Paranoia alucinógena post conflicto



Acabo de volver del pediatra. Ana tiene dermatitis. Tratamiento: jabón de avena para el baño (justo ahora que bañarla es una tortura china), crema y jarabe antialérgico. ¿Demasiado para una niña de dos años? Qué se yo. Sabrá el médico, para eso tiene un título. El problema no es que Ana se la haya pasado llorando a gritos en la clínica, evitando cualquier observación detenida o retorciéndose para sacarle el termómetro del sobaco a como diera lugar.

El problema más grande es el siguiente: mi compañero verá la receta, querrá consultarlo con la Tía Caléndula (toda familia tiene su ser de luz), ella le dirá que tanta medicina para una niña así de pequeña es inhumano, anti ecológico y anti natural, nos pondremos a la búsqueda de alternativas menos agresivas y me va a tocar preparar, cada día, un menjunje de avena (mejor si de producción nacional y orgánica, porque imagina si, encima, usamos transgénicos) para aplicarlo a la nena con todo mi amor de madre y toda mi flácida fuerza bruta, porque Ana nanay mamá, eso no me lo echas encima ni loca, qué asco, puaj

El punto es que la vida debería ser más sencilla y la desconfianza preventiva aplicarse sólo en caso de antibióticos y auto medicación. Pero me encuentro aquí, cruzando los dedos para que el ungüento no tenga corticoides y vaya si los tiene, entonces, carajo, debo poner manos a la obra y empezar a preparar el menjunje de los cojones, que para eso conseguí un trabajo desde casa. Todo sea porque a la niña se le pase la picazón y pueda dormir tranquila. Pobre.

Lo irónico de esta historia es que todos los (que nos estamos peleando por ser) protagonistas sólo queremos su bien. Espero que Ana tenga pronto capacidad de mandarnos a la mierda y tomar sus propias decisiones. Lo siento, querida, pero desvacunarte no podrás. En compensación, te voy a permitir escoger si te bautizas o no. Es lo que hay. Tras todas estas batallas, debes saber que te quise con toda mi alma desde que eras pequeña como un grano de sésamo. Y ahora muevo el culo, que el menjunje no se hará solo. ¡Cumple tu deber de madre, mujer! Protege a tu hija y obedece a tu marido, que viene de un país más desarrollado y por eso sabe. 

¡Señor, sí señor!

Ah no, que no es obediencia, sino concenso...

Va pué. 

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