Santa ingratitud

Creo que se trata de una de tantas diferencias culturales, pero por estos lares me he encontrado con personas que han hecho del cobro de favores una forma de vida condicionante y esclavista. For example, my “former boss”, que me tenía cogida con la muletilla aquella de: “¡Eres una desagradecida! ¿Crees que hay muchas personas dispuestas a contratarte en tu situación?”, ante cualquier intento mío de emancipación (entiéndase: exteriorizar muestras de incomodidad ante una jornada laboral completa e intensiva por salario de tiempo parcial, entre otros).

En mi país. No, en mi país no, en mi región. ¿Qué digo en mi región? ¡En mi pueblo!... Vamos a dejar de exagerar: en mi familia se me enseñó, con despiadada severidad, que LOS FAVORES NO SE COBRAN. El buen actuar merece respeto y consideración, sin duda, pero, según mis padres, era una muestra de muy mala educación decirle a una persona: “Mira que yo te ayudé cuando...” Ay de mí si alguno de mis progenitores me pillaba echando en cara algún servicio prestado... ¡Me caía una tunda! O, como poco, un sermón. Par de opresores.

De todos modos, aquí me han “sicoseado” tanto con el asunto de marras que he empezado a contabilizar y valorizar mis actos, de modo que quede claro hasta dónde cobro en metálico y hasta dónde es “pura militancia”, por llamarle de algún modo. Porque claro, la posición del benefactor suele ser bastante cómoda, en tanto que de él depende la medida y el modo en que genera bienestar a su beneficiario. Pero claro, ya cuando el beneficiario se pone “agudo” y empieza a darse cuenta de las desigualdades existentes, pues se arma.

Otra experiencia desafortunada que he debido padecer durante estos años de exilio, ha sido la de encontrarme benefactores inmensamente bien intencionados que han decidido protegerme y hacerme mil y un favores, sin detenerse a preguntar qué necesito. Si luego no acepto el regalo, ya soy la peor persona del mundo, indigna, intolerante, soberbia, inestable, inmadura y hasta “facha”.

Un ex novio me contó una vez que un niño había pasado por su casa pidiendo dinero o algo de comer. Le dieron una bolsa de pan duro. El chiquillo lo recibió, agradeció y se fue. Pasos más adelante y sin ningún remordimiento de conciencia, echó el pan duro a un tacho de basura. El padre de familia, que presenció la escena, salió tras él indignado y le pegó un puntapié, para que aprenda a no despreciar la caridad de las personas decentes, y se quedó tan orgulloso de eso.

Vamos a ver, el muchachito necesitaba dinero. Para jugar pinball, para entregárselo al hijodeperros que lo obliga a mendigar o, en el mejor de los casos, para comprar comida FRESCA. En vez de unas monedas, le doy pan. Pan duro. Pan que yo no me comería, sino en ají de gallina. Y se lo doy, porque me sobra. Podría haberle dado pan del día, eso no me iba a empobrecer. Pero mira, justo tenía una bolsa de pan duro, que, insisto, no se lo comería ni mi perro, y se la entrego con toda mi buena fe cristiana. ¡Y el muy desgraciado la desprecia! Entonces voy tras él y le pego, por desagradecido. O empiezo a escribirle e-mails llamándole “ladrona” y acusándola de haberse llevado mi metodología y conocimientos. O le recuerdo que nadie la va a querer. O tal y cual...

¿Saben qué digo? A la mierda. Y no, no queda fino ni tiene clase, pero no voy a pasarme la vida agradeciendo pan duro a alguien que por lo menos podría haberme dado pan fresco.

No recuerdo si fue mi padre o mi madre, da lo mismo, alguno de los dos me dijo una vez: “No esperes que un mendigo te salude y sonría siempre por la limosna que le diste hace una semana. Desde entonces, habrá vuelto a sentir hambre varias veces, alguien más le habrá ayudado y se habrá olvidado de ti”.

Comentarios

Ernesto dijo…
Me recuerdas a mi mama cuando decia "el servicio se hace completo", solo que a veces yo contrapongo mi idea de que en ocasiones una solucion parcial es mejor que ninguna solucion.

Pero claro siempre y cuando no vayamos a estar echando en cara lo que hemos hecho, y que hemos sido taaan buenosss.

Dicho esto, creo que hay ocasiones en que es inevitable que llegue a aflorar una legitima molestia ante una efectiva ingratitud, es que hay de todo en este mundo....
Ernesto dijo…
Y claro, lo de la "former" no cae en mi categoria de "soluciones parciales" sino en la de simplemente de abuso de una posicion de ventaja disfrazada de favor, lo cual es mucho peor que la colera del señor que regalo el pan duro.

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