Knsá d cr guapa...


Amanece frío, húmedo, sin lluvia, nubarrones. Nueve de la mañana. Podrías despertar más temprano, pero cuesta, se está a gusto ahí, debajo de pesadas colchas, pretendiendo soñar, soñar, soñar para olvidar o creer que la realidad es aquella que sueñas (sueñas con gatos), y ya toca despertar –o dormir más- y darte cuenta: “estoy viva” (sí, sigues viva). “Estoy contenta por estar viva” (repítelo siempre, algún día te lo creerás del todo). “Es bueno haber dejado atrás la depresión” (en eso estamos de acuerdo, los medicamentos son costosos).

Entonces piensas: escribir. Escribir hasta salir de ti misma, siquiera en letras. Arrancarte una vez más del autismo, ese cangrejo despiadado y conciliador, que convierte la soledad en estándar neutro y te ayuda a mantener el estatus quo, la nariz en alto, la panza sumida y para adelante, con el culo levantado, el pantalón apretado, la sonrisa rosa y a ser una latina guapa -¡morenita guapa!-, sin más sensaciones que algún afortunado coito de fin de semana (y en gratuidad).

Eres “aquello deseado”. Eres los ojos azulísimos en el estadio de San Mamés, siguiéndote, arriba, abajo, de aquí para allá, intenso, profundo, sin reparos porque no es consciente, ya le has visto, no se entera. Por algún motivo, el deseo. Por algún motivo, “aquello deseado”, aquello que apasiona, sí, y motiva movimiento, cercanía, puesta de mano…

¡Yo llegué primero! ¡Yo me la follé primero! ¡Yo estoy con la chica más linda del grupo! ¡Yo me doy cuenta que la chica linda del grupo no va con mis temores! ¡Yo muero de miedo, porque la latina candente es demasiado cariñosa conmigo! ¡Yo siento aún más miedo! ¡Yo no quiero una chica coqueta! ¡Yo no sé lidiar con una chica coqueta! ¡Yo no entiendo qué demonios es esto! ¡Yo he decidido descartar a la latina! Yo he decidido que la latina me sigue gustando, y no la quiero, y no estaré con ella, y tengo otros intereses, y quiero estar solo, y quiero enrollarme con otras chicas, pero también follar con ella, y no cierro la puerta, y se lo digo, y me responde: “te quiero mucho”. Y miento: “yo también”. Y ya está, ya está, porque yo, yo, yo, yo y yo.
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¡Perra!
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¡Ay! ¡Cómo es de maravilloso defender libertades y dignidades, cuando vienen escritas en papel, con tinta indeleble!
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A ti te entristece, lo sé, pero además está aquello de tener que hacer colas en la comisaría desde las cinco de la mañana y pagar cien euros, para obtener el derecho a trabajar media jornada (porque tu fuente se agotó). Está también que la empresa no querrá asumir el trámite, es engorroso, es jodido, no vale la pena, niña, además por alguien de afuera, sin mucha certificación. Vale, NEXT.

Te preguntas, camino a casa: ¿por qué debo pagar por mi derecho a trabajar? Ya he pagado por mi derecho a entrar aquí (y salir libremente de mi país). Ya he pagado por un carné de identidad y una tarjeta que dice ser suficiente para un trabajito de mañanas o fines de semana. Estoy aportando algo a Hacienda, a través de lo que cuesta mi habitación. Estoy comprando en los supermercados aún, que no abasteciéndome gratuitamente en una parroquia (y poco te falta para ello). Estoy destinada a tener atención médica sólo por emergencias, pues nadie puede empadronarme en su casa, mucho problema (ya puedo pudrirme sin pena, ni gloria, qué más da).

Y encima, pagar por mi derecho a trabajar. No son los cien euros, no, sino la posibilidad de perder, justamente, la oportunidad de trabajar. Trabajar, trabajar, trabajar.

(¡Qué asco me dan los servicios de información de este pueblo!).

A ver si alguno de tus amantes tiene siquiera una puta idea de esto, de “todo lo demás”. A ver, pues.

De todos modos, tienes la vida. Tienes amigos que no cambiarían lo que hay detrás de tus ojos y tu carita bonita, por hacerte probar sus fluidos. Tienes amigos, mujer, también amigas. Y tienes, además, conciencia de ser objeto de deseo y descarte, como para seguir envidiando a modelos, actrices y demás figurillas públicas del tipo “símbolo sexual” (envídiales, suelen casarse con millonarios y tener la vida resuelta en un "tí-ta", con o sin divorcio).

Putos españoles impresionables (puto vasco, puto madrileño, puto segoviano, puto catalán, puto andaluz, puto canario, puto maño, ¡putos todos!).

Putos peruanos impresionables…

Puto ecuatoriano impresionable (tú y tus putos temores, y tus putas ganas de dar por detrás).


De todos modos, siempre es bueno un chico guapo que le quite a una las penas, colega. Uno bonito, muy bonito, que bese rico, tire rico y no desequilibre la inestable estabilidad emocional con ruido, y preguntas, y ruido, y preguntas, y poco tacto, y preguntas, y ruido.
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Comisaría. Papeles. Cien euros. Papeles. Informes. Comisaría. Más papeles. Eres adorable, pero no tanto para jugármela por ti. Más y más papeles. Cantidad incontable de informes (ya, ya, no exageres). Papeles. Cien euros. Papeles.

Tranquila, tranquila. Todo va a estar bien. Todo va a estar bien. ¿De qué te ríes, sonsa?


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