Cajamarca...

Una amiga dijo alguna vez que aún en esta época de miedo extremo por las consecuencias venéreas de la promiscuidad, creía que salía “a cuenta emocional” tener un novio (o una novia) en cada “puerto”, cuando de viajar se trataba.

No es esta una tardía declaración de liberalidad sexual, ni tendencia poligámica alguna, sino una evocación de recuerdos que, algunos pese a la distancia, traen a mis labios cierto gustito a miel y suspiros desde el fondo del corazón (corazón de mujer, siempre lleno de secretos injustamente incomprendidos a veces).

Soy fanática de andar sola por el mundo, conocer y amar profundamente a mis conocidos y conocidas de algunas horas, tal vez en el bus, tal vez de aquel inevitable tour y demás… Sin embargo, debo aceptar que el olor de un alguien, mezclado con el aroma a ciudad nueva y diferente, única, trae sabores más deliciosos a mi paladar.

No sé desde cuándo tengo tan sensible este occidentalmente descuidado sentido, es decir, mi memoria no llega a tanto, por lo que la raíz de esta manía “perruna” ha de habérseme contagiado antes del uso de razón.

Y estas vacaciones, merecidas y por fin aprovechadas convenientemente para desaparecer del mapa piurano por más de tres días, han grabado en mi corazón un aroma a aire fresco y flores cálidas, gracias a ti…

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