estoy triste, sólo cansada. Pero no cansada poéticamente, ni harta de respirar, sino cansada de querer dormir, de querer tirarme en la cama, por hoy sin compañía, y dormir hasta mañana, que he de madrugar para salir al campo, pues ya me toca despabilar el culo y levantarme de esta silla y esta PC.

Hay una muela del juicio que no acaba de crecer y, lo noté ayer, otra que al parecer nunca crecerá. Así estoy, con tres muelas de inteligencia y preparación para la vida. Perra vida, que hasta en esta cuestión tan sin gracia te pones graciosa conmigo. A reír de tu ingenio, pues, y disfrutar de esta medianamente convencional “cojera dental”.

He soñado con ingratitudes. Ayer mi madre me contó que lo bonito y saludable de querer, de aquí en adelante, va a ser querer con todo el corazón, sintiendo orgullo y satisfacción del amor que se es capaz de dar, pero, y es tal vez uno de los PEROS más importantes de la historia, “sin esperar algo a cambio”. Así, total desinterés, total entrega, total falta del afecto correspondiente. Va de la mano con aquella frase negativa de mi amigo Tefo: “bienaventurados los que nada esperan, porque nunca serán defraudados”.

Bueno, hombre, que ya no sé qué es querer, sólo que cuando estoy a su lado, siento que soy la mariposa más bonita del prado que se extiende bajo mis alas. Un prado de mil flores y fragancias, por el que puedo revolotear sin reparo, ni miedo.

Él me toma entre sus manos de vez en cuando, pero le he pedido que procure no apropiarse de mí, por dos motivos: porque siempre, me toque como me toque, mi brillo quedará impregnado entre sus dedos, haciéndome inútil; y porque puede que, a fin de cuentas, prefiera dejarme seguir volando, y alejarse de mí… En todo caso, es bueno que no se vea tentado a romperme las alas antes de irse, como es tan normal hacer (la melancólica historia del perro del hortelano y de la humanidad).

De todos modos, la fragancia de su cuerpo y sus flores, sus manos suaves y firmes, sus ojos infinitos y confusos, me dejan volar y ello me satisface. Ni siquiera pienso que mi metáfora animal tiene belleza efímera y muerte pronta. No, no importa, me place esta dulce embriaguez, quiero que siga derramando su néctar en mi ombligo y disfrutarlo distante, esquivo, ingrato, cronométrico y atemporal.

Y dormir un poco, que ya hace falta a esta edad…

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