Todos tus muertos

Mi aún cuestionable filiación con una nueva tendencia política peruana me ha llevado, los últimos días, a colaborar de manera desinteresada con un paisano, aprovechando mis "finos" conocimientos de diseño y comunicación para mejorar sus presentaciones. Por supuesto, el buen hombre sólo me ha hecho caso en lo que ha considerado necesario, dejando de lado totalmente mi opinión en dos puntos precisos y, creo yo, definitivos en todo proceso honesto de sensibilización:

Primero: la objetividad con que se transmite la información (además de la veracidad de los datos), y

Segundo: el uso de imágenes “ofensivas” para la sensibilidad de las personas. En este caso preciso: indígenas muertos, sea a balazos, arma blanca, golpes y demás.

Creo que mi “error” de partida fue esperar un comportamiento más “académico” de parte de un hombre que se encuentra haciendo un doctorado, primera equivocación rotunda que me ha llevado, cómo no, a romperme la cabeza a preguntas sin respuesta y ensayar amagos de paciencia sobrehumana, respirando hondo, contando hasta cien y admitiendo que, después de todo, cada quién es según le ha moldeado la vida.

Aún así, tengo serias dudas acerca de la moralidad de generar atención hacia un individuo o partido político, utilizando hechos tan desafortunados (sólo hay que ver la impunidad de los israelíes sionistas). Aunque aquellos cadáveres hayan sido “hermanos de lucha”, “compañeros”, etcétera, no existe un lazo sanguíneo que los una con los líderes, ni un proceso ideológico que justifique la familiaridad. Si los jóvenes muertos (voy a decirlo, en Bagua) hubiesen pertenecido a algún movimiento de liberación nacional, con tiempo de concienciarse sobre el riesgo que corrían “por sus ideales y sus derechos”, vale, podríamos decir que se trataba de una fuerza guerrillera hermanada por una causa común.

Pero no murieron guerrilleros en Bagua, sino civiles en una protesta popular masiva, hartos de ser considerados animales, salvajes estúpidos, ciudadanos de segunda o, sencillamente, invisibles por un gobierno, y otro, y otro, y otro. También murieron policías y con ensañamiento, aunque es mentira aquella versión oficial sobre buenos servidores de la patria que avanzaron desarmados a “pactar” y “dialogar” con esa “pobre gente ignorante”. Lo de la Curva del Diablo no fue lo primero, ya otras veces la policía disparó “al aire”, hiriendo a personas con los pies en el suelo.

Seamos también cuidadosas al juzgar: si un oficial desobedece una orden de “disparar a civiles”, como mucho será amonestado. Si un soldado raso se subleva al automatismo impuesto, será tratado como un traidor, sin defensores influyentes.

Los principales culpables de lo ocurrido en Bagua son el Señor Presidente, seguido por el entonces Premier “progre” y la Ministra del Interior; responsabilidad intensificada por los posteriores intentos tripartitos de minimizar las consecuencias de la intervención e ilegitimar la protesta de los activistas, acusándoles de terrorismo. No olvidemos el contexto: era necesario favorecer, mediante Decretos Legislativos, los procesos económicos exigidos por la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Las políticas neoliberales, como ya se sabe, favorecen sobre todo a los grupos de poder previamente establecidos y permiten el “ascenso” de nuevos emprendedores, mediante la propagación del consumismo y la “libre” competencia. En un mundo “moderno” y “desarrollado”, son inadmisibles los modos de vida que respetan el entorno, y quien prefiera la tranquilidad del bosque es tachado de mediocre o retrógada, según la ocasión.

A veces me siento rodeada de personas soberbias que han creído encontrar “la verdad” y, en su defensa, enarbolan banderas de luchas arcaicas y rotulan sin piedad. Los hay de todas las edades y estratos sociales, de cualquier postura política o religiosa, incluso aquellas que dicen defender a los oprimidos desde sus relativamente cómodos empleos en Europa o Estados Unidos. Actúan con buena fe y eso es digno de un reconocimiento y toda nuestra gratitud, papito, mamita, pero espero que no se nos ofendan si les recordamos que valerse de la confianza y las esperanzas de personas humildes para obtener prestigio personal y profesional es una de las cosas más bajas y repugnantes que puede hacer un ser humano, sobre todo si se trata de seres humanos y humanas tan bien formados y formadas como vosotros y vosotras. Sin ir muy lejos, como yo, que estoy bien formada -en términos universitarios- aunque su Majestad la Administración opine lo contrario (esto de ser marrón)...

