In memoriam



La semana pasada conocí a Keneth, un niño asesinado en 2009, en Jalapa, Guatemala. Tenía 4 años. Dicen sus padres que las secuestradoras querían venderlo a una red de tráfico infantil para adopciones ilegales, uno de tantos negocios negros que proveen recursos y vergüenza a este país. Eran vecinas, por eso el pequeño se acercó a ellas ese triste día de diciembre y nunca más apareció.

Según la investigación judicial, las mujeres entraron en pánico cuando el barrio entero se puso en marcha para buscarlo, luego de que la denuncia fuera rechazada por la policía (ante la ausencia de una legislación ad hoc, se actuaba según el patrón de las desapariciones de adultos y la búsqueda empezaba después de 48 horas sin noticias). Ellas temieron ser linchadas y decidieron proteger sus vidas “ocultado las pruebas”. Golpearon a Keneth con una barreta de hierro hasta matarlo y lo enterraron en el jardín de la casa que habitaban (o en la cocina, según el croquis de la fiscalía, ya qué más da).

Los padres de Keneth han repetido demasiadas veces la historia y demasiadas veces se les ha quebrado la voz. Él calla, ella llora en silencio. La condena a 50 años de prisión les ha brindado cierta tranquilidad, pero nadie devolverá al niño. Afortunadamente, la hija menor de la pareja, de 2 años, les mantiene entretenidos. Eso y las próximas alteraciones hormonales del hijo mayor, casi adolescente, quien crece a la sombra de su hermanito y necesita mucha atención y, sobretodo, amor.

Pero la vida de la familia no se reduce ahora a protegerse y cuidarse, pese a que en Jalapa todo se sabe y han recibido fuertes amenazas por parte de simpatizantes de las asesinas (puedo llamarlas así habiéndose demostrado su culpa). Ella atiende un comercio casero y, junto a él, forma parte activa de un proceso que ha movilizado a otras madres y otros padres que, como ellos, han perdido algún hijo o hija en condiciones similares. Quizás, en unos años, Guatemala cuente con un sistema de alerta efectivo en todo el país, que active la búsqueda inmediata de niños y niñas secuestrados para diversos fines (tráfico de órganos, adopciones ilegales, prostitución y esclavitud). Mientras tanto, esto sigue siendo una suma de esfuerzos individuales, aunque institucionalizados por el Estado y apoyados por organizaciones locales e internacionales.

La solución sistémica es aún tan lejana que ni siquiera se percibe, y no quiero elucubrar sobre injusticia social, empobrecimiento, oferta y demanda.

Sí me gustaría contar que conocí a Keneth, un niño asesinado en 2009, en Jalapa, viendo a su padre caminar hacia el salón de clases de una escuelita para dar un taller y enseñar a maestras y madres (no habían más hombres en esa ocasión) cómo evitar que les suceda a sus hijos e hijas. Observándole observar algún pequeño de la misma edad, con el pecho contraído y una sonrisa triste. Conocí a Keneth en el álbum de fotos familiares, con las respectivas aclaraciones de su hermano mayor (su pelo le crecía así, le gustaba jugar con ese camión, se reía muchísimo en el agua). Le conocí jugando a desordenar juguetes –y la casa entera- con su hermana menor (tenía 3 meses cuando ocurrió aquello y es tan inquieta como él) y contándole a su mamá qué son las polladas bailables, a las que sí he ido (Laura Bozzo es demasiado internacional).

Conocí a Keneth, a su familia. Y ha sido hermoso. Un ramalazo de vida. Una bendición.

Comentarios

Ernesto dijo…
Duele mucho, y no se que duele mas... eso o que aun haya gentes que sean simpatizantes de las asesinas... como si esa familia no hubiera sufrido ya demasiado.
CONTACTO dijo…
Angela, hace mucho no se de ti y tampoco hice mucho esfuerzo por comunicarme....pero tengo que decirlo, leer tu articulos son tremendamente sinceros, conmovedores, tan elocuentes, escribes con una lucides y elocuencia increible, me encanta leerte, estare de viaje en Peru en las proximas semanas.....yyy....seria fantastico.

saludos
Anónimo dijo…
¿dónde estás hoy día? vuelve
Sex Shop dijo…
Muy buenooooooo!!!!!!!!!

Entradas populares