Huevos
Hace algún tiempo, tuve la mala suerte de escuchar a un importante funcionario de una agencia de Naciones Unidas en un taller sobre alimentación balanceada dirigido a personas pobres pero emprendedoras. Digo mala suerte, porque aunque el tipo intentaba ser agradable, no podía ocultar cierto tono de superioridad que suele adoptar esta clase de gente cuando se dirige a mayorías de formación básica y contados ejemplares de educación media.
Se hablaba de los nutrientes en alimentos comunes y de fácil acceso. Buena parte de la charla fue interactiva, con preguntas al público, respuestas aceleradas y premios (individuales de cartón con recetas nutritivas). La cosa parecía hasta divertida.
Así transcurrieron tres cuartos de hora, hasta que una mujer de mediana edad, muy bien maquillada y plena de garbo, levantó la mano y observó: "También deberíamos tener cuidado con el origen de los alimentos. Por ejemplo, tengo entendido que los huevos de los supermercados son producidos en masa, por gallinas ponedoras alimentadas con pienso industrial, lleno de hormonas y antibióticos. Es evidente que comer esos huevos no es tan saludable como los de las gallinas criollas o de corral".
El funcionario la observó con atención y sonrisa compasiva, la dejó hablar y luego, dando a su voz un matiz condescendiente, explicó que aquello era un mito. Que estábamos todos llenos de mitos. Que la cantidad de calcio, proteínas, grasas y vitaminas era la misma en todos los huevos de pollo del mundo, siendo indiferente la alimentación y crianza de las gallinas, así que daba igual dónde se adquirían los huevos, lo importante era consumirlos y, cuanto más baratos, mejor para el bolsillo.
Si sólo tenemos en cuenta la cuestión económica, sí, más baratos son los huevos de supermercado, pensé. Sin embargo, la discusión sobre el valor nutritivo de los huevos, según su procedencia, lleva años y siempre se publican nuevos resultados. La investigación avanza y no hay respuestas absolutas, pero por eso mismo, afirmar que lo dicho por la mujer elegante de mediana edad es un mito resulta arriesgado y bastante soberbio. Negligente, además, sostener tal postura frente a 40 personas que en verdad necesitan saber bien cómo mejorar su alimentación y asisten entusiasmadas a estos talleres, esperando conocer siempre un poco más para alcanzar mejores niveles de vida.
¿Qué costaba dejar la respuesta pendiente, para buscar documentación? Estuve a punto de levantar la mano y sugerirlo, pero el logotipo de mi chaleco lo impedía por cuestión de protocolo. No es cosa buena contradecir en público a los expertos de "agencias hermanas" (aunque no iba a contradecirlo, la verdad). Me mordí la lengua y guardé la experiencia para una conversación de sobremesa con mi compañero, quien quedó aún más indignado que yo (pasada la posta, disminuye la presión).
Estoy envejeciendo...
Poco después del suceso, me enteré de algo muy importante: la oficina donde trabaja el funcionario de los huevos mitológicos entrega bonos para intercambiar por comida en uno de los supermercados más grandes de la ciudad. Me tranquiliza saber que mi intuición no es maliciosa por nada. Fin.
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