Crónica (de "suceso habitual")
Hoy desaparecí todo el día. Mi falta no es grave, estoy de vacaciones. Sin embargo, debí llegar más temprano, hay algo importante por ayudar a hacer… Lo sabía y me propuse venir de todas maneras, no es cosa buena abandonar a los compañeros en “problemas”. Sin embargo, aparecí tarde. No demasiado tarde, pero sí tarde. Tal vez, de llegar antes, habría ahorrado un par de cabezas adoloridas, pero, por primera vez en mucho tiempo y respecto a esta gente buena, no me importó… Necesitaba “imaginar” (pues, desde que te siento, me tengo prohibido pensar).
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Antes de ayer decidí darte cara, finalmente. Se podría decir que, viniendo tú rumbo a mi sitio, el encuentro sería inevitable. Pero no, fíjate que no. Que sepas lo decidida que estaba a mirarte de frente, como de enviarte con alguien la dirección del hotel y que te busques la vida solo.
Habría sido una descortesía enorme, yo sé. Pero, ¿qué más da? ¿Total, quién eres? (¿Quién te crees que eres?).
Estuve trabajando desde el día anterior, toda la noche, porque no quería tener que pensar en nada más que en ti y en mí. Sabía que de todos modos me llamarían desde la oficina, pero era fin de semana y yo estaría ocupadísima en quien soy, punto, celular apagado.
Imaginé tu corazón roto si no me encontrabas en el sitio acordado, más roto si al llamarme no contestaba, más roto aún si te confiaba que el temor intenso había ganado y, ni hablar, no quiero verte, ni saber quién eres, porque me importas tanto como nada, aún eres nadie y estoy a tiempo de evitar que seas alguien, porque los “alguien” siempre importan, y el importar implica compartir presencias, compartir tristezas, compartir alegría, compartir problemas y sufrir ausencias.
Sí fui.
No me gustó lo que vi al principio, pero no eres cáscara… ¿Quién soy yo para rotularte y acreditarte algún tipo de “derecho a devolución”? Vi un alguien que no identificaba, un alguien cansado de 10 horas hacia mí, desde mis ojos cargados de malanoche y deseos contrapuestos.
Te llevé andando hasta nuestro sitio y a todas partes. Andando a mi lado, como en los sueños más dulces y rechazados de estos últimos días. Andando a mi lado todas las horas largas y cortas.
Te reconocí.
Corazón delator, corazón de animal, guiado por percepciones. Reconocí tu nobleza y olvidé el miedo. Reconocí la profundidad de tu inteligencia y esos ojos azul grises con pinceladas verdes, indefinición de colores que me saca de quicio, porque a estas alturas mi vejez pretende quererlo todo definido. Reconocí el olor que imaginé, la voz que ya había escuchado y endulzado con respuestas espontáneamente amorosas. Eras tú.
Y deseé que encerremos todo en una burbuja de cristal, escondida en el lugar más bonito de nuestro presente, para que nadie la pueda ver, ni corromper. Decidí, desde ahora, guardar silencio, que no existas en el mundo real, para no cargarnos de “realismo”… ni de miedo, ni de posesión, ni de palabras, ni de promesas, ni de juicios, ni de futuros, ni de opiniones no solicitadas, ni de consejos, ni de moral, ni de política, ni de credos…
Que el corazón no se pase de moda, que los otoños te doren la piel, que cada noche sea noche de bodas, que no se ponga la luna de miel.
Joaquín Sabina – Noches de Boda
Joaquín Sabina – Noches de Boda
Comentarios
si?
No cierres las puertas a la ilusion.
Mi querido "D", fue un placer conocerte en Cajamarca, en verdad. Yo seguramente iré seguido, por evidentes razones, y tal vez podamos tomarnos un café de esos carísimos que venden allá (¡ay, las minas!).
¡Un abrazo fuerte, muchachos!
¡Un abrazo!