Ahora bien, antes de que se me malentienda, admito que una cosa no puede suceder sin la otra: por ejemplo, aquí en Bilbao, la única manera de generar empatía solidaria entre el respetable es mostrar las realidades lejanas a través de ojos vascos (y, de ser posible, en lengua vasca). Estos procesos de sensibilización requieren, necesariamente, de interlocutores destinados a hacerse famosillos y especialistas de consulta en el tema, les guste o no. Hasta ahí, normal, todo sigue el curso predicho para este tipo de relaciones sociales. Los intermediarios son necesarios, pero nunca deben olvidar que son eso: intermediarios. Seres facilitadores de información al servicio de la sociedad y/o investigadores que re-descubrirán la pólvora siguiendo el camino alterno que les marque su propia cosmovisión, en tanto los del Sur nos decimos en voz baja que todo eso ya lo sabían nuestras abuelas, como una cuestión básica de sentido común.

La gente decente necesita leer buenos libros para estar a gusto con sus conciencias.

Mi colega, el político, tiene la mala costumbre política de agregar la aclaración “mi tierra” a toda región peruana que menciona (salvo Lima, que le da grima, como a todo buen provinciano con complejo de provinciano). Ha convencido a unos airados ecologistas bilbaínos de provenir de la amazonía peruana, aunque sus paisanos sabemos perfectamente que nació en el páramo andino. En fin, usos poco dañinos por sí solos.

Pero no puedo dejar de discutir lo de los cadáveres. Él dice que es una manera de “sensibilizar” a las personas, que funciona, pues les ha visto llorar al final de sus exposiciones. He intentado explicarle que las lágrimas sólo tienen efecto práctico si les siguen comportamientos adecuados, que cualquier ser humano llora por muertos ajenos (o hasta ficticios) si el ambiente ayuda, que no hay concienciación efectiva sin aprendizaje, que la lástima no siempre genera empatía y podría llegar a ser contraproducente, cansar, asquear. Por último, si nuestros muertos merecen funeral, entierro digno y duelo, ¿por qué no dejar descansar en paz a los muertos de los demás?

¡No hay que olvidar!, responde hinchado de emoción contestataria (y mucho resentimiento por razones personales, no lo vamos a negar), ¡Nuestros mártires no han muerto en vano! Yo le digo que me enseñe un sólo mártir europeo que haya sido recordado en la historia sin dientes, desollado, destrozado. Alega que Jesucristo, el mayor mártir, fue mostrado así en la película “La Pasión”. Me doy cuenta de que es imposible llegar a cualquier conclusión razonable y callo.

Cavilando, de regreso a casa, temerosa de la soledad que allí me espera, me pregunto si acaso él, desde su situación privilegiada, no estará utilizando a los muchachos de las fotos -que murieron porque no tenían pensado refugiarse en ninguna embajada- para sacar provecho personal. Imagino a sus madres, esposas, hijos e hijas firmando una autorización para uso de las imágenes, o recibiendo una compensación por ello, que es como se actuaría correctamente con familias occidentales y “educadas”, en pleno ejercicio de sus derechos. Decido que no quiero seguir ayudando a alguien por quien yo no votaría. Me doy asco al darme cuenta de que también he utilizado muertos metafóricos, que es un uso normalizado en este mundillo, que estoy harta, que estoy amargada, que ya no quiero más.

Escribo este post.

Comentarios

Ernesto dijo…
Teníamos periodismo amarillista en las peores épocas de 90 Segundos, ahora tenemos política amarillista como un nuevo atributo de su demagogia.

Si la sangre vende.... igual gana votos, pensara el doctorando este.

Lo curioso es que se olvida de que no puedes ganar fuerza política sin Lima, Ollanta lo comprobó por las malas, y este mensaje no sera comprado en Lima de ninguna manera....

Vehemencia muy mal canalizada y falta de muñeca para hacer llegar su mensaje, solo se lo compran quienes mencionan en tu post, pero igual... de acciones concretas nada, y la imagen de los seres queridos de personas reales siguen siendo utilizados explotando una filiación étnica muy distante...

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